92 LA CARRETERA Por Víctor Manuel Reyes Chávez
Poncho manejaba a más de ciento cincuenta kilómetros por hora por la carretera de Nuevo <strong>La</strong>redo a Piedras Negras, venía con una herida de bala en el hombro izquierdo, y <strong>La</strong>ura su prometida, venia inconsciente, toda llena de sangre en el cuerpo, pero esa sangre no era de ella, era del policía federal que intento extorsionarlos y Poncho tuvo que dispararle tres tiros entre la cabeza y el cuello para cerciorarse que estaba muerto, cuando le había disparado en el hombro. Se venía lamentando el haber hecho eso, sobre todo después de haber pasado por la aduana limpiamente, les había tocado el semáforo en verde, por lo cual no hubo necesidad de negociar los términos de la pasada, eso lo consideraba de buena suerte, y más con la mercancía que venía cargando en el asiento trasero del vehículo, venia nervioso, a pesar de sus años de servicio en la marina sentía un sudor frio en la frente, y no era para menos, después de haber pasado este pequeño impedimento venia lo verdaderamente difícil, tenía que pasar por esa carretera que desde hacía años estaba controlada por los «mañosos», ya no sabía si eran los zetas, el cartel del golfo, o sepa Dios que tipo de gentuza estaba apañándose el camino con el pretexto de «proteger la plaza». —Mi amor… ¡Despierta! ¡Despierta, chingado! Necesito que estés atenta en el camino —le decía Poncho a <strong>La</strong>ura. <strong>La</strong>ura, sin embargo, no despertaba. Estaba inmóvil. Si no fuera por la sangre en su ropa, pareciera que estaba descansando de un duro viaje; pero Poncho seguía viendo el camino y pendiente que no los fueran a «levantar», hasta que, con su mano izquierda, le apretó el hombro a tal punto que <strong>La</strong>ura soltó un grito desgarrador, pero finalmente despertó bastante enojada. —¿Qué te pasa, pendejo? ¿Por qué me apretaste así? ¡Ay, me duele! ¿Dónde estamos? ¡Ya recordé! Le disparaste a ese policía, ¿no pudiste haberlo sobornado? —No me gusto como se puso en la ventana y como miro tu escote, sabes además que los federales me dan asco y por su gracia llevamos quince minutos de retraso. —¡Está bien! Eres un celoso, ¿crees que alcancemos a llegar a tiempo? —Tendríamos que llegar a las doce al punto cero, normalmente no haría esto, pero sabes que la mercancía es prioridad entregarla antes de las seis horas de haberla recibido y vamos retrasados quince minutos, solo necesito que estés despierta y al pendiente del camino, amor; discúlpame por haberte despertado así —al momento que le daba una pistola Pietro Beretta 9 mm, cargada y sin el seguro puesto. —Este camino es bastante peligroso a estas horas gordo, pero lo haremos. Sabes que te apoyo incondicionalmente, ¡te amo! —Yo también te amo. Apenas estaban en su parte romántica cuando de atrás del vehículo les echaron las luces altas dos camionetas del tipo SUV, que también iban a gran velocidad, sin duda pidiéndoles que se pararan para revisarlos, y probablemente robarlos y matarlos, al final del día nadie era tan tonto como para meterse a esa carretera a esas horas. Pancho hizo caso omiso y piso más el acelerador, por el GPS que traía, solo estaban retrasados tres minutos ya, probablemente lo lograrían y eso creyó, ya 93