Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr
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maneció cuatro meses, solo, casi a oscuras, con la única compañía <strong>de</strong> alguna<br />
culebra, centenares <strong>de</strong> ratas y otras alimañas, sufriendo el asfixiante calor<br />
<strong>de</strong>l verano que <strong>de</strong>jaba aquel pajar —cuyas pare<strong>de</strong>s eran simples tabiques <strong>de</strong><br />
ladrillo— cal<strong>de</strong>ado como un horno. No le cabía el alivio <strong>de</strong> hablar y <strong>de</strong>sahogarse<br />
con nadie, y ni se atrevía a toser, porque todo se oía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exterior,<br />
pues junto al pajar había un sen<strong>de</strong>ro por don<strong>de</strong> transitaba infinidad <strong>de</strong> gente.<br />
Su único consuelo lo constituían las espaciadas visitas nocturnas <strong>de</strong> sus<br />
huéspe<strong>de</strong>s, don José y doña Amparo, que le llevaban alimentos para varios<br />
días, alimentos que <strong>de</strong>bía guardar casi constantemente en la mano, para que<br />
no se los arrebatasen las ratas y otros compañeros <strong>de</strong> guarida.<br />
Veíase forzado, a<strong>de</strong>más, a una inmovilidad casi absoluta, pues el local<br />
estaba abarrotado <strong>de</strong> paja <strong>de</strong> arroz y <strong>de</strong> los útiles empleados en la industria<br />
familiar <strong>de</strong> las flores.<br />
El 27 <strong>de</strong> Noviembre le llegó un compañero: el ya citado don José Nácher;<br />
pero esta compañía, sin aliviar gran cosa la soledad, sólo sirvió para aumentar<br />
el miedo y los peligros. Aquel lugar <strong>de</strong> horror, siempre oscuro, parecía seguro;<br />
pero era sumamente peligroso. Seguro por su soledad y aislamiento; peligroso<br />
porque esa misma soledad dificultaba o hacía sospechoso el aprovisionamiento<br />
<strong>de</strong> los encerrados, ya que siempre había por aquellos parajes algunas personas<br />
que podían sospechar <strong>de</strong> las periódicas visitas,..<br />
Transcurrieron otros cuatro meses eternos, aburridos, agotadores, hasta<br />
que al comenzar el mes <strong>de</strong> Marzo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un invierno angustioso por el<br />
frío, como lo había sido el verano por el calor, al acercarse la primavera era<br />
humanamente imposible permanecer en aquel encierro. Por ello, don Basilio<br />
comenzó una novena a Domingo Savio, pidiéndole «<strong>de</strong>mostrase la imposibilidad<br />
<strong>de</strong> permanecer en aquel encierro», Domingo Savio le escuchó. El 9 <strong>de</strong><br />
Marzo, en el momento en que terminaba la novena, el señor Buso fue a avisarles<br />
que era peligroso permanecer en el pajar, ya que todo el campo vecino<br />
estaba cercado por guardias <strong>de</strong> asalto en servicio <strong>de</strong> vigilancia,<br />
Al atar<strong>de</strong>cer se retiraron los guardias y entonces los dos prisioneros, acompañados<br />
<strong>de</strong>l guardián, salieron y fueron a refugiarse en el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> la otra<br />
casa, don<strong>de</strong> los esperaban otros seis compañeros <strong>de</strong> infortunio,<br />
Al día siguiente volvióse a montar la guardia <strong>de</strong>l campo, y se acercaron al<br />
pajar, rompieron el tragaluz tapiado <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la puerta y,.„ afortunadamente,<br />
los pájaros habían volado.,<br />
EL DESVÁN<br />
El célebre <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> la casa Buso era un hueco formado por el cielo raso <strong>de</strong>l<br />
piso y la doble vertiente <strong>de</strong>l tejado <strong>de</strong> la casa. Su altura tan sólo permitía<br />
permanacer <strong>de</strong> pie en el ángulo <strong>de</strong> la vertiente; fuera <strong>de</strong> esa línea no había<br />
espacio más que para permanecer sentado o acostado sobre las vigas. Había<br />
que tener, a<strong>de</strong>más, sumo cuidado en no pisar el cañizo, pues en este caso quedaría<br />
<strong>de</strong>latada la presencia <strong>de</strong> los escondidos, ya por el ruido, ya por los<br />
<strong>de</strong>sconchados que las pisadas producirían inevitablemente en el yeso <strong>de</strong>l techo.<br />
Para entrar en este refugio había que subir por la estrecha chimenea, en<br />
la que se había practicado un agujero a la altura <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sván.<br />
La oscuridad en aquel recinto era casi absoluta, ya que apenas entraba una<br />
tenue claridad por un pequeño agujero practicado junto al tejado. La venti-<br />
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