Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

Este grito, contestado por todos, atrajo la atención de un grupo de milicianos
que vagaba por allí, y se acercaron.
—¿Qué pasa? —preguntaron—. ¿A quién vitoreáis?
Y tal vez la cosa hubiera terminado mal, a no haberse hallado presente por
casualidad una señora amiga de la casa, la cual se dirigió a los milicianos:
—Nada; es un antiguo empleado. Por lo visto los niños se alegran de
tener con ellos una cara conocida.
No pasó de ahí la cosa, y el señor Enseñat recomendó a los jóvenes que
continuasen paseando tranquilamente hasta la hora de cenar,
UN JOVEN VALIENTE
A poco apareció en el patio el señor Bachs, el cual, después de agrupar a
los muchachos, reclamó silencio y les dirigió la palabra.
Les dijo que no habían de tener miedo. En adelante estarían bajo la inmediata
dependencia de los obreros, los cuales los harían educar e instruir mejor
que los frailes, que sólo les enseñaban a rezar. Ellos pondrían las escuelas
a la altura debida, sin escatimar para ello gastos ni sacrificios, y de allí saldrían
obreros conscientes y amantes de la causa del pueblo. A continuación
soltó una frase de mal gusto dirigida contra los Salesianos, pero uno de los
mayores, no pudiendo sufrir en silencio aquel insulto público a sus queridos
Superiores, exclamó:
—Ustedes podrán instalar maquinaria moderna y otros grandes adelantos,
pero nunca podrán mejorar la enseñanza que nos daban los Salesianos, y mucho
menos serán capaces de educarnos y tratarnos con el afecto con que ellos
nos trataban.
Siguió un silencio sombrío a estas palabras. Los jóvenes quedaron asustados
ante la audacia de su compañero. Aunque 'todos sentían lo mismo, nadie se
atrevía a manifestarlo con tanta valentía.
Por su parte, el orador, que ya creía ganada la simpatía y confianza de
los muchachos con sus frases de cajón, quedó cortado, sin saber qué hacer ni
qué decir.
Pero reponiéndose al cabo, se desató en palabras de amenaza contra-el
imprudente joven, amenazándole con expulsarlo, con fusilarlo, incluso; pero
el señor Enseñat, para aplacarle, le dijo que aquel joven era de un temperamento
fogoso, inexperto, y que no había meditado sus palabras.
Barbotando amenazas; y blasfemias, se retiró Bachs furioso y afrentado,
mientras el señor Enseñat le hizo comprender al muchacho que sus palabras,
aunque muy dignas y reveladoras de su buen corazón, no habían sido oportunas
en aquellos momentos, y habían estado a punto de provocar serios disgustos.
Por consiguiente, para evitar seguras represalias de parte de Bachs,
lo mejor que podía hacer era marcharse cuanto antes a su casa.
Así lo hizo el buen muchacho, y acertó en seguir el buen consejo, pues a
poco unos milicianos hicieron correr la voz entre los jóvenes de que había sido
fusilado. Por fortuna esto no era más que una bravata para infundir temor
y respeto, pues dicho joven salió tranquilamente del colegio, fue a su casa y
hoy día vive agradecido a sus antiguos Superiores.
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