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Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

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tados. Ilimitada era su confianza en María Auxiliadora, a la que hacía novena<br />

tras novena para alcanzar la libertad, pero siempre dispuesto a que se cumpliera<br />

la voluntad divina.<br />

De los reverendos don Julián Rodríguez y don José Jiménez no nos ha sido<br />

posible conseguir particulares referencias; llevaban una vida retirada entregados<br />

a la piedad y a la lectura <strong>de</strong> los escasos libros piadosos que aún se conservaban<br />

en aquellos primeros días en la biblioteca <strong>de</strong> la cárcel.<br />

En cambio, el dinamismo y la actividad <strong>de</strong> don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos, su<br />

infatigable labor <strong>de</strong> apostolado entre los compañeros <strong>de</strong> cautiverio le hicieron<br />

uno <strong>de</strong> los personajes más populares <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo.<br />

El reverendo Padre Antonio <strong>de</strong> León, S. J., el excelentísimo Marqués <strong>de</strong><br />

Torrefranca, el cura párroco <strong>de</strong> A<strong>de</strong>muz, que fueron sus compañeros más<br />

íntimos, nos hablan <strong>de</strong> don Recaredo en los términos más encomiásticos.<br />

Dice don Florencio Celdrán:<br />

«Parece que le estoy viendo todavía: en mangas <strong>de</strong> camisa (eran los meses<br />

<strong>de</strong> Julio y Agosto), siempre con su habitual sonrisa en los labios, daba ánimos<br />

y alientos a todos. Cuando en los ratos <strong>de</strong> paseo, yo, preocupado y triste<br />

le confiaba mis temores, me contestaba sonriendo:<br />

—Ánimo. La muerte no es más que cuestión <strong>de</strong> un instante. Un tiro... y al<br />

Cielo. Dichoso el Padre Calasanz que a estas horas está ya en el Paraíso. ¿Por<br />

qué no me matarían a mí en su lugar?<br />

Y frases por el estilo. Don Recaredo era un santo.<br />

Un día se me acercó radiante <strong>de</strong> alegría. Me dijo:<br />

—Esta noche he sido feliz. He pasado una noche <strong>de</strong>liciosa. He tenido al<br />

Señor conmigo y esta mañana lo he recibido en mi corazón.<br />

Esto sucedía a últimos <strong>de</strong> Agosto. En aquella época aún no se había logrado<br />

autorización para celebrar la Santa Misa privadamente, sin ornamentos ni<br />

vasos sagrados; por lo que era muy dificultoso, por no <strong>de</strong>cir imposible, procurarse<br />

la Sagrada Eucaristía. De ahí su extraordinaria alegría por haber podido<br />

recibir, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un mes <strong>de</strong> privación, a Jesús Sacramentado.<br />

No recataba sus ansias <strong>de</strong> morir por Cristo. Decía que estaba dispuesto a<br />

ir a la muerte como a un banquete. Estaba tan contento <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer por Jesús<br />

que, según me confesaba, se echaría a reir en la misma cara <strong>de</strong> sus verdugos<br />

si no temiera con ello hacerles blasfemar.»<br />

A este propósito no creemos fuera <strong>de</strong> lugar referir un episodio, acaecido<br />

en el año 1931, a raíz <strong>de</strong> la quema <strong>de</strong> conventos, tras la proclamación <strong>de</strong> la<br />

República.<br />

Cuando las turbas asaltaron las Escuelas Salesianas <strong>de</strong> Alicante, poniendo<br />

en fuga o <strong>de</strong>teniendo a los Salesianos, él, que no quiso abandonar la sotana,<br />

fue la víctima propiciatoria. Como Superior que era <strong>de</strong> la casa, contra él <strong>de</strong>sahogaban<br />

su furia con mayor encono los energúmenos que le habían apresado.<br />

Le insultaban, le amenazaban, le <strong>de</strong>strozaban la sotana arrancándosela a pedazos,<br />

le golpeaban y abofeteaban sin piedad. Y mientras la multitud, agrupada<br />

en <strong>de</strong>rredor suyo se dividía en pareceres, proponiendo unos que fuera <strong>de</strong>speñado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el castillo <strong>de</strong> Santa Bárbara y otros que lo arrojasen al mar con<br />

una piedra al cuello, no faltando los que querían quemarle vivo en medio <strong>de</strong><br />

la plaza, él, tranquilo, sereno, sonreía sin cesar.<br />

Esta sonrisa en medio <strong>de</strong> su trágica situación, no era comprendida por sus<br />

verdugos, hasta el punto que uno <strong>de</strong> ellos, lleno <strong>de</strong> ira hubo <strong>de</strong> exclamar:<br />

— Mirad si es cínico, que aún se ríe...<br />

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