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La sirena varada: Año 1, Número 4

El cuarto número de La sirena varada: Revista literaria bimestral; correspondiente a los meses de diciembre del 2017 y enero del 2018

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Sintió una punzada de culpa cuando<br />

entró en el strip-club, se supone<br />

que él era un hombre importante<br />

cuya opinión valía mucho más<br />

que la de otros, le gustaba repetirse eso<br />

antes de cada discurso, otro de los pensamientos<br />

que compartían los clubes y<br />

los discursos eran respecto a la opinión<br />

de su madre, un buen rato pensó que<br />

con su hijo graduándose en Yale la opinión<br />

de la señora pasaría a segundo<br />

plano, estaba equivocado.<br />

El reloj con correa de titanio y engranajes<br />

en oro de cincuenta quilates<br />

ocultaba la cicatriz de la mano izquierda,<br />

así que pasó las yemas de sus dedos<br />

por la muñeca derecha donde la soga<br />

de cáñamo había permanecido por dos<br />

semanas hace más de treinta años.<br />

En ese entonces tenía quince años y<br />

se había fugado de misa con Richard<br />

y Anabelle para fumar unos porros en<br />

Tolerancy Park, a esa edad no importaba<br />

si te veían las amistades de tu madre<br />

y ese fue el error. <strong>La</strong> señora Hightower<br />

medía un metro cincuenta y no<br />

era rival físico para su hijo de un metro<br />

ochenta y rebeldía de quinceañero.<br />

Cuando regresó a la casa con la boca<br />

saturada de mentas y una sed incapacitarte,<br />

Juan Manuel quien en aquella<br />

época era el jardinero personal de la<br />

señora lo golpeó con una pala.<br />

Despertó en la casa de invierno, el<br />

jardinero y su hijo miraban con rostro<br />

preocupado mientras la señora disfrutaba<br />

de un cigarro de importación.<br />

Tardó un par de minutos en notar que<br />

estaba atado al poste. Los jardineros<br />

tenían manchas de sudor en las axilas<br />

y sus rostros goteaban incansablemente.<br />

<strong>La</strong> piel de su propia madre parecía<br />

fabricado en porcelana vieja.<br />

—¿Manual M, Focholia o el de la casa?<br />

El señor Hightower despertó de su<br />

ensueño, la búsqueda reglamentaria<br />

de armas ocultas había terminado y el<br />

Hostess le preguntaba qué tipo de chica<br />

iba a requerir, la semana pasada era<br />

una chica rubia con senos como naranjas<br />

y la Guia de Hideo Tsu en la nuca,<br />

hoy se trataba de un hombre negro de<br />

metro noventa y cinco con una pistola<br />

automática Prometeo y el libro blanco.<br />

—Yo no viajé desde Arizona para cogerme<br />

a una chica con siete minutos de<br />

conversación.<br />

El hombre asintió e hizo pasar al senador<br />

por un pasillo subterráneo donde<br />

las chicas de la casa lo atenderían.<br />

Aquél año en Arizona las temperaturas<br />

llegaron a los cuarenta y siete grados centígrados,<br />

a eso de las seis de la mañana el<br />

hijo del jardinero le daba un vaso de agua<br />

caliente y no se volvía a acercar, su madre<br />

por otro lado llegaba a pleno mediodía y<br />

lo golpeaba en la cara con una fusta.<br />

—Faltaste a misa, te escabulliste cual<br />

ladrón, faltaste a tus responsabiliades.<br />

Volvía a azotarlo hasta que rostro sangraba.<br />

—Faltaste a misa, te escabulliste cual<br />

ladrón, faltaste a tus responsabilidades.<br />

—Repetía su madre.<br />

El tercer día la Señora Hightower<br />

descubrió que a eso de las cuatro de<br />

la tarde la hoja de una de las palmeras<br />

ajustaba a darle sombra en el rostro<br />

por unos minutos, así que mandó derribar<br />

el árbol.<br />

—Esta botella va por cuenta de la casa.<br />

—Muchas gracias, mándale mis saludos<br />

a la madame. —Tomo un puñado<br />

de billetes del bolsillo interior de sus<br />

saco y los puso en la bandeja.<br />

—¿Le envío una chica señor?<br />

—Aún no he decidido.<br />

A la segunda semana Juan Manuel<br />

cortó con su machete la soga, crujió<br />

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