Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr
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DON FEDERICO ABADÍA<br />
Fue <strong>de</strong>tenido, junto con su hermano Zacarías, a poco <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> Sarria.<br />
Después <strong>de</strong> pasar unos días en Jefatura, encontró distintos albergues mientras<br />
se procuraba documentación sindical, afiliándose a la F. E. T. E. (Fe<strong>de</strong>ración<br />
Española <strong>de</strong> Trabajadores <strong>de</strong> la Enseñanza.) Vivía en una pensión <strong>de</strong> la calle<br />
Balmes cuando en los primeros días <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1937 fue <strong>de</strong>tenido y tras<br />
prestar <strong>de</strong>claración, ingresó en la Mo<strong>de</strong>lo.<br />
DON GREGORIO AYERRA Y DON JUAN BARAUT<br />
La <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> estos dos salesianos revistió caracteres más dramáticos.<br />
El señor Baraut fue expulsado <strong>de</strong> Sarria a últimos <strong>de</strong> Julio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> permanecer<br />
varios días en su puesto <strong>de</strong> portero. Refugiado durante algunos días<br />
en casa <strong>de</strong> unos amigos <strong>de</strong> Sarria, se alarmó al enterarse <strong>de</strong> los primeros asesinatos<br />
<strong>de</strong> Salesianos, por lo que <strong>de</strong>cidió marchar inmediatamente a su pueblo,<br />
en la provincia <strong>de</strong> Lérida.<br />
Habiéndose encontrado casualmente con el clérigo don Gregorio Ayerra,<br />
el cual no sabía a dón<strong>de</strong> ir ni qué hacer, le invitó a ir con él; dirigiéronse<br />
ambos a la estación <strong>de</strong>l Norte. Detenidos en la Plaza <strong>de</strong> Cataluña, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> registrar sus maletas, fueron llevados a Jefatura. El Inspector <strong>de</strong> servicio,<br />
que conocía a don Juan, le dijo que, por no haberles encontrado nada <strong>de</strong>lictivo,<br />
los pondría en libertad; pero que no les convenía salir entonces, ya que<br />
los <strong>de</strong> la F. A. I. rondaban por los alre<strong>de</strong>dores esperando la salida <strong>de</strong> los<br />
que libertaba la policía para tomarlos por su cuenta.<br />
Se avinieron a ello ambos religiosos y aquella noche durmieron en los calabozos.<br />
A las ocho <strong>de</strong>l siguiente día salieron, dirigiéndose a casa <strong>de</strong> unos<br />
familiares <strong>de</strong>l señor Baraut. Se proveyeron <strong>de</strong>l correspondiente salvoconducto<br />
y acompañados por un sobrino <strong>de</strong> don Juan fueron a la estación, en don<strong>de</strong><br />
tomaron el tren para Calaf. Una vez aquí, buscaron un coche para que los<br />
llevara a Pons, en don<strong>de</strong> residían sus familiares; mas el chófer, en vez <strong>de</strong> conducirlos<br />
al sitio indicado los llevó ante el Comité local, sospechando que se trataba<br />
<strong>de</strong> dos religiosos. Y allí estuvieron a punto <strong>de</strong> terminar su viaje y su vida.<br />
Los <strong>de</strong>l Comité se dividieron en pareceres: algunos querían asesinarlos al<br />
instante; pero se impusieron, afortunadamente, los más mo<strong>de</strong>rados, que, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> registrarles hasta los calcetines, los encerraron en un calabozo don<strong>de</strong><br />
pasaron la noche.<br />
Don Juan preguntó a uno <strong>de</strong> los guardianes que le pareció más buena persona<br />
por qué no les <strong>de</strong>jaban seguir su viaje hasta Pons, ya que tenían el salvoconducto<br />
en regla, a lo que contestó:<br />
— Es mejor que se que<strong>de</strong>n aquí, porque si van a Pons los llevarán seguidamente<br />
a Lérida; y <strong>de</strong> Lérida no vuelve nadie...<br />
A la mañana siguiente los condujeron, con fuerte escolta, hasta Igualada,<br />
en don<strong>de</strong> fueron sometidos a prolijos interrogatorios y minuciosos registros,<br />
hasta que, habiéndoles encontrado algunos objetos religiosos, quisieron saber<br />
si realmente eran frailes. Para ello llamaron aparte al sobrino <strong>de</strong> don Juan, que<br />
los acompañaba, y poniéndole la pistola en el pecho, le obligaron a <strong>de</strong>clarar<br />
la verda<strong>de</strong>ra personalidad <strong>de</strong> sus acompañantes.<br />
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