11.05.2013 Views

Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Como la experiencia había enseñado lo que querían <strong>de</strong>cir estas palabras,<br />

algunos fuimos a nuestras habitaciones para recoger lo más indispensable:<br />

otros, con gesto <strong>de</strong> resignación, no se molestaron en ir a buscar nada, presintiendo<br />

que todo iba a serles superfluo.<br />

Para evitar la profanación <strong>de</strong>l Santísimo Sacramento que conservábamos<br />

en un cuartito <strong>de</strong> la enfermería, un sacerdote subió a sumir las sagradas Formas,<br />

mientras otros procedían a escon<strong>de</strong>r los ornamentos sagrados y objetos<br />

religiosos que utilizábamos para uso cotidiano.<br />

Alguien intentó aprovechar la oscuridad <strong>de</strong> la noche y el conocimiento <strong>de</strong><br />

la casa para escon<strong>de</strong>rse o escabullirse; pero fue persuadido <strong>de</strong> que sería contraproducente,<br />

si, como era problable, habían puesto centinelas en las cercanías<br />

<strong>de</strong>l colegio.<br />

Al fin bajamos todos a la portería. Ya se encontraban allí los criados. El<br />

cocinero, señor Soler, se mezcló entre ellos, pensando pasar inadvertido, y<br />

una vez libre, po<strong>de</strong>r aten<strong>de</strong>r a los <strong>de</strong>más; pero los milicianos, llevando aparte<br />

a los criados, procedieron a su interrogatorio. A poco, el señor Soler salía y<br />

venía a reunirse con nosotros. Uno <strong>de</strong> los criados le había <strong>de</strong>latado como religioso.<br />

AL AYUNTAMIENTO<br />

Una vez reunidos todos, nos hicieron subir a dos autos y nos trasladaron<br />

al Ayuntamiento, en don<strong>de</strong> nos <strong>de</strong>jaron encerrados con guardias <strong>de</strong> vista en<br />

un <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> la planta baja, mientras los milicianos subían al salón <strong>de</strong>l<br />

Alcal<strong>de</strong> en don<strong>de</strong> empezaron a discutir acerca <strong>de</strong> nuestra suerte con el Comité<br />

local. No sé lo que sucedió en aquel conciliábulo. Seguramente los patrulleros<br />

echarían en cara a los <strong>de</strong>l pueblo su carencia <strong>de</strong> espíritu revolucionario, ya que<br />

habían permitido hasta entonces nuestra presencia en el colegio, en vez <strong>de</strong><br />

darnos «el paseíto» como habían hecho ellos con cuantos religiosos habían<br />

caído en sus manos. Los <strong>de</strong>l pueblo, temerosos <strong>de</strong> la F. A. I., entonces en todo<br />

su apogeo, se acobardaron y les <strong>de</strong>jaron las manos libres, con lo que quedó<br />

<strong>de</strong>cretada nuestra suerte. Pasábamos al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la F. A. I.<br />

Terminada la conferencia, los forasteros se hicieron servir allí mismo una<br />

opípara cena, traída <strong>de</strong> la fonda. Cuando hubieron terminado, cerca <strong>de</strong> la<br />

medianoche, el jefe, un tal Gutiérrez, analfabeto, vino a nuestro calabozo, y<br />

sacando <strong>de</strong>l bolsillo una hoja <strong>de</strong> papel, nos fue tomando la filiación.<br />

Como apenas sabía escribir, no ponía más que disparates. A don Mo<strong>de</strong>sto<br />

le cambió el apellido por Belludo; al señor Prefecto le transformó en Pitando;<br />

naturalmente, los aludidos le <strong>de</strong>cían que se había equivocado, y él, <strong>de</strong> mal<br />

humor, entre palabrotas y blasfemias, corregía su obra. De nuevo se atascó<br />

su lápiz cuando llegó el nombre <strong>de</strong>l clérigo Nemesio Delgado. No había manera<br />

<strong>de</strong> hacerle escribir bien aquel nombre: Demesio, E<strong>de</strong>mesio, Enemesio... Hasta<br />

que por fin don Mariano Beltrán le pidió el lápiz y se puso a escribir nuestros<br />

nombres. Éramos catorce: Sacerdotes: Don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, Director; don<br />

José Pintado, Prefecto; don Francisco Serrats, don Mariano Beltrán, don Esteban<br />

Aguilón, don Ama<strong>de</strong>o Bur<strong>de</strong>us, don Francisco Aparicio y don Juan<br />

Piles. Clérigos: Don Juan Júlvez, don Joaquín Azor, don Nemesio Delgado y<br />

don Antonio Almajano. Coadjutores: Don José Soler y don Juan Miret.<br />

Terminada la lista nos hicieron salir y <strong>de</strong> nuevo ocupamos los dos coches.<br />

178

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!