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(despotismo en el sentido estricto) y el <strong>poder</strong> de los sacerdotes;<br />
después el <strong>poder</strong> en la economía (principalmente el recientemente<br />
tan discutido <strong>poder</strong> de los dueños de propiedad)<br />
y también, no menos, hoy en día, el <strong>poder</strong> ejercido en<br />
el sistema educativo que usa medios para dar estatus. Todos<br />
estos fenómenos hacen surgir la pregunta de los límites en<br />
que el <strong>poder</strong> puede politizarse. 194<br />
Primeramente, debemos darnos cuenta de que existen<br />
desarrollos paralelos en otras áreas de medios y sistemas parciales<br />
que limitan el uso de las sanciones negativas dentro de<br />
ellos y que hacen posible distinguir entre las sanciones positivas<br />
y las negativas. Dentro del código del amor no es posible<br />
amenazar con retirar el amor; ya la amenaza equivale a ese<br />
retiro y, por lo tanto, no proporciona <strong>poder</strong>. En los asuntos<br />
económicos, el <strong>poder</strong>, es decir, el <strong>poder</strong> de la persona que<br />
posee escasos recursos, se neutraliza por medio del dinero:<br />
uno se los puede comprar. Sólo es cosa de los propios recursos<br />
y de calcular racionalmente cuánto ofrecer. En comparación<br />
con la redistribución en las sociedades arcaicas posteriores<br />
de los bienes escasos en la familia más extensa de la sociedad,<br />
una economía monetaria hace posible distinguir claramente<br />
entre el estímulo positivo y la sanción negativa y, de<br />
este modo, diferenciar la forma apropiada de influencia.<br />
Esta observación aclara, por un lado, en qué medida la<br />
política nuevamente ha usurpado, particularmente hoy en<br />
día, las funciones de la distribución y, al hacerlo, usa el dinero<br />
incluso para neutralizar al contra<strong>poder</strong>; y, por otro<br />
lado, clarifica el grado en que el <strong>poder</strong> que no logra politizarse,<br />
tiende a hacerse socialmente obsoleto. Permítaseme<br />
enfatizar: todo el tiempo nos preocupamos del <strong>poder</strong> en un<br />
sentido estricto; no del hecho de que padres, sacerdotes,<br />
dueños de propiedad o educadores ejerzan influencia en la<br />
ejecución de sus funciones. 195 Es un hecho que aquellas fun-<br />
194. Sobre esto véase también Heller (1993).<br />
195. Para el resto ya es una analogía injustificada con la política el hecho de<br />
hablar del padre de la familia, del dueño de propiedad, del educador, como lo<br />
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