Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

que he dicho de los curas y frailes. Y si no, vamos a ver, ¿qué han hecho los
Salesianos?
—Eso —le dijo don José Enseñat—, ¿qué es lo que han hecho?
—Pues sencillamente —respondió Bachs—• Han robado todo cuanto tenían
los chicos y luego han escapado cobardemente para evitar la justicia del pueblo.
—Falso —le dijo el señor Enseñat.
—Verdad, la pura verdad.
—Mentira y nada más que mentira; como es falso todo cuanto acabas de
contar de los curas y frailes. No sabéis sino inventar falsedades. Has de saber
que yo soy salesiano, y aquí estoy hace diez años. Estos chicos me conocen
muy bien. Que digan ellos si eso que has dicho tú de los Salesianos es verdad
o mentira.
Confuso ante este apostrofe, no supo sino responder:
—¿Conque tú eres salesiano? Pues ya me las pagarás.
A todo esto se había ido sumando gente al grupo, y se acercó también don
Tomás Baraut, que en apoyo de lo manifestado por el señor Enseñat, dijo a
su vez:
—Y yo, además de salesiano, soy sacerdote. Títulos ambos que hacen mi
posición muy arriesgada, como puedes comprender, y la estoy arrostrando
para atender a estos niños, mientras muchos de los vuestros no piensan más
que en juergas y comilonas.
Confuso y avergonzado, Bachs se retiró sin replicar. Por fortuna no pensó
en delatar a los Salesianos ni en tomar represalias.
SE RECUPERA UNA PRECIOSA RELIQUIA
El lunes, día 27, se presentó a don Tomás otro hermano de Bachs, persona
seria y al parecer de buenos sentimientos, y entregándole un pequeño envoltorio,
le dijo:
—Ahí tiene esta camisa de Don Bosco. Para nosotros estos objetos no tienen
ningún valor. Quizá a usted le interesen.
—Y tanto como me interesa —le respondió don Tomás—. Se lo agradezco
en el alma. Y si encuentra más objetos de éstos, no deje de entregármelos.
Por desgracia, ya habían sido saqueadas las habitaciones llamadas dt
Don Bosco, perdiéndose tantísimos recuerdos como allí se conservaban de la
visita a Sarria de nuestro Fundador.
Don Tomás se apresuró a enviar, por mediación del señor Ribo, la preciada
reliquia a casa de doña Carmen Fuster, que vivía muy cerca, en la calle de María
Auxiliadora y que ya tenía en su casa refugiado al reverendo don Máximo
Palao, con encargo de que la conservasen con todo cuidado. Y allí estuvo hasta
que pasada la guerra se pudo recuperar.
A LA CAZA DEL FRAILE
En la tarde del día 28, mientras don Tomás Baraut estaba en el patio
hablando con un grupo de milicianos, aparecieron por la puerta que daba acceso
al patio dos forajidos, armados de fusil, que al mismo tiempo que apuntaban
hacia el grupo, gritaban a grandes voces:
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