fabricantes de rebelion
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culturales, sociales o económicas. Pero este tipo <strong>de</strong> explicaciones externas nos parecen<br />
bastante irrelevantes, no solamente por lo insípidas que suelen ser, sino por el hecho <strong>de</strong><br />
que siempre tien<strong>de</strong>n a congelar la causa como si se tratase <strong>de</strong> una verdad escondida o <strong>de</strong><br />
una culpa que nos acompaña. Nos interesa más bien recorrer una realidad en<br />
movimiento que no se resuelve por el hallazgo <strong>de</strong> esencias explicativas y petrificadas<br />
sino a través <strong>de</strong> los sujetos que intervienen en ella y <strong>de</strong> los significados que van<br />
<strong>de</strong>scubriendo sus actos. Interesa en este particular observar como esa imagen que hemos<br />
fabricado <strong>de</strong>l nosotros pueblo, multiplicada hasta el infinito por los espejos mediáticos<br />
en la figura <strong>de</strong> una suerte <strong>de</strong> vándalo ignorante y enar<strong>de</strong>cido, permitimos que se<br />
<strong>de</strong>sdoble sobre una fachada <strong>de</strong> fuerza que nos rescata por entero para luego recogerla en<br />
nuestros cuerpos. En otras palabras, no nos interesa tanto explicar el por qué <strong>de</strong> los<br />
hechos sino la manera en que nos hacemos partícipes <strong>de</strong> su construcción y <strong>de</strong>sarrollo.<br />
Todos estos años pudimos evi<strong>de</strong>nciar que el caudillo es un personaje<br />
indispensable para enfrentar la imagen <strong>de</strong>l vándalo o cualquier otro símil que esté<br />
metido en nuestro inconsciente, reforzada <strong>de</strong> manera brutal por las ondas y nervios<br />
electrónicos <strong>de</strong> los medios. La pelea hubo que darla contando con la fachada noble y<br />
fuerte que encarna el caudillo, y que sea ella la que <strong>de</strong> la cara por todos (hasta sería<br />
bueno constatar cómo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquellos años será la imagen <strong>de</strong>l propio Chávez la que<br />
tratarán <strong>de</strong> confundir con la <strong>de</strong>l vándalo estúpido y terrorista sin mucho éxito. La trampa<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sdoblamiento a esos fines funcionó perfectamente). Pero también nos damos<br />
cuenta que con este jueguito <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sdoblamiento se está poniendo en riesgo un serio<br />
problema <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. De allí que nunca se <strong>de</strong>je <strong>de</strong> susurrar a escondidas que la solución se<br />
pueda revertir contra nosotros. Sin embargo la <strong>de</strong>cisión estaba tomada, la imagen<br />
envolvente tenía que aparecer en cualquier momento convirtiéndose en el símbolo<br />
personalizado <strong>de</strong> la rebelión <strong>de</strong> todos. Un personaje que inconscientemente empezamos<br />
a construir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que revienta la rebelión, y aunque el modo en que logramos resistir los<br />
embates <strong>de</strong>l enemigo y la manera en que blindamos material y espiritualmente nuestra<br />
acción subversiva, nada tenga que ver con la búsqueda <strong>de</strong> esta nueva representación <strong>de</strong><br />
todos -mas bien reniega continuamente <strong>de</strong> ella-, sin embargo la combinación entre la<br />
<strong>de</strong>bilidad real y los pesados códigos <strong>de</strong> la filosofía popular, obligó a tallarla hasta<br />
hacerla nacer. Chávez es una creación colectiva y su principal expropiador.<br />
Posteriormente aparecieron los que se han encargado <strong>de</strong> invertir los términos <strong>de</strong><br />
la creación. Serán ¨los comandantes¨, los ¨dirigentes¨, encabezados por su gran lí<strong>de</strong>r, los<br />
creadores <strong>de</strong> lo que llaman una ¨nueva república¨, y comenzará la interesantísima<br />
diatriba entre los <strong>de</strong>fensores y los <strong>de</strong>tractores <strong>de</strong>l lí<strong>de</strong>r y el nuevo li<strong>de</strong>razgo, entre los que<br />
<strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n su creación y los que <strong>de</strong>tractan <strong>de</strong> ella. Lo <strong>de</strong>l protagonismo popular fue y es<br />
un señuelo para ilusos, más nunca una clave teórica para compren<strong>de</strong>r los hechos; eso sí<br />
que comprometería la legitimidad <strong>de</strong> su ¨creación¨. Para todos estos señores los dioses<br />
tienen que guardar su incuestionable po<strong>de</strong>r divino.<br />
Pero poco importa, más bien por analogía po<strong>de</strong>mos ver lo aleccionador <strong>de</strong> este<br />
principio <strong>de</strong>l protagonismo popular. Sólo por tomar un ejemplo: sabemos que las piezas<br />
<strong>de</strong> creación barroca en tiempos <strong>de</strong> la colonia no sólo sirvieron para que los sacerdotes y<br />
encomendadores impongan a los ojos <strong>de</strong>l pueblo sumiso su magnánimo po<strong>de</strong>r. El<br />
escritor cubano Lezama Lima lo comenta con extraordinaria agu<strong>de</strong>za al analizar el