fabricantes de rebelion
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una manera <strong>de</strong> valorarnos y fortalecernos a nosotros mismos. Solos, cual masa <strong>de</strong><br />
anónimos en estas tierras colonizadas, no somos absolutamente nada, acompañados por<br />
ese referente mesiánico al menos poseemos una i<strong>de</strong>ntidad. Somos el pueblo <strong>de</strong> Bolívar o<br />
<strong>de</strong> Zapata. Nos recreamos contando el encuentro <strong>de</strong> todo el pueblo y el individuo<br />
maravilloso que lo hacer ser. Al per<strong>de</strong>rse esa fusión mágica nos recogemos en la tristeza<br />
y empezamos a vagabun<strong>de</strong>ar por la historia en la búsqueda <strong>de</strong> una nueva epopeya<br />
maravillosa o al menos en el recuerdo nostálgico <strong>de</strong> nuestros héroes. Ese es el discurso<br />
<strong>de</strong> nuestra historia, una paráfrasis <strong>de</strong> relatos y sentimientos que retornan eternamente<br />
sobre la misma lógica <strong>de</strong> la fusión mágica. Sin ella sencillamente no hay historia, y sin<br />
la tragedia que habrá <strong>de</strong> acompañarla inevitablemente pues menos aún. La tragedia <strong>de</strong><br />
Bolívar; su pasión, su gloria y su muerte, es la tragedia que funda la narración histórica<br />
<strong>de</strong> nuestros pueblos. Ellos la hicieron así y así nos hemos narrado y sentido a nosotros<br />
mismos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el recoge latas hasta el más insigne académico.<br />
Obviamente que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> todo esto se escon<strong>de</strong> toda una ¨visión <strong>de</strong> mundo¨ o<br />
¨filosofía popular¨ a <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Gramsci, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cual construimos las representaciones y<br />
los sentidos <strong>de</strong>l acto político colectivo. Por eso el 27-F es el capítulo ¨bárbaro¨, mientras<br />
que el 4-Fes el capítulo sublime y heroico <strong>de</strong> una misma historia. Invertir y colectivizar<br />
al héroe es una herejía que aún no aceptamos. En el espejo <strong>de</strong> la conciencia en que nos<br />
miramos todavía no po<strong>de</strong>mos estar nosotros mismos y nuestra horripilante realidad. Allí<br />
tiene que haber algo hermoso, una imagen magnífica que nos pueda representar y hablar<br />
por nosotros. Ha <strong>de</strong> ser una imagen bravía pero que a la final correrá con nuestra misma<br />
suerte; por eso la obligamos a recubrirse con ese manto trágico. Es una imagen igual y a<br />
la vez muy distinta a todos, lo que nos da la libertad <strong>de</strong> idolatrarla, o en caso <strong>de</strong> traición,<br />
<strong>de</strong> repudiarla y olvidarla. Una imagen muy divina pero a la vez muy humana. Siempre<br />
hemos hecho lo imposible por encontrar esa imagen para no quedarnos vacíos; una<br />
magnífica representación que sea el fiel espejo <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong>seos. Poco importa si a la<br />
actividad colectiva le sobren méritos para llenarse <strong>de</strong> flores sin necesidad <strong>de</strong> que ellas le<br />
sirvan <strong>de</strong> corona a nadie. Alguien tiene que hablar y sentir por nosotros, y cuando eso<br />
suceda, hablaremos, sentiremos y lucharemos por él.<br />
Esta necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdoblarnos en una figura maravillosa se filtró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
proce<strong>de</strong>r colectivo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros años <strong>de</strong> la década, lo que nos sirvió para<br />
confirmar que la gestación <strong>de</strong> una nueva hegemonía y mucho menos una nueva<br />
formación <strong>de</strong> valores o nuevas estructuras <strong>de</strong> representación, pue<strong>de</strong>n asentarse<br />
liquidando por entero la espiritualidad originaria sobre la cual se fundan. Romper con las<br />
representaciones tradicionales <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r equivale a superponer una nueva corteza <strong>de</strong><br />
valores sobre la visión <strong>de</strong> mundo que los han precedido; se trata como siempre <strong>de</strong> un<br />
movimiento <strong>de</strong> continuidad y ruptura. Durante los años noventa esta va ha ser una<br />
tensión que habremos <strong>de</strong> vivir permanentemente sin po<strong>de</strong>r resolver absolutamente nada,<br />
ya que en todo momento, mientras maduraban <strong>de</strong> manera asombrosa los códigos éticopolíticos<br />
que acompañan los nuevos modos <strong>de</strong> resistencia, al mismo tiempo se<br />
agigantaba sin freno la necesidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sboblamiento en la imagen caudillesca; el<br />
sentirse parte <strong>de</strong> una masa que no es más que la extensión <strong>de</strong>l cuerpo bravío <strong>de</strong>l caudillo.<br />
Los laboratorios <strong>de</strong>l cientificismo social se han cansado <strong>de</strong> tratar <strong>de</strong> darle alguna<br />
explicación acabada a este tipo <strong>de</strong> fenómenos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mil perspectivas, ya sean políticas,