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Raffaele ríe con su hermosa sonrisa.

—Algún día te lo enseñaré, si quieres.

Mi corazón se estremece de nuevo con eso y me pregunto si tiene algo que ver con la

energía de Raffaele esta vez.

—¿Y yo qué? —pregunto después de una pausa—. ¿Mi poder?

—De todos los Daga, tú y yo somos los más parecidos. Sentimos lo intangible. —

Raffaele gira los ojos y el sol atrapa los colores brillantes cambiantes de su iris—. Piensa en

los dioses menores… Formidite, el ángel del miedo, o Caldora, el ángel de la Furia. Laetes, el

ángel de la Alegría. Denario, el ángel de la avaricia. Los hilos de energía conectan no solo las

cosas físicas, sino también las emociones, pensamientos y sentimientos… el miedo, el odio,

el amor, la alegría, la tristeza. Tienes la capacidad de tirar de los hilos del miedo y el odio.

Un talento de gran alcance, si puedes domarlo. Cuanto más miedo y odio hay en tu entorno,

más fuerte eres. El miedo crea las ilusiones más fuertes. Todo el mundo tiene oscuridad,

aunque la oculten. —Sus ojos se vuelven solemnes y tiemblo, preguntándome qué pequeña

oscuridad podría tener su gentil alma.

—¿Fue Enzo el primer Elite que conociste? —susurro.

—Sí.

De repente estoy curiosa.

—¿Cómo lo conociste?

Raffaele comienza a guardar los polvos que están sobre la mesa.

—Compró mi virginidad.

Me giro rápidamente en mi silla para mirarlo.

—¿T-tu virginidad? ¿Quieres decir que tú y Enzo…?

—No es lo que piensas. —Sonríe divertido—. Cuando cumplí diecisiete años y tuve

mayoría de edad, me convertí en un consorte oficial de la Corte Fortunata. Así que la corte

sostuvo una generosa subasta en una mascarada para mi debut.

Trato de imaginar la escena: Raffaele a mi edad, joven e inocente, más hermoso que

cualquier otra persona en el mundo, de pie ante un mar de nobleza enmascarada,

preparándose para dejarse llevar.

—Toda la ciudad debe haberse dado vuelta por ti.

Raffaele no está en desacuerdo, lo cual es confirmación suficiente.

—Enzo vino a mi debut en la noche, en secreto, en busca de otros como él. —Duda por

un momento, como si estuviera recordando—. Lo percibí al instante en que llegó, a pesar de

que se quedó escondido, fuera de vista. Nunca en mi vida había conocido a otro con el tipo

de energía que tenía. Era la primera vez que pude ver los hilos de su energía a su alrededor

como un halo, tejiendo juntos y separados. Debió notar mi extraño interés en él. Ofertó por

mí y ganó.

—¿Cuánto? —pregunto curiosamente.

—Una cantidad obscena. —Baja la vista—. Tenía miedo, ya sabes. Había escuchado

historias de los consortes mayores de sus noches de debut. Pero cuando vino a mi

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