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Parece haber sido durante el invierno <strong>de</strong> ese año que George Albert Smith tuvo<br />

un sueño en el que le visitó su abuelo George A. Smith. (No se sabe <strong>la</strong> fecha<br />

exacta <strong>de</strong> ese sueño, pero <strong>los</strong> sucesos que se re<strong>la</strong>cionan con éste parecen situarlo<br />

en el tiempo <strong>de</strong> su enfermedad <strong>de</strong> 1909–1912. George Albert se había tras<strong>la</strong>dado a<br />

Saint George [al sur <strong>de</strong> Utah] para recuperarse y, mientras se encontraba allí,<br />

durante el invierno <strong>de</strong> 1909–1910, tuvo ese sueño.) Ese sueño le produjo una<br />

profunda impresión; lo hizo constar por escrito, como sigue:<br />

“Hace unos años, estuve gravemente enfermo. En realidad, todos pensaron que<br />

moriría, con excepción <strong>de</strong> mi esposa. Me tras<strong>la</strong>dé con mi familia a Saint George,<br />

Utah, para ver si allí mejoraba mi salud. Viajamos en tren hasta don<strong>de</strong> pudimos y<br />

continuamos el viaje en carreta, en <strong>la</strong> cual me hicieron una cama.<br />

“En Saint George, dispusimos una tienda <strong>de</strong> campaña, por mi salud y para mi<br />

comodidad, con un piso elevado a unos treinta centímetros <strong>de</strong>l suelo; a<strong>de</strong>más,<br />

podía subir <strong>la</strong> parte sur <strong>de</strong>l toldo <strong>de</strong> <strong>la</strong> tienda para que entraran en ésta el aire y el<br />

sol. Me <strong>de</strong>bilité en tal forma que apenas podía moverme y aun el darme vuelta en<br />

<strong>la</strong> cama era para mí un esfuerzo lento y agotador.<br />

“Un día en que me encontraba en esas condiciones, perdí <strong>la</strong> conciencia <strong>de</strong> lo que<br />

me ro<strong>de</strong>aba y pensé que había pasado al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l velo <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. Me<br />

encontré <strong>de</strong> pie, <strong>de</strong> espaldas a un <strong>la</strong>go gran<strong>de</strong> y hermoso, y <strong>de</strong> frente a un espeso<br />

bosque. No había nadie en aquel lugar, ni embarcación alguna en el <strong>la</strong>go ni<br />

ninguna otra cosa visible que me indicara <strong>la</strong> forma en que yo había llegado allí.<br />

Comprendí, o me pareció compren<strong>de</strong>r, que había terminado mi misión en <strong>la</strong> vida<br />

terrenal y que había regresado a <strong>la</strong> morada eterna. Comencé a mirar a mi alre<strong>de</strong>dor<br />

para ver si divisaba a alguien, pero no había señal <strong>de</strong> alma viviente, tan sólo<br />

aquel<strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s y bel<strong>los</strong> árboles frente a mí y el magnífico <strong>la</strong>go a mis espaldas.<br />

“Comencé a explorar el terreno y no tardé en hal<strong>la</strong>r un sen<strong>de</strong>ro entre <strong>los</strong> árboles<br />

que al parecer no había sido muy transitado y que estaba casi cubierto <strong>de</strong> hierba.<br />

Seguí el sen<strong>de</strong>ro y, tras haber recorrido una distancia consi<strong>de</strong>rable por el bosque,<br />

vi a un hombre que se dirigía hacia mí. Advertí que era un hombre muy<br />

corpulento y aceleré <strong>la</strong> marcha en cuanto me di cuenta <strong>de</strong> que era mi abuelo. En<br />

vida, él había pesado casi ciento cuarenta ki<strong>los</strong>, para que se formen una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo<br />

gran<strong>de</strong> que era. Recuerdo lo feliz que me sentí al verle venir hacia mí. Yo llevaba<br />

su nombre, por lo que siempre me había sentido orgul<strong>los</strong>o.<br />

“Al llegar el abuelo cerca <strong>de</strong> mí, se <strong>de</strong>tuvo, lo cual fue una invitación a que yo<br />

también me <strong>de</strong>tuviera. Entonces —y quisiera que <strong>los</strong> niños y <strong>la</strong>s niñas, <strong>los</strong><br />

jóvenes y <strong>la</strong>s jóvenes no olvidaran nunca esto—, mirándome seriamente, me dijo:<br />

“ ‘Me gustaría saber qué has hecho con mi nombre’.<br />

“Todo lo que yo había hecho en mi vida pasó ante mí como una pelícu<strong>la</strong> fugaz:<br />

todo lo que había hecho. Velozmente <strong>la</strong> sucesión <strong>de</strong> imágenes llegaron hasta el<br />

momento en que allí me encontraba. Mi vida toda había pasado ante mí. Sonreí<br />

y, mirando a mi abuelo, le dije:<br />

“ ‘Nunca he hecho nada con su nombre <strong>de</strong> lo cual tenga que avergonzarse’.<br />

“Él dio unos pasos hacia mí y me ro<strong>de</strong>ó con sus brazos, y, al hacerlo, recobré <strong>la</strong><br />

conciencia y vi que estaba en <strong>la</strong> tierra. La almohada estaba tan mojada como si<br />

hubieran <strong>de</strong>rramado agua sobre el<strong>la</strong>, mojada <strong>de</strong> lágrimas <strong>de</strong> gratitud porque había<br />

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