Casi Ciencia, Casi Ficcion

- Si, si, si. Veo uma maldiçao. Eu lo siente com
claridad. Odo pose ver estas forzas que actúan sobre
voçe.
- ¿Y qué puedo hacer? ¿Qué pasa conmigo ahora?
- voçe pasa por muy mal momento. Pero si le facieron
um trabalho, Odo pose romperlo.
- ¿Cómo? ¿Cómo?
- No sem fácil. Com muito esfuerzo y um conjuro eu
pose arreglarlo. Pero no sem fácil.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Tenga fe en meu. Pra el conjuro se necesitan varias
cosas que me debe traer a meu. El pai Odo con eso pose
arreglar los problemas de voçe.
- ¿Qué cosas debo traer? Y... ¿Cuánto me va a costar?
- Odo no cobra pra resolver maldiciones. Voçe sufre
muito y yo no poso cobrarle pra aliviarlo. Voçe tene que
traer a mi sete faisanes machos, sete hembras, um frasco
de aceite de dende y sete velones consagrados.
- ¿Y cómo consigo todo eso? Eso no lo venden en el
súper.
- Eu comprendi. Odo pose conseguir todo lo
necesario, y después voçe me lo paga. Odo después no le
cobra el conjuro.
- ¿Y cuánto me va a costar?
- No sé exactamente. Eu compra todo y después le
dice. Calculo 1000 o 1500 valutoj.
- Eso es mucha plata.
- Eu comprendi. Pero Odo solo quiere ayudar a voçe.
Odo no gana nada.
- ¿Y está seguro que me va a quitar la macumba?
¿Que Oriana va a volver?
- Voçe tene que tener fe. Lo que Odo fala es pura
verdad. El conjuro es poderoso, y funciona casi sempre.
- ¿Casi?
- Si, casi sempre. Odo es honesto con voçe. Pra
algunas maldiçaos potentes, los conjuros no pegan. Las
forzas del mal som peligrosas y complejas.
- ¿Y entonces?
- Si el conjuro no pega, la única soluçao infalible es
que Odo viaje a um lugar en la amazonia donde
confluyen muitas forzas. Odo face uma ofrenda ahí a los
espíritus, y ellos sempre respomden.
- ¡Pero eso me va a costar una fortuna!
- No sem barato, pero Odo cree que Oriana lo vale.
¿Voçe no opina lo mismo?
A esta altura el bulldog empezaba a impacientarse.
Con el pie daba golpecitos en el piso, sacudía su reloj de
manera que yo pueda ver la hora en su muñeca, y
largaba bostezos de vez en cuando. Pero la señal
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ineludible fue el talonazo que me dio en el medio de la
tibia. Era hora de cerrarle el telón al pai Odo.
- Discúlpeme pai Odo, pero ¿cómo me puede
asegurar que Oriana va a volver?
- Odo llama a forzas primitivas muito poderosas. Son
forzas que manejan al mondo. Son forzas infalibles.
- Está bien, pero si pongo tanta plata debo tener
alguna certeza, más allá de que me diga que llama a los
espíritus.
- ¡Si voçe no tem fe, los espíritus no lucharán por
voçe!
- ¿Eso significa que si Oriana no vuelve es que no
tuve suficiente fe?
- voçe debe confiar en Odo. Odo resuelve muitos
entuertos. Voçe no se preocupe.
- Está bien, pero debe darme alguna prueba de su
efectividad. Tal vez si me muestra su certificado...
El bulldog sonrió. Fue un pequeño, torcido, sádico
movimiento del arrugado labio hacia la gorda mejilla. Una
sonrisa estilo bulldog. Odo no sonrió.
- ¿De qué certificado voçe fala?
- ¿Cómo qué certificado? El certificado del Diap, por
supuesto.
- ¿El Diap? Odo no comprendi. ¿Qué cosa es el Diap?
Odo no necesita ningún certificado pra trabalhar en esto.
- Pero si no tiene el certificado del Diap, ¿cómo puedo
estar seguro de que sus conjuros son infalibles? Hasta
donde sé, usted puede querer estafarme vendiéndome
faisanes. Y ni toquemos el tema de que desde que salió
la ley de control de la parapsicología, medicinas
alternativas, adivinaciones y afines, su trabajo de arreglo
de entuertos es ilegal sin el certificado.
Había decidido ir por la vía corta. Ya mucho tiempo
falando con Odo me había puesto impaciente. Al bulldog
no le iba a incomodar que me ponga más a la ofensiva. El
problema era que por el camino corto estaba el lobo. Odo
transformó sus amables modales en violentos instintos de
preservación. Y con la ira, mágicamente su español
mejoró.
- ¡Usted insulta a Odo! ¡Odo no permite que lo traten
así! Odo quería ayudarlo, ¡y usted me trata de estafador!
Si quiere, lo ayudo. Si no ¡se va de aquí! Odo no lo
necesita a usted. Y usted se va a quedar sin su Oriana.
¿Qué va a hacer? ¿Se queda y tiene fe en Odo, o se va?
“Me temo que no es tan sencillo” dije decididamente,
mostrándole a Odo la placa policial. Fuego le salía de los
ojos; humo de las orejas; espuma de la boca. Y con el
odio de una honestidad brutal, nos gritó: “¡Los maldigo!
¡A ustedes y a sus hijos! ¡Que el diablo los entierre! ¡Que
los gusanos se coman su carne y los buitres sus ojos!
¡Que la sarna y la lepra los devore por dentro!”