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Ciudades sin Violencia hacia las Mujeres Ciudades Seguras para ...

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dad se alimenta también de los procesos de transformación de <strong>las</strong> necesidades en derechos<br />

ciudadanos democráticos, lo que comienza a destruir la lógica de la exclusión, al<br />

generar sujetos y actores sociales.<br />

Esta dimensión subjetiva de la ciudadanía a la que apunta Lechner no se asienta necesariamente<br />

en la realidad de derechos existentes, pues es aquella que lleva a que <strong>las</strong> personas<br />

nos <strong>sin</strong>tamos menos o más merecedoras de derecho. Hay personas que se sienten mucho<br />

más merecedoras de derechos frente a otras, y hay personas, generalmente mujeres, generalmente<br />

indígenas, generalmente pobres, que se sienten con mucho menos merecimientos<br />

de derechos del que deberían tener. Los hombres, más allá de ser buenos o incluso democráticos,<br />

se sienten generalmente con mayor merecimiento de derechos que <strong>las</strong> mujeres.<br />

Estos procesos de formación de <strong>las</strong> ciudadanías subjetivas no son lineales ni automáticos,<br />

y se modifican en el tiempo. Algunas dimensiones ciudadanas pueden alimentar más<br />

que otras la conciencia de derechos. Para <strong>las</strong> mujeres, el proceso de sentirse menos o más<br />

merecedoras de derechos depende de la orientación de <strong>las</strong> políticas públicas (sea que<br />

refuercen la victimización o refuercen el sentido de libertad). Y depende también de su<br />

capacidad de articulación y lucha. Por ejemplo, la dimensión subjetiva y el imaginario<br />

de los derechos ciudadanos de <strong>las</strong> mujeres también se han modificado y ampliado en<br />

muchas esferas a partir de la lucha de los actores sociales, como es el caso de los derechos<br />

sexuales y derechos reproductivos, los derechos ecológicos, los derechos a una ciudadanía<br />

global, que son parte de <strong>las</strong> nuevas disputas de sentido y de <strong>las</strong> luchas por ejercitarlos<br />

en la vida cotidiana y por colocarlos en los espacios públicos políticos.<br />

Así, la transformación de la subjetividad ciudadana <strong>hacia</strong> una perspectiva democrática<br />

que incluya la igualdad y el derecho a la diferencia, es fundamental. Su modificación<br />

va más allá de la lucha por un derecho específico, <strong>para</strong> ahondar en el desarrollo de una<br />

conciencia del “derecho a tener derechos” (Laub, en <strong>Ciudades</strong> <strong>para</strong> convivir, p. 78), lo que<br />

cualifica la forma en que <strong>las</strong> mujeres se ubican, asumen y se responsabilizan frente a sus<br />

derechos ciudadanos.<br />

La modificación de la subjetividad ciudadana enfrenta fuertes límites en <strong>las</strong> mujeres,<br />

porque en ella hace eco la falta de autonomía de <strong>las</strong> mujeres. El conflicto no se da en<br />

relación con la falta de derechos, <strong>sin</strong>o en la dificultad de autopercibirse como personas<br />

merecedoras de derechos, y por un débil reconocimiento de la sociedad sobre <strong>las</strong> mujeres<br />

como sujetos sociales autónomos. Es necesario, entonces, recuperar la autonomía como<br />

una categoría democrática compleja, de múltiples dimensiones: física, económica, política,<br />

sociocultural. Y recuperarla como práctica política, que sostiene y amplía <strong>las</strong> posibilidades<br />

de generar subjetividades democráticas. Recuperar la práctica política de la<br />

autonomía es recuperar también muchos más espacios de expansión democrática, que<br />

amplíen en <strong>las</strong> mujeres su conciencia de sujetos y actoras sociales. Y ello significa básicamente<br />

recuperar la posibilidad de desarrollar lo que Julieta Kirkwood 43 dijo hace tantos<br />

años: una conciencia de ser <strong>para</strong> sí mismas y no <strong>para</strong> los demás, 44 base fundamental <strong>para</strong> una<br />

conciencia de ser sujeto de derechos.<br />

43 Julieta Kirkwood, Ser política en Chile; <strong>las</strong> feministas y los partidos (Santiago: Flacso, 1986).<br />

44 Y eso significa cosas muy concretas: por ejemplo,: no dar por supuesto el rol de estar al servicio de la familia<br />

y de los hijos en exclusividad, <strong>sin</strong>o asumir que eso es también responsabilidad y derecho de los hombres; no tratar<br />

a <strong>las</strong> mujeres como menores de edad que tienen que pedir permiso —real o imaginario, a otros o a el<strong>las</strong> mismas—<br />

<strong>para</strong> hacer <strong>las</strong> cosas que quieren hacer; no ubicar<strong>las</strong> como dependientes del marido ni del Estado ni de la Iglesia;<br />

reconocer su aporte económico y social a partir de reconocer su trabajo reproductivo; reconocer que tienen derechos<br />

reproductivos y derechos sexuales, y que tienen capacidad autónoma sobre su vida y su cuerpo.<br />

Fondo de Desarrollo de <strong>las</strong> Naciones Unidas <strong>para</strong> la Mujer – UNIFEM Brasil y Países del Cono Sur<br />

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