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84 Cordula Strocka<br />

el término pandilla para aludir a grupos <strong>de</strong> músicos y danzantes que<br />

participaban en las procesiones tradicionales <strong>de</strong>l Carnaval. Así, dicho<br />

término originalmente tuvo una connotación positiva. Sin embargo,<br />

con su uso creciente para <strong>de</strong>notar grupos juveniles violentos, adquirió<br />

un significado casi exclusivamente negativo.<br />

En general, los medios <strong>de</strong> comunicación locales <strong>de</strong> Huamanga<br />

pintan a las pandillas como si estuvieran inextricablemente vinculadas<br />

a la <strong>de</strong>lincuencia y la violencia. Por ejemplo, los artículos<br />

frecuentemente utilizan expresiones tales como “pandillas <strong>de</strong>lincuenciales”,<br />

“jóvenes <strong>de</strong>lincuentes”, “alimañas” o “maleantes”. La<br />

supuesta crueldad <strong>de</strong> la violencia pandillera es resaltada mediante<br />

<strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong>talladas tanto <strong>de</strong> las armas punzantes empleadas por<br />

los jóvenes para atacar a sus víctimas, como <strong>de</strong> la severidad <strong>de</strong> las<br />

heridas inflingidas. A<strong>de</strong>más, para respaldar la tesis <strong>de</strong> que las<br />

pandillas son inherentemente inmorales e inescrupulosas, la prensa<br />

presta particular atención a los presuntos ataques que ellas hacen a<br />

muchachas “in<strong>de</strong>fensas” y ancianos (La calle, 1999b, 1999e, 1999f).<br />

Los pandilleros son representados como seres irracionales impulsados<br />

por “bajos instintos”, al igual que los animales (La calle, 1996c,<br />

1997b, 2000). Los casos <strong>de</strong> violaciones, en particular, son <strong>de</strong>scritos<br />

con lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles sangrientos, enfatizándose lo perverso <strong>de</strong>l<br />

comportamiento <strong>de</strong> los perpetradores (La calle, 1997b, 1999g, 2000).<br />

Aún más, los medios respaldan su afirmación <strong>de</strong> que las pandillas son<br />

irracionales, mostrando consistentemente que la mayoría <strong>de</strong> los<br />

asaltos fueron “sólo por unos soles” (La calle, 1999a), o que “todo<br />

[fue] por una migaja” (La calle, 1999c).<br />

Los diarios a menudo llaman a las pandillas la “lacra” o los<br />

“parias” <strong>de</strong> la sociedad (La calle, 1997a) (La calle, 2001b). Expresiones<br />

como éstas reflejan la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que estos grupos <strong>de</strong> jóvenes están<br />

conformados esencialmente por marginados malignos que constituyen<br />

una severa amenaza para la sociedad. Los medios asimismo<br />

subrayan cuán severa es dicha amenaza <strong>de</strong>scribiendo el surgimiento y<br />

la proliferación <strong>de</strong> las pandillas como un “brote” epidémico incontrolable<br />

(La calle, 1996a, 1996b). También subrayan aún más la<br />

magnitud <strong>de</strong> esta supuesta epi<strong>de</strong>mia presentando cifras exageradas<br />

—casi siempre sin citar su fuente— <strong>de</strong>l presunto número total <strong>de</strong><br />

pandillas en la ciudad (La calle, 2001c, 2003).

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