Casi Ciencia, Casi Ficcion

Grave error, doctor Tuvok. Le estaba dando al bulldog
justo lo que ella buscaba.
- Dígame, doctor Tuvok. ¿No ve necesario que alguien
controle su trabajo, que revise si usted consciente o
inconscientemente estafa a sus pacientes?
- ¿Y quién me va a controlar, usted? ¿Acaso es usted
inspectora? ¿Qué sabe del tema, como para hablarme
así?
- Bueno, en principio sé que los fonones, o
vibraciones colectivas internas de una red cristalina, no
influyen en un campo energético externo, sea térmico o
magnético. También sé que nunca se observó
experimentalmente algo así como un campo
bioenergético, más allá del típico espectro infrarrojo que
cualquier cuerpo caliente genera. Y sé que nunca se
observó una actividad terapéutica estadísticamente
significativa de estas vibraciones no influyentes en este
campo energético no existente. Y por último, tiene razón,
soy una inspectora. Y para su suerte, doctor Tuvok,
inspectora del Departamento de Investigación de Asuntos
Paranormales, dependiente adivine de quién... ¡Sí! ¡Del
ministerio de ciencias y de la policía! Este es su día
doctor.
Tuvok volvió a transformar su semblante. Ahora se le
habían abierto los ojos como gato pidiendo merluza, y la
boca semiabierta tenía el labio inferior del lado izquierdo
temblándole ligeramente. Esa cara podía generarle
lástima hasta a un verdugo. Pero claro, el bulldog no era
cualquier verdugo.
- Veo que nos estamos entendiendo, señor Tuvok. Si
me permite, antes de que se le caiga la mandíbula le voy
a preguntar algo indiscreto. ¿Usted realmente cree en el
poder terapéutico de las piedras?
- Que si yo...
- Si, usted, le pregunté si es sincero y confía en que
las piedras curan, o es un miserable rato y estafa a sus
clientes.
- No no, las piedras curan. Este es un trabajo
honesto...
El doctor ya estaba totalmente desarticulado. Su voz
era un hilo frágil, su piel era pálida. No sé si las piedras
tienen el poder de curar, pero el bulldog tenía el poder de
enfermar. ¡Estaba viendo a los cuatro jinetes del
apocalipsis reencarnados en un horrible cánido!
- Fantástico, doctor. Si usted honestamente cree en
sus piedras, entonces no tendrá problemas en testearlas
como corresponde, ¿no? Algo más objetivo y real que los
estudios baratos y tendenciosos de su Journal of
Alternative and Complementary Sciences. Si usted es
honesto y los estudios dan que las piedras no dan una
mejora significativa, entonces honestamente se puede
dedicar a arreglar lavarropas. Si no es honesto y las
piedras no funcionan, entonces mi lugarteniente, el joven
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maravilla, ese que está tirado como una lagartija en la
camilla, va a venir a aplastarlo con toda la fuerza del
brazo de la ley. Pero no nos apresuremos, porque las
piedras funcionan, ¿no doctor?
- Eh... si... eso creo.
- Muy bien. Eso cree. Le propongo algo poco ortodoxo
y poco serio, para que se dé cuenta de lo que tiene que
hacer para que no lo arrojemos a las mazmorras. Resulta
que tengo artrosis en las dos manos. Usted me va a dar
dos piedras, una que supuestamente cura, y otra que
seguro no cura. Porque me imagino que usted trata la
artrosis, ¿no?
- Eh... si... a veces.
- Bien. Entonces me da dos piedras, una funciona y
otra no. Yo no sé cual es cual, yo soy la primera ciega.
Así no hay efecto placebo. Por otro lado usted me va a
dar ambas piedras en una caja cerrada, y no va a ver con
qué mano agarro cada una. Así usted no influye en mí.
Usted es el segundo ciego. ¿Me entiende? Y si en una
mano se me calma este dolor de merdo y en la otra mano
no, entonces tiene chances de obtener el certificado del
Diap. ¿Qué le parece? No será estadísticamente
significativo, y solo probaría que calma la artrosis, pero al
menos es a doble ciego.
A esta altura el doctor Tuvok parecía un patito
mojado después de haber pasado por una licuadora
industrial. Era entendible. Por más fe que le tenga a su
profesión, hoy había tenido una dura lección de cómo
testear su fe, y solo con fe no se puede probar la fe. Era
más que humano que intente esquivar con cualquier
excusa la prueba del bulldog.
- Pero las gemas no funcionan así. No se puede
pretender que curen en esas condiciones.
- ¿Por qué no? ¿Son tan sensibles estas piedras que
se ofenden cuando se las quiere probar? Dígame, doctor,
si viene un paciente con artrosis en sus manos, ¿cómo lo
trata?
- Bueno, se acuesta en la camilla...
- Vamos a empezar con eso. A ver usted, el que está
durmiendo en la camilla con toda esa bijuoterie encima,
¿puede mover su pugo de ahí?
Me apresuré a sacarme todas las piedras que me
estaban revitalizando el campo bioenergético y le dejé el
espacio al bulldog. Después de varios intentos de
treparse dando torpes saltitos y varios insultos, la ayudé
a subirse hasta que finalmente se acomodó en la camilla.
- Mmm, me dejaron la camilla calentita. Esto me va a
ayudar a relajarme. ¿Ahora que, doctor?
- No, no. Me niego a trabajar en estas condiciones. No
me puede forzar a tratarla. Menos cuando usted se
empecina en degradar mi trabajo. Es imposible tratar a
alguien cuando cree que la gemoterapia no funciona.