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Revista Quid 46

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Herman Koch es más largo que su país natal y aparenta menos<br />

años de los que realmente tiene (nació en Arnheim, en<br />

1953). A pesar de haber publicado varios libros en Holanda y<br />

ser conocido por participar durante más de una década en un<br />

muy popular programa televisivo de humor satírico, con su<br />

novela La cena multiplicó las ediciones en varios idiomas, se<br />

hizo con la condecoración de Libro del Año y ganó el Premio<br />

del Público en los Países Bajos. A este éxito le siguió Casa<br />

de verano con piscina (también editado por Salamandra),<br />

que junto a la anterior forma parte de un tríptico en el que<br />

Koch insiste en plantear dilemas morales que exponen las<br />

contradicciones de las burguesías occidentales. En su última<br />

novela, el autor toma como excusa las vacaciones de verano<br />

de un grupo de amigos para sacar a la palestra la falsedad de<br />

las relaciones sociales, los pactos internos para mantener las<br />

apariencias y las complejas relaciones en el microcosmos de<br />

la familia. Todo ello narrado con una distancia y una pureza<br />

que rayan en la asepsia. “Me gusta mantenerme al margen”,<br />

confiesa, “yo sólo muestro y describo, para que sea el lector el<br />

que juzgue y opine después. Al fin y al cabo, la literatura no<br />

está únicamente al servicio del placer y los sentidos sino que<br />

debe tener también una intención de denuncia o de crítica”.<br />

–¿Por qué le interesan estas temáticas? No lo sé muy<br />

bien, pero lo cierto es que me produce mucha curiosidad observar<br />

las distintas reacciones de la gente ante determinadas<br />

cuestiones, como por ejemplo la fama. Me gusta mostrar al<br />

lector que en la mayoría de ocasiones las cosas no son lo que<br />

parecen. Yo mismo me asombro cada día de cómo me tratan<br />

ahora mis amigos y familiares más cercanos. En Holanda<br />

soy un autor muy conocido y la gente me saluda cuando voy<br />

por la calle, debido al éxito que obtuve con La cena. Yo sigo<br />

siendo la misma persona, me siento igual que antes, pero noto<br />

que la mayoría me trata de manera distinta. Es muy curioso.<br />

–¿Asume diferentes puntos de vista para cada dilema?<br />

Sí, en La cena por ejemplo, me planteé qué haría como padre<br />

en una situación semejante a la del libro (basada en un hecho<br />

real: el asesinato de un mendigo cometido por dos adolescentes<br />

de clase media en Barcelona). Hubo un crimen bastante<br />

grave, que no es robar una Vespa. Tengo un hijo de esa edad,<br />

y partí de esa hipótesis: no importa lo que haya hecho, yo lo<br />

voy a ayudar. Y al escribir me fui enfrentando a los diversos<br />

dilemas que me proponía esa problemática. La novela tiene<br />

cuatro voces centrales, y todas tienen una versión distinta del<br />

hecho y todas rozan una porción de la verdad. Quizá porque<br />

la verdad absoluta, sea imposible de alcanzar.<br />

–Pero no debe resultar sencillo. ¿Cómo se mide la maldad<br />

adolescente? Es una pregunta bien interesante. Una<br />

cosa que intenté reflejar en el libro es cómo los adolescentes<br />

tienden a olvidar más rápido. Es muy difícil traumatizarlos,<br />

ya sea desde el lugar de los “criminales” –por favor, entre<br />

comillas– o como víctimas. A mi hijo a los nueve años le robaron<br />

con un cuchillo, lo cual lógicamente tuvo un impacto<br />

profundo, en nosotros como padres, en el colegio, etc. Pero al<br />

día siguiente él ya se había olvidado del episodio. Esta increíble<br />

capacidad de recuperación, esta fuerza para el olvido, es<br />

mucho más fuerte en niños y adolescentes que en los adultos.<br />

Por supuesto que hay muchos matices que analizar, pero creo<br />

que muy en particular en estos días la aventura acompañada<br />

por la adrenalina de la violencia es de algún modo el precio<br />

que pagamos por una sociedad de bienestar. En 1914, durante<br />

la Primera Guerra Mundial, los jóvenes marchaban al frente<br />

cantando, excitados por la posibilidad de la guerra. Hoy el<br />

ocio se alimenta a diversos niveles a través de la violencia.<br />

–En sus novelas también hay un humor muy ácido, una<br />

mirada cínica ante lo que nos rodea. ¿Es una metáfora<br />

de nuestra época? No lo sé, el cinismo siempre ha existido.<br />

Es verdad que muchos de mis personajes tienen una actitud<br />

cínica, pero yo no soy como ellos. Creo que un exceso de<br />

cinismo puede ser muy peligroso, puede causar mucho daño<br />

a la sociedad. He podido comprobar que en Estados Unidos<br />

o los países del norte europeo, sociedades de bienestar con<br />

niveles de vida más que confortable, suelen tener esa mirada<br />

más cínica ante todo, hay un grado muy alto de individualismo<br />

en estos países comparados con los del sur de Europa,<br />

por ejemplo. El resultado extremo son todos esos francotiradores<br />

que disparan en escuelas o supermercados, o los casos<br />

de magnicidio. Si hacés un recuento, verás que se producen<br />

siempre en países como Estados Unidos, Noruega, Finlandia,<br />

Inglaterra, Alemania. En Francia, España, Italia, Grecia, esto<br />

no ocurre. Y mucho menos ocurre en países árabes o África.<br />

Siempre son hombres relativamente jóvenes, blancos, de<br />

cierto nivel intelectual. Y creo que en buena medida todos<br />

ellos fueron empujados por una mirada muy cínica, por un<br />

individualismo y una sensación de soledad extrema.<br />

–En Casa de verano hay una mirada muy crítica sobre<br />

los médicos, que en las sociedades occidentales ocupan<br />

un lugar privilegiado (una estadística estadounidense<br />

indica que buena parte de las mujeres de clase media<br />

sueñan con un doctor por esposo)… Es así, pero muy en<br />

particular una suerte de George Clooney de ER, un cirujano<br />

o algo así. En cambio, el médico de cabecera, el clínico, en<br />

los últimos cincuenta años ha perdido prestigio. Antes, en<br />

cualquier ciudad pequeña, el médico era uno de los notables<br />

junto al alcalde, el juez, el cura y pocos más. Una suerte de<br />

brujo de la tribu, venerado y respetado. Hoy, el clínico vio reducido<br />

su papel al del mecánico que llega con el auxilio en el<br />

medio de una carretera vacía: intentará reparar lo que pueda,<br />

pero en un momento dirá “bueno, yo no puedo hacer nada<br />

más; ahora debe consultar con un especialista”.<br />

–El otro sector sobre el que recae una mirada crítica<br />

en la novela son los artistas, otra casta de notables para<br />

la sociedad. ¿Por qué ellos? Porque hay cierto tipo de artistas<br />

que sólo por serlo piensa que tiene más privilegios que<br />

otros. Sobre todo gente de teatro, tienen un grado de narcisismo<br />

tan grande que se consideran por encima del común de<br />

los mortales. Escritores o pintores son otra cosa<br />

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