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La sirena varada: Año 1, Número 4

El cuarto número de La sirena varada: Revista literaria bimestral; correspondiente a los meses de diciembre del 2017 y enero del 2018

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Poncho manejaba a más de ciento<br />

cincuenta kilómetros por hora<br />

por la carretera de Nuevo <strong>La</strong>redo<br />

a Piedras Negras, venía con una herida<br />

de bala en el hombro izquierdo, y <strong>La</strong>ura<br />

su prometida, venia inconsciente, toda<br />

llena de sangre en el cuerpo, pero esa<br />

sangre no era de ella, era del policía federal<br />

que intento extorsionarlos y Poncho<br />

tuvo que dispararle tres tiros entre<br />

la cabeza y el cuello para cerciorarse<br />

que estaba muerto, cuando le había<br />

disparado en el hombro.<br />

Se venía lamentando el haber hecho<br />

eso, sobre todo después de haber pasado<br />

por la aduana limpiamente, les<br />

había tocado el semáforo en verde, por<br />

lo cual no hubo necesidad de negociar<br />

los términos de la pasada, eso lo consideraba<br />

de buena suerte, y más con<br />

la mercancía que venía cargando en el<br />

asiento trasero del vehículo, venia nervioso,<br />

a pesar de sus años de servicio<br />

en la marina sentía un sudor frio en la<br />

frente, y no era para menos, después<br />

de haber pasado este pequeño impedimento<br />

venia lo verdaderamente difícil,<br />

tenía que pasar por esa carretera que<br />

desde hacía años estaba controlada<br />

por los «mañosos», ya no sabía si eran<br />

los zetas, el cartel del golfo, o sepa Dios<br />

que tipo de gentuza estaba apañándose<br />

el camino con el pretexto de «proteger<br />

la plaza».<br />

—Mi amor… ¡Despierta! ¡Despierta,<br />

chingado! Necesito que estés atenta en<br />

el camino —le decía Poncho a <strong>La</strong>ura.<br />

<strong>La</strong>ura, sin embargo, no despertaba.<br />

Estaba inmóvil. Si no fuera por la sangre<br />

en su ropa, pareciera que estaba<br />

descansando de un duro viaje; pero<br />

Poncho seguía viendo el camino y pendiente<br />

que no los fueran a «levantar»,<br />

hasta que, con su mano izquierda, le<br />

apretó el hombro a tal punto que <strong>La</strong>ura<br />

soltó un grito desgarrador, pero finalmente<br />

despertó bastante enojada.<br />

—¿Qué te pasa, pendejo? ¿Por qué<br />

me apretaste así? ¡Ay, me duele! ¿Dónde<br />

estamos? ¡Ya recordé! Le disparaste<br />

a ese policía, ¿no pudiste haberlo<br />

sobornado?<br />

—No me gusto como se puso en la<br />

ventana y como miro tu escote, sabes<br />

además que los federales me dan asco<br />

y por su gracia llevamos quince minutos<br />

de retraso.<br />

—¡Está bien! Eres un celoso, ¿crees<br />

que alcancemos a llegar a tiempo?<br />

—Tendríamos que llegar a las doce al<br />

punto cero, normalmente no haría esto,<br />

pero sabes que la mercancía es prioridad<br />

entregarla antes de las seis horas<br />

de haberla recibido y vamos retrasados<br />

quince minutos, solo necesito que estés<br />

despierta y al pendiente del camino,<br />

amor; discúlpame por haberte despertado<br />

así —al momento que le daba una<br />

pistola Pietro Beretta 9 mm, cargada y<br />

sin el seguro puesto.<br />

—Este camino es bastante peligroso a<br />

estas horas gordo, pero lo haremos. Sabes<br />

que te apoyo incondicionalmente,<br />

¡te amo!<br />

—Yo también te amo.<br />

Apenas estaban en su parte romántica<br />

cuando de atrás del vehículo les<br />

echaron las luces altas dos camionetas<br />

del tipo SUV, que también iban a gran<br />

velocidad, sin duda pidiéndoles que<br />

se pararan para revisarlos, y probablemente<br />

robarlos y matarlos, al final del<br />

día nadie era tan tonto como para meterse<br />

a esa carretera a esas horas.<br />

Pancho hizo caso omiso y piso más<br />

el acelerador, por el GPS que traía, solo<br />

estaban retrasados tres minutos ya, probablemente<br />

lo lograrían y eso creyó, ya<br />

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