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—¿Le dijiste sobre el Torneo de las Tormentas?
—Yo… —vacilo.
Dante hace una pausa. Encuentra mis ojos.
—Y traicionaste a Raffaele en el palacio, ¿no?
Parpadeo. ¿Qué? ¿Raffaele?
—¿Raffaele no ha vuelto?
Dante no necesita hablar para que sepa la respuesta. Raffaele estaba ausente en la
última reunión, nunca regresó de su visita con el cliente. No, no él. El pensamiento de
Raffaele siendo el primero en sufrir…
Dante arremete de nuevo. Me tira al suelo y me sostiene. No puedo encontrar mi
energía. Violetta deja escapar un grito ahogado.
—Te voy a llevar de vuelta a Enzo —gruñe, entrecerrando los ojos. Su mano presiona
mi cuello, me ahogo. No, no puedes. Debería ser quien le diga, no tú—. Vas a responderle,
pequeña cobarde patética.
Te mataré antes de que puedas arruinar este acuerdo.
Las palabras de mi padre desde aquella fatídica noche de repente hacen eco, llenando
mis oídos y me lleva de nuevo al mercado empapado por la lluvia en el que había
muerto. Las palabras de Dante a Enzo corren por mi mente. La oscuridad que se ha
levantado en mí desde que me fui de los Dagas ahora araña salvajemente por ser liberada,
crece y crece, alimentándose de los temores y el odio de Dante, los Inquisidores, el terror de
la gente en las calles, la oscuridad que nos rodea. Por encima de mí, ya no veo a Dante... en
cambio, veo a mi padre, sus labios torcidos en una sonrisa oscura.
Suficiente. Entrelazo los hilos brillantes de energía de alrededor, de repente hay tantos
de ellos que me siento mareada de poder, como si hubiera dejado mi cuerpo. Raffaele una
vez me mostró cómo crear ilusiones de contacto. ¿Puedo hacer eso ahora?
Desnudo mis dientes. Y doy rienda suelta a mi ira.
Por un solo, terrible momento, puedo ver cada uno de los hilos de energía conectarme
con Dante. De mí misma a sus sentidos de dolor. Por instinto, me acerco y tiro fuertemente.
De repente Dante se aleja de mí. Su mano sale de mi cuello, grito desesperada en busca
de aire. Sus ojos sobresalen. Luego baja los brazos y deja escapar un grito espeluznante. El
sonido envía un torrente de emoción a través de mí tan intenso que tiemblo de pies a
cabeza. La ilusión de tacto; la ilusión de dolor. Oh, he querido hacer esto durante tanto
tiempo. Tiro con más fuerza, retorciéndolo, lo que aumenta su creencia de que está en
agonía, que sus miembros están siendo arrancados uno a uno, de que alguien está
desgarrando la piel de su espalda. Él cae al suelo y se retuerce. Grito detrás de grito.
Al principio, todo lo que siento es rabia de él. Me mira con asesinato en sus ojos.
—Voy a matarte —gruñe en medio de su dolor—. Atacaste al Élite equivocado.
Endurezco mi expresión. No, tú lo hiciste.
Su rabia cambia a miedo. Terror brota de él, esto solo me hace más fuerte, y utilizo
todo el poder extra para torturarlo. Una parte de mí está horrorizada por lo que estoy