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Casi Ciencia, Casi Ficcion

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- La filosofía, el amor, pero primero la curiosidad y la<br />

plata. Eso impulsa a la ciencia, y eso impulsa al mundo.<br />

Pero igual estoy en algo más básico.<br />

- Como por ejemplo...<br />

- Conseguí un par de colonias de hormigas.<br />

- Y pensás que estudiando hormigas vas a entender el<br />

mundo.<br />

- Te sorprenderías...<br />

No, no, no. No otro de estos. ¿Qué se creen? ¿Que<br />

cualquiera puede opinar de cualquier cosa? ¿Que leyendo<br />

una nota de divulgación los hace ya autoridades? ¿Que se<br />

pueden sacar hipótesis de la galera y salir profetizando<br />

como si no fueran necesarios años de estudios para<br />

comprender las implicaciones de las ecuaciones? Parece<br />

que cualquiera puede ahora hablar de la energía, o de un<br />

cuanto, o del multiverso, sin haber comprendido a Joule,<br />

Planck o Everett. Yo no me pongo a opinar en las revistas<br />

sobre la economía, ni sobre la moda, ni sobre el último<br />

partido de waterpolo sobre patines, simplemente porque<br />

no tengo idea de nada de esto. ¿Entonces por qué opinan<br />

sobre mi trabajo, si no entienden ni un delta de lo que<br />

significa épsilon? Y encima salir con concejos<br />

fisicofóbicos…<br />

Tao<br />

Editorial de la Revista Eco-Gaia:<br />

La actividad humana siempre fue motivo de<br />

controversias. El florecimiento tecnológico-científico,<br />

movido por el impostergable ímpetu de progreso, ha<br />

llevado a la sociedad a relegar su papel dentro de una<br />

ecología planetaria. Claros ejemplos históricos incluyen la<br />

revolución industrial, que junto con el fordismo fue fuente<br />

de destrucción masiva del medio natural y causante de<br />

alienación esclavizante del ser; o las batallas económicomercantilistas<br />

de los monstruos multinacionales dentro de<br />

la cultura capitalista-globalizada, desarrolladoras de<br />

desigualdades clasistas exacerbadas a límites nunca<br />

vistos en el desarrollo socio-histórico humano.<br />

Existe una clara espiral de ambición-búsquedaobtención-insatisfacción-más<br />

ambición, que lleva al ser<br />

humano a degradarse en lugar de elevarse. Esta ambición<br />

es implícita en todos. Sin embargo, la alimentación del<br />

ego, de la vanidad y la banalidad son la raíz de la<br />

ambición y el deseo. El ansia de poder y fortuna, que<br />

inclusive ha llegado a ser promocionado absurdamente<br />

como método de desarrollo y mejoramiento socioeconómico<br />

por tantos keynesianistas, que fomenta las<br />

ambiciones mundanas generando una sociedad de<br />

consumo productora exclusivamente de un<br />

9<br />

ensanchamiento de las arcas de la aristocracia<br />

económica, es probablemente la mayor generadora de<br />

injusticias del humano con su prójimo y con la tierra,<br />

fuente de su propia vida.<br />

Tal como planteaba el Buda, este deseo es la razón<br />

de nuestras insatisfacciones. Y si humildemente se me<br />

permite agregar, sin ánimo de eclipsar ni el más mínimo<br />

rayo de luz del iluminado, este deseo también es la razón<br />

del desequilibrio que sufre nuestro entorno, la<br />

"insatisfacción" de nuestro planeta. Nos volvimos un triste<br />

destino para esta tierra, nuestra huella es la destrucción y<br />

contaminación, un alejamiento metódico del pasado<br />

natural que supimos tener. Pero eso es el pasado lejano,<br />

cuando comíamos para vivir, cuando extraíamos lo<br />

mínimo para mantener el delicado equilibrio ecológico de<br />

las tierras y de las aguas. Esa era una época en que la<br />

humanidad compartía un profundo conocimiento con la<br />

naturaleza, una cultura de la cual mucho deberíamos<br />

aprender, en la actual tecnocracia-capitalista-globalizada.<br />

Tomar solo lo indispensable, ser sobrios en nuestra<br />

forma y estilo. Si masticamos más de lo que entra en la<br />

boca, si tragamos más rápido de lo necesario, si<br />

ingerimos más de lo que nuestro estomago resiste,<br />

seremos los únicos culpables de nuestra propia<br />

indigestión. Así es como fuimos destruyendo<br />

(¿irremediablemente?) el ecosistema, con los desechos<br />

nucleares, los gases productores del efecto invernadero y<br />

del agujero en la capa de ozono, las radiaciones<br />

electromagnético-ionizantes o los cambios en los flujos de<br />

las aguas. La solución era simple y obvia, solo con mirar<br />

a la filosofía natural existencial de nuestros sabios<br />

antepasados: Si más energía necesitamos, significa que<br />

debemos atemperar nuestras necesidades. Si la diaria<br />

carrera hacia el supuesto porvenir absorbe las fuentes,<br />

mejor caminemos lentamente, mirando el paisaje sin<br />

destruirlo. En síntesis, cuanto más deseamos, más<br />

explotamos nuestro entorno. Cuanto menos hacemos,<br />

más natural es la existencia, y más nos lo agradece la<br />

tierra.<br />

Y por supuesto hemos amplificado los horizontes. Con<br />

el paso del tiempo tuvimos la oportunidad de evolucionar<br />

o involucionar, y escogimos la segunda. Comenzamos a<br />

conquistar el espacio y con esto nuestras debilidades se<br />

esparcen como un virus descontrolado por los confines<br />

del universo. Sin haber desarrollado métodos limpios de<br />

exploración la basura espacial se acumula en todo lugar<br />

en que el ser humano apoya sus pies. Hacia donde<br />

observemos en el cielo encontraremos restos de<br />

contaminación radioactivo-nuclear de los monstruosos<br />

reactores de fusión móviles. El ansia no tiene límites<br />

espaciales.<br />

Y ahora una nueva frontera fue descubierta. Estamos<br />

dirigiendo la mirada a una dimensión hasta hace poco<br />

totalmente impensada, más allá de lo que nuestra<br />

precaria imaginación osaba vislumbrar. No solo la tierra

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