Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

EN LA CÁRCEL DE MATARó
A mediados de Abril de 1937 fuimos trasladados algunos presos a la cárcel
de Mataró, Al principio, a causa de lo reducido del edificio y de la estrecha vigilancia
que se ejercía, nos parecía que iba a ser imposible continuar con nuestras
prácticas de piedad; mas bien pronto, después de estudiado el ambiente
y las circunstancias, se pudo organizar la vida espiritual con mayor perfección.
Nuestra primera preocupación fue buscarnos buena compañía. No era difícil,
pues abundaban los elementos sinceramente católicos. Logré reunir en
nuestra celda cinco amigos de toda confianza. Ellos querían que yo celebrase;
mas los amigos de fuera de la cárcel al enterarse de este propósito, se hacían
cruces de nuestra temeridad, instándonos a que no cometiéramos lo que calificaban
de suma imprudencia y gravísimo peligro. Se negaron a traernos hostias.
Entonces intentamos hacerlas nosotros: pero no lo pudimos conseguir.
Así pasó la fiesta de San Pedro sin el consuelo de la Santa Misa, Finalmente,
vencido con nuestras instantes el miedo de los amigos, accedieron a proveernos
de lo necesario,
Al principio sólo celebraba los domingos; pero al transcurrir los días y las
semanas sin que nos ocurriera ningún percance, me envalentoné y comencé a
celebrar diariamente e incluso invité a nuestras funciones a algunos compañeros
de otras celdas. Finalmente, algunos sacerdotes se animaron a celebrar
también, y de esta manera, la cárcel vino a convertirse en una pequeña población
con varias «parroquias» en las que se celebraba el Divino Sacrificio a
todas horas de la mañana.
CÓMO CONSEGUIMOS UNA ARA
Lo curioso del caso es que yo podía celebrar sobre una ara auténtica, recogida
por una persona piadosa entre los escombros de una de las iglesias de
la ciudad, y procedente, precisamente, de un altar construido en nuestras Escuelas
Profesionales de Sarria. El sepulcro de las reliquias aún conservaba el
sello del Obispo consagrante, por lo que no había sido profanado.
No contentos con eso, mi hermano José, que es carpintero, construyó un
hermoso Sagrario y de esta manera conservábamos al Señor durante el día
con el mayor decoro posible.
Es cierto que a veces alguna imprudencia, efecto de la excesiva confianza,
nos obligaba por algunos días a camuflar nuestra capilla; sobre todo cuando
venían los del SIM a hacer un registro. Se habían propuesto acabar con todos
los actos religiosos clandestinos y les hicimos creer que sus amenazas habían
surtido el efecto apetecido; pero a pesar de ello, en mi celda seguimos celebrando
diariamente, teniendo además el consuelo de celebrar las tres Misas
del día de Difuntos y la Misa de medianoche el día de Navidad.
LA COMUNIÓN GENERAL
Finalmente, todos estos actos de piedad culminaron con la solemne Comunión
celebrada en la sala que servía de taller de cartucheras.
Era el día 27 de Enero de 1939, que había de ser el último que pasábamos
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