Cocina Tradicional Jalancina - Jalance
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<strong>Cocina</strong><br />
<strong>Tradicional</strong><br />
<strong>Jalancina</strong><br />
6<br />
Por más que busquemos en recetas futuristas y entre nombres rimbombantes de platos<br />
innovadores, ningún sabor podrá nunca superar a aquellos de las comidas campestres de<br />
cesto, merendera y ribazo de siegas o campañas recolectoras de aquellos años; o los de los<br />
almuerzos hortelanos de pico de pan en el quijero de la acequia o bajo la higuera.<br />
Por más que rebusquemos en cartas de restaurantes, nada igualará al placer alcanzado en<br />
los guisotes, fritadas y asados de aquellas matanzas de nuestros primeros inviernos. ni nada<br />
nos sabrá mejor que la repostería festiva que se guardaba en artesas y cestos, o en esas<br />
míticas cenas de sartén compartida, sentados en poyos de casillas de huertas y secanos en<br />
los anocheceres estivales, cuando el frescor del crepúsculo nocturno empezaba a arrancar<br />
los embriagadores aromas verdes de las plantas y el amor incitaba al grillo a entonar su romántico<br />
canto bajo un cielo negrísimo cuajado de estrellas y de lejanos ululares de lechuza.<br />
y, con frecuencia, esos sabores de antaño, unidos indisolublemente a olores, sonidos, sensaciones,<br />
voces, paisajes, personas y sentimientos, nos traerán el recuerdo de una abuela, de<br />
una madre, de un padre o de algún ser querido que compartió con nosotros esos momentos<br />
felices de vida en torno al plato de abocar. de alguna manera, cuando comemos lo mismo<br />
que ellos con tanto amor nos dieron, volvemos a estar junto a ellos.<br />
También tendremos siempre presente, los que por ellas anduvimos, las aireadas cámaras<br />
donde, expuestos en cañizos superpuestos, se alineaban tomates, pimientos, pepinos,<br />
manzanas y demás frutos; las umbrosas cámaras donde se colgaban las sogas de ajos y las<br />
ristras de cebollas, donde se curaban los perniles de la matanza y donde se almacenaban<br />
en trojes los cereales de la cosecha.<br />
y qué decir de los soleados terrados en los que, en llegando el frío, se engalanaban festivos<br />
con los pendones y gallardetes de la matanza: ristras sombrías de morcillas severas,<br />
hiladas de “guarretas”, sartas de longanizas, ringlas de perros, rojizos rosarios de chorizos,<br />
castañuelas de palominos y tersas tripas de alba manteca, oreándose todo al viento helado<br />
del invierno jalancino.<br />
y también estará siempre en nuestro recuerdo el aromático paraíso de las exuberantes bodegas<br />
oscuras, eternamente ornadas con las ya curadas guirnaldas de chorizos y salchichas<br />
de pascua, con chillonas tiras de sobrasada, con farolillos de morcones, con banderolas de<br />
aromáticos perniles… Criptas sacras donde se custodiaban los auténticos cofres del tesoro<br />
del buen comer en <strong>Jalance</strong>, sus venerados sagrarios cerámicos: las maravillosas orzas de<br />
morcillas, longanizas, costillas y tajadas de lomo en adobo. Bodegas donde junto al tonel<br />
del vino y al tonelillo del aguardiente, se alineaban las panzudas orzas de aceite y las más<br />
menudas de olivas rebaneadas en morquera o la de “pumas” o albercoques en aguasal. a<br />
veces, junto a las máquinas de picar y de embutir de la matanza, también se encontraba<br />
la artesa donde se amasaba el pan, la masa de los pasteles, las tortas de gazpachos, las<br />
malhechas y las “dormías”.<br />
lejos de las extravagancias y artificios de la cocina vanguardista, ultramoderna y desestructurada<br />
propia de restauradores con ínfulas de genios que, a veces, flirtean con las lindes<br />
del esnobismo o, incluso, del idiotismo culinario y literario con el que se adornan, la cocina<br />
jalancina, hecha con sabiduría, paciencia y amor, pero sin rebuscamientos innecesarios,<br />
pretende sacar el máximo partido a unos ingredientes sencillos, frescos y naturales de<br />
bancal y cámara, de corral y bodega que, yo me lo guiso, yo me lo como, son consumidos,<br />
casi siempre, por quien los ha producido.