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escucharlo como a hab<strong>la</strong>rle. Debemos acordarnos <strong>de</strong> que el Ser con quien<br />
hab<strong>la</strong>mos es nuestro Padre Eterno, y arrodil<strong>la</strong>rnos siempre que podamos; también<br />
cruzamos <strong>los</strong> brazos e inclinamos <strong>la</strong> cabeza para <strong>de</strong>mostrarle que lo<br />
reverenciamos. No siempre es posible hacerlo así; a veces ni siquiera es posible<br />
cerrar <strong>los</strong> ojos al orar. Pero aun en momentos como ésos po<strong>de</strong>mos tener una<br />
actitud reverente... Luego, l<strong>la</strong>memos a nuestro Padre Celestial.<br />
“El segundo paso es agra<strong>de</strong>cerle. Recor<strong>de</strong>mos agra<strong>de</strong>cer a nuestro Padre<br />
Celestial <strong>la</strong>s bendiciones que nos da... cuando empezamos dando <strong>la</strong>s gracias por<br />
lo que ya tenemos, vemos <strong>la</strong> vida con nueva perspectiva... No siempre es fácil<br />
sentir agra<strong>de</strong>cimiento... A veces, cuando nos dirigimos a nuestro Padre estamos<br />
tan <strong>de</strong>salentados que es difícil recordar algo que podamos agra<strong>de</strong>cerle. Ésos son<br />
<strong>los</strong> momentos en <strong>los</strong> que <strong>la</strong> oración tiene una importancia especial, momentos<br />
en <strong>los</strong> que es esencial acercarnos a Él porque sentimos una gran necesidad <strong>de</strong> que<br />
Él se acerque a nosotros...<br />
“El tercer paso es buscar a Dios. Es pedir Su ayuda, pero pedir<strong>la</strong> con el espíritu<br />
abierto y receptivo; pedir Su guía para hacer frente a <strong>los</strong> problemas y cumplir<br />
cometidos; pedir sabiendo, como sabía Nefi, que el Señor ‘nunca da<br />
mandamientos a <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres sin prepararles <strong>la</strong> vía para que cump<strong>la</strong>n<br />
lo que les ha mandado’ (1 Nefi 3:7).<br />
“El último y cuarto paso es el final que damos a <strong>la</strong> oración. Recuer<strong>de</strong>n ofrecer<br />
sus oraciones en el nombre <strong>de</strong> Jesucristo. Él es nuestro emisario, nuestro<br />
representante ante el Padre; por eso oramos en Su nombre. Y <strong>de</strong> esa forma lo<br />
reconocemos como nuestro Salvador” (véase “Allegaos a Él en oración”, Liahona,<br />
enero <strong>de</strong> 1986, págs. 73–74).<br />
Pizarra y análisis<br />
Escriba en <strong>la</strong> pizarra lo siguiente:<br />
Cuatro pasos para orar<br />
1. Dirigirse con reverencia a nuestro Padre Celestial.<br />
2. Expresarle nuestro agra<strong>de</strong>cimiento.<br />
3. Pedirle lo que necesitemos.<br />
4. Terminar en el nombre <strong>de</strong> Jesucristo.<br />
Y, sobre todo, <strong>de</strong>bemos orar regu<strong>la</strong>rmente. Amulek dijo: “...<strong>de</strong>jad que rebosen<br />
vuestros corazones, entregados continuamente en oración a él...” (Alma 34:27).<br />
Pue<strong>de</strong> que nos sintamos avergonzados <strong>de</strong> llevar ante el Señor algunas <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s<br />
que tengamos; quizás nos enfrentemos con situaciones en <strong>la</strong>s que pensemos:<br />
“¡Siento tanta vergüenza <strong>de</strong> que esto me esté pasando que no quiero que nadie lo<br />
sepa!” Pero nuestro Padre Celestial lo sabe <strong>de</strong> todas maneras; Él está al tanto <strong>de</strong> lo<br />
que pasa a todos Sus hijos, a cada uno <strong>de</strong> nosotros. Así que, por el contrario, da<br />
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