Satto Vriteh - indice - Vaisnava

y amigo de la justicia, bajo cualquier condición. Que su bondad
hacia toda entidad viviente fuese notable. Ése era el tipo de maestro
espiritual que yo deseaba encontrar.
El socialismo y comunismo
En mi juventud simpaticé por un tiempo con el socialismo y el comunismo,
porque apreciaba sus ideales de justicia y me oponía a los abusos, al mal
manejo, y a la explotación de las personas. Yo apreciaba la lucha por la
justicia y me desanimaba ver la tenebrosa perspectiva de este mundo.
Pero después de algún tiempo pude comprender que ni el comunismo ni
el socialismo tenían nada sólido que ofrecer, ya que no brindaban una
clara comprensión espiritual y no ofrecían un desarrollo verdadero para
la conciencia. Esto acrecentó en mí la necesidad de encontrar un maestro
espiritual que enseñara estos asuntos y que diera una esperanza para todos
los que anhelaban la verdad y la justicia, tanto para sí mismos como para
otros.
Gratificación de los sentidos con un toque esotérico
Muchos guías espirituales de la India habían visitado Occidente y se habían
vuelto populares. Empezaron a ofrecer lo que la gente estaba buscando:
gratificación de los sentidos con un toque esotérico. Muchas señoras
ricas quisieron tener un guru privado para así tener a quien mostrar sus
riquezas y dotes, pero sin ningún interés por un cambio real. Muchos
supuestos swamis pusieron en peligro los principios esenciales de la vida
espiritual con el fin de satisfacer las extravagancias de sus donantes. Ellos
cambiaron el mensaje real de los Vedas por algo del todo diferente, al
decir por ejemplo: “Sólo sé saludable y disfruta a través del yoga”. Estas
cosas las encontraba realmente detestables. Estuve a veces cautivado
por quien dijo que el vegetarianismo, el karma y la reencarnación eran
fundamentales para tener un entendimiento real de la vida, pero al ver que
solo entregaba una información teórica, sin promover una transformación
real en la vida, lo vi como algo superficial y sin sentido.
Me sentí tan feliz al encontrar al maestro espiritual que mi corazón