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Scherzo. Núm. 17

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BeH's y Body and Soul hasta un fVave que<br />

nos hizo olvidar todo nuestro acumulado<br />

cansancio con respecto a los lemas<br />

brasileños. Fue el seguro y vigoroso, lírico<br />

y delicado Getz de sus últimos LP'S<br />

tan impresionantes (Poetry. The Dolphin.<br />

PureGetz. Voyage...), acompañado<br />

por el mejor trío rítmico imaginable<br />

(el pianista Kenny Barron —¡un maestro!<br />

. el contrabajista Rufus Reid y el batería<br />

Víctor Lewis). La propina que nos<br />

brindó —/ thought about you— quedó<br />

clavada en nuestra memoria.<br />

Mas emocionante, si cabe, fue el reencuentro<br />

con Dexter Gordon, un gigante<br />

que muchos creían acabado, y a quien esperábamos<br />

con autentica angustia (¡temor<br />

a un tenor...!) dadas las malas noticias<br />

que últimamente nos habían llegado acerca<br />

de su salud. Muchas calamidades han<br />

dejado huellas en su cuerpo y en su rostro<br />

que ya no ocultan el cansancio, pero<br />

los cinco temas que interpretó con sus<br />

cuatro acompañantes —el asimismo grupo<br />

de la inolvidable película Round<br />

Midnight— nos tranquilizaron. Gordon<br />

sigue siendo el más importante de los tenores<br />

surgidos a raíz del be-bop, y nadie<br />

sabe como íl construir, matizar, adornar,<br />

dramaticar, redondear un solo. De ello<br />

fue el Polka Dots and Moonbeams, con<br />

que terminó su hondo discurso, un bello<br />

ejemplo.<br />

De otro tenor, Branford Marsalis, podríamos<br />

escribir largo y detallado, siendo<br />

¿1 a buen seguro una de las voces que<br />

invadirán la próxima década. Se trata de<br />

un clásico donde los haya —su muy particular<br />

homenaje al maestro John Coltrane<br />

lo mostró con toda claridad, pero<br />

aporta algo muy personal: una naturalidad,<br />

un relax, una reflexión sobre las armonías,<br />

junto a un fuerte sentido rítmico<br />

y unas irresistibles ganas de tocar donde<br />

y cuando sea. Este entusiasmo comparte<br />

con el magnífico pianista Kenny Kirkland<br />

y hace que sus conciertos se conviertan<br />

en puro deleite para lodos. La eterna e<br />

interminable juventud en persona, la salud<br />

misma del jazz, y sin duda una buena<br />

garantía de futuras aventuras que<br />

seguiremos muy atentamente.<br />

Y lo mismo con su super dotado hermano<br />

Wynton. cuya trompeta lleva tiempo<br />

impresionándonos por su técnica y su<br />

contenido. También él quiso conmemorar<br />

los veinte aflos de la muerte de Coltrane,<br />

y lo hizo en una docena de temas<br />

del llorado maestro, siendo los cinco primeros<br />

auténticos blues. No hubo la más<br />

ligera concesión al público viioriano, ni<br />

falta que hacía. Es de agradecer cuando<br />

un músico se dedica a profundizar la materia,<br />

y Wynton lo nace siempre. Le acu-<br />

Mfl de jer frío, y no » verdad. Este joven<br />

genio —d crack de los 80— se limita a<br />

JAZZ<br />

tocar y perfeccionar su música, y quien<br />

no sabe apreciar semejante gesto, no debe<br />

tener el oído muy afinado. Marsalis,<br />

que odia los festivales, dio todo lo que<br />

tiene, y es sin duda bastante más de lo que<br />

estos públicos lan mixtos generalmente<br />

merecen. Con un trío formidable, formado<br />

por el pianista Marcus Roberts, el bajista<br />

Roben Hurst y el batería Jeff Tain<br />

Watts, supo elevar el festival a un nivel<br />

inesperado, y nos hizo olvidar rápidamente<br />

los esfuerzos de un grupo cerebral como<br />

Oregon para romper una monotonía<br />

ya sin perspectiva.<br />

Por lo demás, no hubo mayores sorpresas.<br />

La orquesta del difunio Count Basie,<br />

ahora dirigida por Fiank Foster en<br />

cuyas manos expertas se encuentra perfectamente,<br />

suena casi como en sus mejores<br />

tiempos, a pesar de sus múltiples<br />

transformaciones y su absoluta falta de<br />

figuras. Nos dio una hora maravillosa de<br />

jazz y sobraba a todas luces la canianie<br />

Diane Schuur, que acabó rápidamente<br />

por cansar y pesar a pesar de poseer una<br />

muy respetable voz. Manhattan Transfer<br />

es un auténtico espectáculo, pero no ca-<br />

be duda de que estos cuatro formidables<br />

vocalistas ofrecen lo más blanco que encierra<br />

nuestra música, y volver a escucharles<br />

sería casi una prueba. De la misma<br />

manera con la divina, y sin embargo entrañable,<br />

Sarah Vaughan que a ratos logra<br />

emocionar, pero que también termina<br />

por irritar con su manierismo. Esta histórica<br />

cantante es, hoy por hoy, lo menos<br />

espontáneo que se puede imaginar,<br />

y constatarlo en directo resulta siempre<br />

penoso, recordando lo que ha sido para<br />

nuestra educación musical.<br />

A pesar de todo: ¡vivan los festivales<br />

que nos permiten recordar y avanzar al<br />

mismo tiempo! Nos acercan a músicos legendario:,<br />

para pasar momentos reconfortantes<br />

en su compañía, y nos hacen<br />

descubrir nuevos talentos. No es poco.<br />

¿Que importa entonces que tengamos que<br />

aguantar a tantos intrusos, tamos parásitos,<br />

tantos malos aficionados que acuden<br />

a estas confusas citas ano tras año,<br />

aparentemente sin aprender de lo que<br />

realmente se trata?<br />

Ebbe Traberg<br />

<strong>Scherzo</strong> 75

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