Casi Ciencia, Casi Ficcion

factores que mueven a la ciencia, a falta de una fuerza
impulsora económica: la curiosidad y el orgullo.
El primero, la curiosidad, es un factor totalmente
personal, equivalente al “miedo al vacío” con que los
griegos explicaban el efecto de la presión en el
movimiento de los fluidos. Tememos al vacío de las
explicaciones, al no entender donde estamos parados en
el mundo, a no poder comprender el cómo y porqué de
nuestras vidas. Y quien se atreve a poner su nariz en
estas dudas, se puede llamar investigador.
El segundo factor, el orgullo, es una emoción
intrínseca y potente en cada uno. A diferencia de la
curiosidad, es una emoción pública. Queremos ser el
centro de la fiesta, y queremos que la fiesta sea la más
grande y recordada. Pocas cosas mueven más a un
científico que la posibilidad de ser reconocido por su
trabajo “en beneficio de la humanidad”, de recibir un
premio, una mención, un galardón, una medalla o un
diploma. De que su apellido sea recordado como una
constante, una unidad física o al menos una teoría o una
ecuación, tal como E=mc 2 .
Hay un tercer factor, posiblemente menos irrefrenable
aunque más enfocado: una mente escéptica. Quién no
duda de lo escrito, o no reniega de la autoridad per se, o
no trata de basar su funcionamiento en la realidad en
lugar de en lo sobrenatural, no puede llamarse científico.
Estos factores son fuertemente atrayentes para los
científicos, y debemos agradecer su existencia, porque si
el motto de la ciencia fuera poder y dinero, el mundo se
encontraría aún en el medioevo. No existe la riqueza ni el
lujo en la vida académica. Quien quiere un estándar alto
de vida, una casa con pileta, un perro de pedigrí, un auto
con tapizado de cuero, vacaciones en un centro de ski
para toda la familia, una foto con un San Bernardo en los
Alpes, que se dirija a la industria privada, donde compiten
con efectivo para obtener a los cerebros de calidad.
Veamos un ejemplo claro. ¿Cuántos millonarios hay
en la industria del entretenimiento? ¿Y cuántos abogados
adinerados? ¿Cuántos comerciantes? Sin embargo, ¿quién
conoce un biólogo acaudalado? Es posible argumentar
que la ciencia se mueve principalmente por canales
estatales, y por tanto hay que ubicarse en este marco
para comparar. Pues bien, ¿Cuál es el sueldo de un
congresista? ¿De un juez? ¿De un coronel? ¿Y de un
matemático?
¿Cuál es el máximo honor que un científico puede
recibir? Es sabido por todos que el Nobel llena de loas a
quién sea su recipiente. Uno al año en las disciplinas que
Alfred Nobel consideró adecuadas: Química, Física,
Fisiología y Medicina, Literatura y Paz (Economía fue un
agregado muy posterior). Gran suerte que el honor es
grande, porque dudosamente haga millonarios. Si el
premiado tiene la suerte de recibir el premio solo, el rey
de Suecia le entregará un millón de valutoj, además de la
30
medalla. ¿Es ésta una cantidad fantástica de plata?
Consideremos que es uno, que es el químico o físico más
importante del año, que nadie en la tierra tiene mayores
laureles en el campo científico, y recibe como
recompensa por su enorme aporte al conocimiento del
universo un décimo del pago a algún actor famoso por
una sola película. Pero que honor...
Veamos otros premios altamente honorarios:
Premio Wolf, en las áreas de Agricultura, Química,
Matemáticas, Medicina, Física y Arte. En química y física
se lo considera solo superado por el Nobel. Cien mil
valutoj es el monto otorgado.
Premio Lasker en tres áreas de Medicina. Ciento
cincuenta mil valutoj para los merecedores de tan
importante prestigio.
Medalla Fields en Matemática, considerado el Nobel
de esta disciplina. Una vez cada cuatro años otorga
quince mil valutoj.
Por suerte está también el premio Abel en el área,
que aporta un poco más, cien mil valutoj.
Y no olvidemos el Premio Turing en computación, de
un cuarto de millón de valutoj (¿Cuál es el sueldo anual
de los líderes de las grandes empresas en informática?).
La vida del científico no se caracteriza por el lujo.
Tampoco por una vida pasando necesidades, pero pocas
profesiones tienen una relación tan baja salario-años de
estudio. Y llegar a un cargo alto es sacrificado, en un
ambiente que no premia al rezagado ni al perezoso. Es
como si hubiera que aceptar que el mayor pago por
beneficiar a la humanidad es el que la humanidad se deje
ser beneficiada. Y hacerlo por dinero es sucia avaricia,
con las necesidades que imperan. El dinero está
destinado para quien no aporta, para un inversionista, un
mafioso, un político con las manos embarradas. Que se
queden ellos con los lujos. El científico no los necesita.
Honor y decencia, altruismo y conocimiento deberían ser
las únicas riquezas del investigador. ¿O no? ¿Tiene
derecho un verdadero aportador para la humanidad a
decir que quiere los beneficios que otras profesiones
menos interesadas por el bien social reciben? ¿Puede un
biólogo desear ser rico además de querer descubrir una
nueva especie de mecanismo genético? ¿Puede un
matemático querer poner su nombre en un teorema, y
además manejar un auto nuevo cada cinco años? ¿Qué
impide que un químico desarrolle una fantástica
nanopartícula y además cene una vez por semana
centolla en salsa de hongos?
Tal vez este sea un buen momento para decir basta.
Queremos ni más ni menos que lo que recibe un
empleado estatal de la misma categoría y preparación.
Queremos que los largos años de estudios sean
premiados en valutoj también, y no solo en honores. Que
los doctorantes vuelvan a sus casas pensando en escribir
su tesis, y no en buscar un trabajo extra para llegar a fin