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—Tiene que haber algo más dentro de ti, Adelina. —Toma mi dedo anular, luego, lleva

una mano a lo largo del mismo. Mi respiración se acelera—. Dime que al menos tengo una

hija malfetto que es útil.

Estoy confundida. No sé cómo responder.

—Lo siento. —Por fin consigo pronunciar—. No quería entristecerla. Yo solo…

—No, no. No puedes evitarlo. —Mira por encima de su hombro a mi hermana—.

Violetta —dice suavemente, asintiendo para que se acerque. Ella avanza—. Ven. Vamos a ver

si tu hermana tiene algún valor. —Vamos a ver si ella tiene poderes.

—No, padre, no… por favor… —pide Violetta, entonces tira de su brazo—. Ella no hizo

nada. Estábamos jugando. —El latido de mi corazón se acelera a un ritmo frenético.

Intercambiamos una mirada frenética. Sálvame, Violetta.

Mi padre la sacude, luego vuelve su atención hacia mí y aprieta su agarre alrededor de

mi dedo anular.

—¿Eres inútil como la mariposa, Adelina?

Niego en pánico. No. Por favor. Dame una oportunidad.

—Entonces muéstrame. Muéstrame lo que puedes hacer.

Luego rompe mi dedo.

Me despierto de repente, un grito silencioso en mi lengua. Mi dedo torcido palpita,

como si se hubiera roto hace solo un momento en vez de seis años antes, y me lo froto

instintivamente, tratando de enderezarlo como siempre. Mareas oscuras se agitan en mi

estómago, la fealdad familiar que mi padre le gustaba cultivar.

Entonces entrecierro mis ojos a la luz. ¿Dónde estoy? La luz solar se inclina en el no

familiar dormitorio de ventanas arqueadas, llenando el espacio con una neblina de color

crema y cortinas de gasa que se ondulan con la brisa. En una mesa cercana, un libro abierto

se encuentra al lado de una pluma y el tintero. Placas de flores de jazmín reposan en los

aparadores y las repisas de balcones. Su dulce aroma era probablemente la razón por la que

he soñado con mi hermana y yo en nuestro jardín. Me muevo con cautela, luego me doy

cuenta de que estoy echada en una cama con una pila de mantas y almohadas bordadas.

Parpadeo, desorientada por un momento.

Tal vez morí. Esta habitación en realidad no se parece a las aguas del inframundo, sin

embargo. ¿Qué había ocurrido en la ejecución? Recuerdo que los Inquisidores se alinearon

en la plataforma, y mis manos lucharon contra las cadenas de hierro. Bajo la mirada a mis

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