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La sirena varada: Año 1, Número 4

El cuarto número de La sirena varada: Revista literaria bimestral; correspondiente a los meses de diciembre del 2017 y enero del 2018

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Aunque la duda más razonable es<br />

como llegó este texto a tus manos,<br />

quizá te preguntes de qué<br />

demonios hablo o quién soy. Pues bien,<br />

me conocieron como Velasco, licenciado<br />

en derecho y dedicándome al litigio<br />

desde poco tiempo luego de mi egreso.<br />

Nunca logré crear mi propio despacho<br />

así que trabajaba como becario al servicio<br />

de un viejo lobo de mar.<br />

—Velasco, ven acá que tengo algo<br />

para ti —decía la voz de mi jefe llamándome<br />

a la oficina—. Probablemente<br />

tengamos un caso que te interesa ya<br />

que nunca has trabajado solo con delincuentes.<br />

De cualquier modo, me ha<br />

llamado hace días un cliente llamado<br />

Álvaro <strong>La</strong>ngagne que necesita asesoría.<br />

Buena suerte, la vas a necesitar.<br />

Debo aclarar que nunca fui especialmente<br />

talentoso para asesorar, era por<br />

ello que en mi época de estudiante<br />

me llamaban maricón por ese rechazo,<br />

pero como lo mencioné no tenía opción,<br />

pues mis finanzas no iban con buen<br />

viento. Así que esa misma tarde, casi al<br />

cerrar la oficina, escuché que tocaron<br />

secamente a la puerta, atendí al llamado<br />

permitiendo el acceso a un hombre<br />

peculiarmente curioso. Y no por que<br />

estuviese vestido de forma extravagante,<br />

por el contrario, parecía algo jodido<br />

económicamente, pero algo en su mirada<br />

me generaba cierta inquietud.<br />

—Buenas tardes, caballero. Soy el licenciado<br />

Velasco, dígame en qué puedo<br />

servirle.<br />

Hubo un silencio sepulcral mientras<br />

el tipo mantenía los ojos en el piso,<br />

después de todo por algo había acudido<br />

a nosotros.<br />

—Dudo que puedas hacer algo por<br />

mí, pues no eres más que un hombre<br />

ambicioso como yo. <strong>La</strong> diferencia entre<br />

nosotros es que todavía eres un reprimido<br />

de tus propios deseos y yo he<br />

logrado liberarme de esa cadena que<br />

asfixia a toda existencia humana. No<br />

estoy aquí para que me asesores porque<br />

bien consiente estoy de mi perdición.<br />

No quiero quedarme con mi más<br />

grande logro hasta la tumba. Probé con<br />

muchas cosas, desde drogas hasta personas,<br />

y sólo estas últimas encendieron<br />

esa chispa en mí.<br />

A esas alturas de la declaración yo ya<br />

me sentía fascinado por la forma de hablar<br />

de <strong>La</strong>ngange pues iba deduciendo<br />

su posible delito: algún asesinato, eso<br />

era seguro.<br />

—Anteriormente me dedicaba a la enfermería<br />

pues no fui lo suficientemente<br />

estúpido para elegir la medicina, pero me<br />

di cuenta de que era una especie de genio<br />

en el manejo del material quirúrgico; sentir<br />

la sangre tibia de los pacientes en una<br />

mesa de operaciones a través del látex de<br />

los guantes me era muy satisfactorio. Descubrí<br />

que las personas serían mi fuente de<br />

plenitud a mi vacío existencial. Entre uno<br />

de ellos llegó una muchacha, enferma de<br />

hepatitis por ser una prostituta novata que<br />

obviamente murió por tonta, y a pesar de<br />

que no era una belleza ni mucho menos,<br />

hubo algo en ella que se quedó en mi mente<br />

desde que la atendí y que no pude sacarme<br />

de encima hasta que conocí a Isaac.<br />

Un joven que conocí en una de esas plataformas<br />

para obtener sexo gratis —esas<br />

palabras me cayeron como balde de agua<br />

helada pues me hizo recordarme a mí mismo<br />

utilizando en más de una ocasión sitios<br />

de citas similares que nunca terminaban<br />

en nada más que vergüenza—. Bien, decía<br />

que conocí a este niño por ahí, era bastante<br />

ingenuo por su edad y algo atractivo, así<br />

que no tarde mucho en decidir que sería mi<br />

próximo compañero de lecho.<br />

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