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confundible. María Callas lo tenia en origen, pero su<br />
formación técnica y su musicalidad contribuyeron a hacerlo<br />
único y a que el público olvidase su escaso atractivo.<br />
Incluso, la sagaz artista, se servía de algunos sonidos<br />
decididamenie feos, agrios o guturales para sugerir y evocar<br />
rasgos de personajes como Lady Macbeth, Medea,<br />
Norma, Armida o Abigail, perfilando asi una completísima<br />
composición dramático-vocal.<br />
María Callas fue una demostración viva del paradójico<br />
aserto formulado en el siglo XVII por el estudioso Bénigne<br />
de Bacilly, quien afirmó que las voces se dividen en<br />
bellas y buenas. Con un material de partida como los de<br />
Renata Tebaldi o Rosa Ponselle, es poco probable que el<br />
insaciable afán de superación que fue motor artístico de<br />
la soprano, hubiese trabajado con tal intensidad a lo largo<br />
de un período de aprendizaje —que, como afirma Alfredo<br />
Kraus, dura toda la vida del artista— durante el que<br />
logró dominar y trascender su materia prima rebelde hasta<br />
convertirla en un instrumento en el que —nueva<br />
paradoja— sus limitaciones contribuían poderosamente<br />
a su atractivo; casi diríamos que a su perfección.<br />
4. El declive<br />
A partir de! comienzo real de su carrera, en 1947, la voz<br />
de la Callas no duró en plenitud más allá de diez o doce<br />
años. La abundante discografía, oficial y privada, nos permite<br />
seguir paso a paso su evolución vocal y comprobar,<br />
por ejemplo, que las últimas representaciones de Traviata<br />
(1958), en Lisboa y Londres, son vocalmente inferiores a<br />
las de La Scala de tres años atrás, por no hablar de la grabada<br />
para Cetra en 1953 o de ias de Méjico, algo anteriores.<br />
Sin duda, la caracterización psicológica y dramática<br />
del personaje es mucho más perfecta y profunda en 1958,<br />
pero la voz está más sana cinco años antes. Lo mismo sucede<br />
con sus espléndidas arias de Verdi y escenas de locura<br />
(EMI, 1959) respecto a los recitales que, también para<br />
EMI, había dedicado a Puccini y al repertorio de coloratura<br />
en 1954. Muchas razones se han aducido para justificar<br />
el rápido desgaste vocal de María Callas.<br />
Repasémoslas.<br />
Algunos estudiosos apuntan que sus actuaciones en papeles<br />
dramáticos durante su época de estudiante en Grecia<br />
debieron repercutir muy desvaforablemente en la<br />
organización de una voz sin formar. No hay duda de que<br />
Caballería, Tosco y Fidelio son inadecuadas para una joven<br />
que no ha cumplido 20 años; pero las funciones en<br />
que intervino fueron pocas y no cabe atribuirles importancia<br />
primordial. Más la tuvo el que durante los tres primeros<br />
años de actividad profesional, la joven Callas<br />
estuviese encasillada en repertorio muy dramático, en el<br />
que figuraron los tres papeles wagnerianos más duros. Pero<br />
tal vez aún ejerció mayor influencia en su rápido declive<br />
la cura de adelgazamiento a que se sometió y que en 18<br />
meses, entre 1953 y 1954, redujo su peso en 30 kilos. Este<br />
tipo de regímenes, por más cautela con que se lleven, son<br />
nocivos para un cantante, pues el apoyo del diafragma se<br />
altera. El hecho incuestionable es que la Callas perdió voz<br />
después de adelgazar, en el sentido de que ésta se hizo menos<br />
recia y pastosa, más frágil, menos voluminosa. La<br />
comparación entre sus dos grabaciones de Gioconda (1952<br />
y 1959) es elocuente: si la segunda es aún espléndida en<br />
conjunto, la primera lo es en todos y cada uno de sus aspectos.<br />
Por supuesto, su silueta mejorada potenció su ca-<br />
56 <strong>Scherzo</strong><br />
DOSIER<br />
pacidad escénica, como sabemos. También fue decisivo que<br />
María Callas nunca regatease esfuerzos: los ensayos, realizados<br />
sistemáticamente a plena voz, siempre le parecían<br />
insuficientes. Ella misma justificaba la necesidad de entrenamiento<br />
tan intenso, comparando su actividad con la<br />
de los deportistas-<br />
Pero la razón última, y quizá la más importante, fue la<br />
separación de su marido Giambattista Meneghiní para<br />
unirse a Onassis, lo que alteró su estabilidad psíquica —y<br />
es notorio cuan condicionada a ella está la voz— y redujo<br />
su disciplina de trabajo, que para un cantante ha de ser<br />
rigurosa y diaria; de otro modo el diafragma y la musculuratura<br />
intercostal, soportes de la respiración, pierden<br />
elasticidad y potencia. Ya hemos visto que en 1959 cantó<br />
sólo once funciones en público y que en los años sucesivos<br />
el ritmo llegó casi a detenerse. Tampoco fueron ajenos<br />
al declive algunos problemas circulatorios que, a la<br />
larga, acabaron por producirle la muerte a la edad temprana<br />
de 53 años.<br />
5. La herencia<br />
La importancia que el fenómeno Callas ha tenido en<br />
la historia de la ópera de nuestro siglo no fue bien comprendida<br />
durante sus años de actividad, en los que enturbiaban<br />
la percepción ciertos factores extra mu si cales<br />
—como su rivalidad con Tebaldi, alentada por los periodistas<br />
y acaso por el propio Meneghini— y la propia lucha<br />
de la cantante por imponer un estilo vocal que el<br />
verismo había hecho olvidar. Los críticos no siempre fueron<br />
unánimes en el reconocimiento de unos méritos hoy<br />
evidentes, pero que entonces no parecían serlo. No obstante,<br />
colegas y directores que trabajaron con ella, además<br />
de algún sector de la crítica, sí supieron captar o intuir<br />
lo excepcional que era el arte de la Callas.<br />
Así por ejemplo, hacia 1958, Rene Leibowitz, gran teórico<br />
del serialismo, publicó en la revista Les temps modernes<br />
—que dirigía Sartre— un espléndido ensayo sobre<br />
el papel de la Callas en la historia de la ópera: si aún hoy<br />
conserva plena validez, su clarividencia debió por entonces<br />
dejar boquiabiertos a más de uno. Años después (1969)<br />
el Radiocorriere TV de Roma organizó un coloquio en el<br />
que Visconti, Gavazzeni y un selecto grupo de escritores<br />
y críticos italianos, integrado por Fedele d'Amico, Eugenio<br />
Gara, Rodolfo Celletti y Giorgio Gualerzi, hicieron un<br />
profundo estudio del arte de la Callas, en una doble vertiente<br />
escénica y vocal. A su muerte, el coloquio fue publicado<br />
como Proceso a ¡a Caltas en el primer número de<br />
la Nuova Rivista Musicale Italiana. Durante los años 70,<br />
numerosos autores dedicaron a la soprano ensayos, detallados<br />
análisis, y revisiones exhaustivas de su legado discográfico,<br />
entre los que destacan los sobresalientes trabajos<br />
de John Ardoin. A la luz de todos ellos, y con la perspectiva<br />
que da el paso efe los años, podemos ver con claridad<br />
en qué consistió la aportación de María Callas.<br />
En el terreno vocal demostró prácticamente cómo han<br />
de ejecutarse las óperas de la primera mitad del siglo XIX,<br />
en concreto las de Rossini, Bellini, Donizetti o el Verdi joven,<br />
restituyendo a la agilidad y al belcanto su papel expresivo<br />
y evocador, según fue concebido por sus autores.<br />
Por una parte, el trabajo de la Callas sirvió para recuperar<br />
obras olvidadas, como Medea, La veslale, Armida, El<br />
lurco en Italia, El pirata, Ana Bolena o Macbeth; además,<br />
sirvió también para devolver a otras a su exacta dimen-