-El-engaño-de-Google
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mito que, en un primer momento, la «primera dama» me hizo
dudar. ¿No será Google tan mala como parece y será fiel su
lema «Don’t be evil»? «La tecnología no es ni moral ni inmoral»,
afirma Stephen Arnold, «porque no es ni buena ni mala».
De acuerdo, pero ¿puede decir lo mismo de las personas que
están detrás de la tecnología y la venden?
Dos días después de aquel desayuno, conocí a un xoogler
(así se llama a los antiguos empleados de la empresa) que me
reforzó en mis planteamientos y me ayudó a disipar cualquier
duda. Cuanto más profundicé en la materia, más claro tuve
que en Google todo permanece oculto. A diferencia de Facebook,
donde los usuarios introducen voluntariamente la información
que ellos desean, Google recopila los datos que dejamos
involuntariamente. Ésta es la gran diferencia y el origen
del peligro. Lo queramos o no, somos objetos de coleccionismo.
No hay que utilizar Google, de acuerdo, pero los números
dicen que es el buscador más visitado.
El atractivo de las nuevas tecnologías induce a la gente a verter
en una página web toda la información privada que puede,
y ésta es una parte de la problemática que trae consigo la novedosa
y participativa Web 2.0. En páginas como MySpace, You-
Tube, Facebook, Xing, StudiVZ o Flickr, los usuarios revelan
voluntariamente detalles privados sin llegar a pensar en las
consecuencias que este striptease informativo puede acarrear.
Naturalmente, los servicios de la Web 2.0 que utilicemos o la
elección de Google como buscador es algo que depende de
cada uno.
Hay dos tipos de internautas. Unos son los que valoran su
esfera privada y, por ello, deberían conocer lo que pasa con sus
datos y qué información se recopila y utiliza. A los otros les da
igual lo que se sepa de ellos, ya sea porque les da realmente lo
mismo («no tengo nada que esconder») o porque piensan que
en la era de Internet es imposible impedir que se descubran sus
datos, puesto que es el precio que hay que pagar para acceder a
la información y al saber.
Sin embargo, no es justo entonar el mea culpa cuando encontramos
inesperadamente nuestros datos personales en la