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LA IDENTIDAD ANDALUZA EN EL FLAMENCO - Jaleo!!!

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18<br />

En fin, esta hipótesis ha sido seguida por investigadores como Hipólito Rossy, Carlos y<br />

Pedro Caba o el ya citado Félix Grande, que proponen a su vez otras voces, todas<br />

derivadas de fallâh, labrador: fellah-mangu, que hace alusión a los cantos de los<br />

labradores, y felagenkum o flahencou, cantos moriscos de las Alpujarras.<br />

Sin embargo, esta teoría ha sido fuertemente contestada por arabistas que<br />

sostienen que la segunda voz – mangu, mengu - no existe.<br />

La tercera corriente es la sostenida por los autores que defienden el origen<br />

jergal del término flamenco. Son varias las razones esgrimidas por autores como García<br />

Matos 13 para defender esta teoría. En primer lugar, el momento en el que aparece el<br />

término, que coincide con la época en que los gitanos se relacionan más estrechamente<br />

con la hampa, como consecuencia, afirman, de las ordenanzas dictadas por Carlos III,<br />

que permiten a los gitanos asentarse en las ciudades. Y es de todos sabido que el<br />

“hampón” ha empleado siempre nombres “disfrazados”, que llamen al equívoco, y que<br />

simbolicen, más que definan, todo lo relacionado con su mundillo. Pero, ¿por qué<br />

eligieron precisamente este término para designar a los gitanos? La explicación dada por<br />

García Matos, que ha recibido fuertes críticas, es que, el término flamenco, al derivarse<br />

del occitano flamma, guarda la idea de “presunción”, “vistosidad resplandeciente”,<br />

además de “cierta calurosidad…” Esta explicación ha sido, como ya he dicho, muy<br />

criticada, puesto que no es característico de la jerga hampunesca la alteración<br />

fonética, y mucho menos la evolución etimológica que requeriría, por otra parte, de un<br />

gran nivel de cultura lexicográfica.<br />

Finalmente, comentaremos una última teoría que ha sido literalmente vapuleada<br />

por la mayoría de los flamencólogos, que la han tachado, los más comedidos, de<br />

“desafortunada”, hasta el “delirante” de Álvarez Caballero. Se trata de la defendida<br />

por Rodríguez Marín 14 , en la que relaciona el término flamenco con el ave del mismo<br />

nombre, arguyendo que se comenzó a llamar flamencos a los habituales de las tabernas<br />

donde se cantaba y bailaba “porque vestidos con chaqueta corta, altos y quebrados de<br />

cintura, pierniceñidos y nalguisacados, eran propia y pintiparadamente la vera efigie del<br />

ave palmídea de ese nombre.” describe aquí Rodríguez Marín el ambiente flamenco de<br />

su época, que nada tiene en común con el flamenco de finales del siglo XVIII, que es<br />

cuando surge el término en la acepción que nos interesa. Además, y como bien señala<br />

13<br />

Vease M. García Matos, “Cante flamenco”, en Anuario Musical. Volumen V, 1950.<br />

14<br />

F. Rodríguez Marín, El alma de Andalucía en sus mejores coplas amorosas, Madrid, Tipografía de archivos,<br />

1929.

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