Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

UNA VÍCTIMA DE LA GUERRA
No deja de ser providencial que, entre tantos salesianos de la Inspectoría
Tarraconense como hubieron de incorporarse a filas en el Ejército rojo, al ser
llamadas sus quintas, y a pesar de que muchos de ellos se vieron en numerosos
e inminentes peligros, ni uno solo haya sido víctima de la metralla nacional.
Acabamos de ver cómo María Auxiliadora parecía proteger de una manera
especia] a aquellos de sus hijos que, forzados a enrolarse en las filas de los
sin Dios, se veían, con repugnancia, frente a los soldados de la verdadera
España. Afortunadamente ninguno de ellos tuvo que disparar un tiro.
La única víctima que el Señor escogió para Sí fue un joven clérigo, que
iba a incorporarse al ejército, en el momento en que una bomba de aviación
le abrió las puertas del Paraíso.
DON JOSÉ MARÍA BENACH Y ROSELL
Era natural de un pueblecito de Tarragona, y al estallar el glorioso Alzamiento
cursaba los estudios de Filosofía en la casa de Gerona, de donde salió
apenas se reanudaron las comunicaciones ferroviarias, para refugiarse en casa
de sus padres, en Lloréns del Panadés.
Dedicado al principio a las faenas del campo para ayudar a sus padres, no
por eso descuidaba sus estudios, ni menos sus prácticas piadosas, y las hacía
con tanto fervor que en casa no consentían que nadie, fuera de José María,
dirigiese las oraciones en común, por el fervor con que las recitaba y que sabía
comunicar a los demás.
Su trato afable y natural simpatía le granjearon bien pronto las amistades
de todos; de modo que a pesar de conocerle como a religioso, jamás fue molestado
por los rojos del pueblo.
Deseoso de aprovechar el tiempo para cuando, terminada la guerra, volviese
de nuevo al seno de la Congregación, emprendió los estudios de Bachillerato,
con tanto éxito, que se ganó una beca en el Instituto de Tarragona,
continuando en esta ciudad sus estudios con notable aprovechamiento; pero
sobre todo siendo siempre ejemplo y modelo de sus compañeros, que le respetaban
y amaban. Era un verdadero apóstol de la Eucaristía. En Tarragona visitaba
asiduamente a otro compañero suyo, don José Mir, salesiano de Gerona,
que prestaba el servicio militar en aquella ciudad, quien le proporcionaba la
Sagrada Eucaristía en una modesta cajita, a fin de que pudiese comulgar durante
la semana. Allí, delante del Santísimo Sacramento, recitaban ambos
las oraciones y satisfacían sus devotos anhelos. A continuación se entretenían
en largas conversaciones en que explayaba el buen José María sus proyectos
para cuando pudiera volver a la Congregación y alcanzar, sobre todo, la ansiada
meta del sacerdocio.
Durante la cuaresma del año 1938 procuró, preocupado siempre por el
adelanto de su alma, hacer los Ejercicios Espirituales, que un sacerdote de
Tarragona predicaba en un pisito, a un grupo de fervorosos católicos.
El día 8 de Marzo del mismo año, y poco después de haber hecho los Ejercicios
aludidos, fue a su casa a despedirse de sus padres, ya que en breve debía
incorporarse a filas por haber sido llamada su quinta.
Aquel día, según luego confesó a don J. Mir, fue para él un día de Paraíso,
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