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Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

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franceses, rusos, polacos, alemanes e italianos, con los que trabamos conversación.<br />

Especialmente se nos hizo amigo un ingeniero italiano, llamado César<br />

Bottino, que había venido a España a luchar por sus i<strong>de</strong>ales anarquistas. Había<br />

recorrido los principales países europeos propagando sus i<strong>de</strong>ales y sufriendo un<br />

sinfín <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierros y cárceles. Nos manifestaba que en España no se entendía<br />

la doctrina anarquista, confundiéndola con la incultura, el saqueo y el asesinato.<br />

LIBERTADES<br />

Interrumpía la monotonía <strong>de</strong> la jornada carcelaria la voz <strong>de</strong>l guardia que,<br />

<strong>de</strong> cuando en cuendo, gritaba: ¡Atención! A esta voz acudíamos todos a su<br />

lado y leía la lista que llevaba en la mano. Si el papel era blanco, los <strong>de</strong>tenidos<br />

que iba nombrando quedaban en libertad. Si era azul, eran trasladados a la<br />

Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

El día 18 <strong>de</strong> Mayo fuimos, por fin, llamados a prestar <strong>de</strong>claración. Ratificamos<br />

todo lo ya manifestado al entrar en Jefatura, acerca <strong>de</strong> nuestra personalidad.<br />

Quedamos gratamente impresionados y creímos que pronto nos pondrían<br />

en libertad. En efecto, al anochecer <strong>de</strong> aquel mismo día entró el guardia,<br />

y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llamada <strong>de</strong> atención, sacó un papel blanco y comenzó a leer<br />

el nombre <strong>de</strong> los nuestros. Todos estábamos radiantes <strong>de</strong> alegría. Ya íbamos<br />

recogiendo nuestras cosas para no <strong>de</strong>morar ni un instante la salida, cuando <strong>de</strong><br />

pronto se interrumpe la lista: Tan sólo habían nombrado a ocho.<br />

¿Y los otros? ¿Es que no somos todos unos? ¿A qué esta diferencia? Por <strong>de</strong><br />

pronto creíamos que se habrían olvidado otra lista; pero no; en la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

libertad tan sólo constaban los siguientes: Don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, don Francisco<br />

Serrats, don Esteban Aguilón, don Juan Bautista Piles, el señor Miret,<br />

el señor Soler y los clérigos Azor y Almajano.<br />

Los abrazamos con envidia, pero esperando que a más tardar el día siguiente<br />

se <strong>de</strong>sharía el equívoco y nos darían la libertad a los restantes.<br />

Y aquella noche, aunque más cómodos y abrigados, dormimos peor.<br />

Al día siguiente, a media mañana, ya recibimos la visita <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> los<br />

libertados que nos trajeron ropa y alimentos, prometiéndonos que saldríamos<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco. El mismo día algunos volvieron a Mataró; pero parece que la<br />

visita no fue <strong>de</strong>l agrado <strong>de</strong>l Comité local, que a duras penas les permitió penetrar<br />

en el colegio para sacar sus objetos <strong>de</strong> uso personal, conminándolos a<br />

que se alejasen cuanto antes <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Enteradas por don Mo<strong>de</strong>sto algunas buenas familias <strong>de</strong> Mataró <strong>de</strong> nuestra<br />

situación, se apresuraron a enviarnos socorros, especialmente la benemérita<br />

señora viuda <strong>de</strong> Nonell, que con abnegación material nos proveyó <strong>de</strong> ropa<br />

limpia y prendas <strong>de</strong> abrigo, prometiéndonos que no nos habría <strong>de</strong> faltar en<br />

a<strong>de</strong>lante su ayuda, como así sucedió.<br />

Transcurrieron así unos días, en espera <strong>de</strong> la ansiada rectificación; pero<br />

a pesar <strong>de</strong> nuestras <strong>de</strong>claraciones, no fuimos atendidos.<br />

13.—<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

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