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Tercer Testamento - El Libro de la Vida Verdadera

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virtu<strong>de</strong>s, ¿cómo pretendéis alcanzar <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> mi Reino para vuestro espíritu? ¿cómo queréis gozar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s <strong>de</strong>licias que<br />

están reservadas a quienes saben elevarse para alcanzar<strong>la</strong>s?<br />

36 Tres cualida<strong>de</strong>s son necesarias en mis discípulos para llegar a transformar su vida: La primera es escucharme; <strong>la</strong><br />

segunda, enten<strong>de</strong>rme y <strong>la</strong> tercera, practicar mi enseñanza.<br />

45 Muchos siglos antes <strong>de</strong> que María <strong>de</strong>scendiese al mundo a cumplir un divino <strong>de</strong>stino, encarnando en una mujer, un<br />

profeta <strong>de</strong> Dios <strong>la</strong> anunció; por él sabíais que una virgen concebiría y daría a luz un hijo, el cual sería l<strong>la</strong>mado<br />

Emmanuel, es <strong>de</strong>cir, Dios con vosotros.<br />

46 En María, mujer sin mancha, en quien <strong>de</strong>scendió el Espíritu <strong>de</strong> <strong>la</strong> ternura celestial, se cumplió <strong>la</strong> divina promesa<br />

anunciada al pueblo.<br />

51 Mi discípulo Juan, profeta y vi<strong>de</strong>nte, contempló en su éxtasis una mujer vestida <strong>de</strong> sol, una virgen radiante <strong>de</strong> luz.<br />

52 Esa mujer, esa virgen, es María, <strong>la</strong> que volverá a concebir en su seno, no a un nuevo Re<strong>de</strong>ntor, sino a un mundo <strong>de</strong><br />

hombres que en <strong>El</strong><strong>la</strong> se sustenten <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong> fe y <strong>de</strong> humildad, para seguir <strong>la</strong>s divinas huel<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Cristo, el Maestro <strong>de</strong><br />

toda perfección.<br />

<strong>El</strong> profeta vio cómo aquel<strong>la</strong> mujer pa<strong>de</strong>cía como si fuera a dar a luz, y ese dolor era el <strong>de</strong> <strong>la</strong> purificación <strong>de</strong> los hombres,<br />

el <strong>de</strong> <strong>la</strong> expiación <strong>de</strong> los espíritus. Pasado el dolor, <strong>la</strong> luz se hará en los hombres y <strong>la</strong> alegría llenará el Espíritu <strong>de</strong><br />

vuestra Madre Celestial.<br />

De Enseñanza 142<br />

31 Mi pa<strong>la</strong>bra volverá a incomodar a los hombres como en los tiempos pasados, mas les diré <strong>la</strong> verdad. Sin <strong>de</strong><strong>la</strong>tar a<br />

nadie, dije hipócrita al hipócrita, adúltero al adúltero e inicuo al inicuo. Había sido vejada <strong>la</strong> verdad y era menester que<br />

resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ciera, tal como ahora en que <strong>la</strong> verdad ha sido ocultada y por ello tiene que surgir nuevamente ante los ojos <strong>de</strong><br />

los hombres.<br />

¿Qué os enseño ahora? A ben<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> corazón y espíritu a todo y a todos, porque quien bendice así es semejante a su<br />

Padre, al hacer llegar su calor a todos. Por eso os digo: Apren<strong>de</strong>d a ben<strong>de</strong>cir con el espíritu, con el pensamiento, con el<br />

corazón, y vuestra paz, vuestra fuerza y vuestro calor llegarán a aquél a quien se lo enviéis, por distante que lo creáis.<br />

¿Qué pasaría si todos los hombres se bendijesen, aun sin conocerse ni haberse visto nunca? Que reinaría <strong>la</strong> paz en <strong>la</strong><br />

Tierra; sería inconcebible <strong>la</strong> guerra. Para que ese mi<strong>la</strong>gro se realice, es menester que elevéis vuestro espíritu por medio<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> perseverancia en <strong>la</strong> virtud. ¿Lo juzgáis acaso imposible?<br />

32 ¡Cuántos gran<strong>de</strong>s pecadores convertidos llegaron a alcanzar el grado que vosotros l<strong>la</strong>máis <strong>de</strong> santidad! Aquéllos no<br />

eran en su origen mejores que vosotros; pero ese grado <strong>de</strong> perfección no lo habéis alcanzado aún. Comenzáis a amar,<br />

el don <strong>de</strong> <strong>la</strong> intuición empieza a dar frutos y ya tenéis inspiración, porque cuando os toco, respondéis.<br />

No todas <strong>la</strong>s puertas son sensibles a mi l<strong>la</strong>mado, pero aquél<strong>la</strong>s que se abren, son <strong>la</strong>s que <strong>de</strong>jan pasar mi luz entre<br />

vosotros.<br />

No es imposible <strong>la</strong> transformación <strong>de</strong>l pecador. Recordad algunos nombres <strong>de</strong> <strong>la</strong> Segunda Era: Magdalena, Pablo,<br />

Agustín, Francisco <strong>de</strong> Asís. ¿Por qué sólo habéis <strong>de</strong> recordar a los <strong>de</strong>l Primer Tiempo?<br />

33 Estos que os menciono, supieron <strong>de</strong>l pecado y hasta <strong>de</strong>l cieno <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pasiones y, en cambio, ahora bril<strong>la</strong>n como<br />

luminarias en el Cielo, y como iluminadores <strong>de</strong> los hombres envían su luz a vosotros.<br />

34 Sólo Yo puedo reve<strong>la</strong>ros lo <strong>de</strong>sconocido. Así puedo <strong>de</strong>ciros que en vano los hombres <strong>de</strong> ahora tratan <strong>de</strong> conocer <strong>la</strong><br />

juventud <strong>de</strong> Jesús en <strong>la</strong> Tierra. Escudriñan e imaginan, mas sólo se conoce mi niñez y el tiempo <strong>de</strong> mi predicación.<br />

A vosotros os digo: Jesús, antes <strong>de</strong> levantarse a anunciar el Reino <strong>de</strong> los Cielos, nada aprendió <strong>de</strong> los hombres. ¿Qué<br />

tenía que apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ellos quien en su infancia confundió a los doctores <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ley? Aquel tiempo, <strong>de</strong>l cual los hombres<br />

nada saben, fue tan sólo un tiempo <strong>de</strong> espera.<br />

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