Revista Quid 46

de Alejandro Doria. Filmamos Matrimonio, cuando la obra
en teatro no estaba planteada todavía. Confirmamos lo que
pensábamos: somos los dos obsesivos, nos importa la tarea,
nos importa no aburrirnos, así que intentamos hacer crecer
todo el tiempo los personajes. Nos respetamos, nos reímos…
–¿Le resultó laborioso interpretar picos emocionales
tan intensos? No, porque los comprendimos bien. Por otro
lado, el libro es extraño porque no te cuenta nada de esos
tipos. Uno empieza a armarse la historia de un personaje en
función de los datos que aparecen, pero acá no hay datos.
No sabés cómo se llaman, a qué se dedican, cuántos años
tienen, si tienen o no familia, qué hacen, en qué casa viven,
nada. Entonces si no te aferrás a lo emocional, estás perdido.
–¿Qué hubiese aportado desnudarse, encamarse? Te
imaginarás que yo no voy a hacer teatro para ponerme en
pelotas y meterme en la cama (Risas). Creo que no hubiese
sumado. Javier Daulte ha encontrado una manera metafórica,
poética, de mostrar eso. Es una de las cosas sobre la que
más habla la gente. Nos parece mejor y más erótico.
–Leí que considera a Daulte el mejor director argentino…
Es el director con quien mejor trabajé en teatro.
Hicimos Mineros y Baraka. Ha sabido sacar de mí ciertos
comportamientos, lo que me da mucha confianza. No soy un
tipo particularmente inseguro pero los actores tememos que
no se entienda bien lo que hacemos, y hacemos cosas de más
por ese temor. Pero con Javier creo que se entiende.
–¿Se irán de gira con la obra? Vamos a ver, en principio no
este año. Hasta noviembre seguro nos quedamos en Buenos
Aires; en diciembre vamos a descansar y para después sí hay
posibilidades en el exterior.
–¿Prefiere trabajar en la Argentina o en España; el
trabajo argentino o el español? Prefiero no trabajar (Risas).
Hice cosas que me gustaron mucho aquí y allí y cosas
que no me gustaron aquí ni allí. Estoy muy agradecido de la
oportunidad que me dio España de trabajar cuando aquí estábamos
muy mal. Pude atravesar ese período espantoso de la
Argentina de 2000 a 2003 porque tuve trabajo en España. E
hice cosas atractivas, que me gustaban. Tuve esa chance sin la
que podría haber hecho cualquier cosa.
–Ahora los actores españoles deben padecer lo que ustedes
sufrieron aquí hace diez años… Claro. Se filma muchísimo
menos, se cierran productoras, se cerró Alta Films,
que tenía un circuito de cien salas donde podía verse cine
latinoamericano, europeo, ese cine de arte para el que acá te
daban cinco días. Como en España el teatro y gran parte de
la cultura son subvencionados, cuando hay recorte empiezan
por ahí, por la salud y la educación. Por otro lado, los dueños
de salas se quedan con porcentajes muy altos, lo que no ayuda
a campear la crisis. Porque un productor no puede jugarse
a producir solo, sin subvención, asociándose a un productor
ocioso que se queda con el 40% de la recaudación.
–¿Qué elementos pone sobre la mesa para determinar
si realiza o no una propuesta? Que me guste la historia,
que sienta que me va gustar hacer ese personaje y con quién
lo voy a hacer. En teatro el “con quién” es muy importante.
No sólo por el actor o actriz, sino también por el director, el
productor y el teatro. Porque si te va bien es mucho el tiempo
de cartelera y es difícil llevarte bien tanto tiempo con alguien.
En cine todo es más corto: en dos meses se termina un rodaje.
Entonces podés elegir más en función de la obra. Pero
bueno, también me importa.
–¿Hay algún papel que le gustaría interpretar y nunca
tuvo la oportunidad? Sigo teniendo ganas de hacer Cyrano
de Bergerac en teatro. Sé que no voy a poder, tampoco lo intenté.
Sí tengo una cosa que me va gustar hacer, que la tengo
en la cabeza desde hace mucho. No vale la pena hablar aún.
–Está rodando una película de Damián Szifrón, ¿no? Ya
terminé. Trabajo en uno de ocho episodios, de los que participamos
un montón de actores como Darín, Sbaraglia y Oscar
Martínez. Son episodios que no se vinculan con los otros y
tienen géneros diferentes. Ya filmé tres días y ahora me voy
a Rosario a filmar una película que es la ópera prima de un
director rosarino, Néstor Zapata, sobre una historia que me
simpatiza: una compañía de radioteatro que en el 55, con la
Revolución Libertadora, comienza a ser censurada.
–¿Cuáles son sus aspiraciones profesionales, después
de tantos años de trayectoria? Dejar de laburar (Risas)
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