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Scherzo. Núm. 17

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Callas<br />

visión y hay, en ese orden, un artista que ha recogido el<br />

reto: Jean-Pierre Ponnelle y sus vídeos de ópera).<br />

La divina Claudia, a juzgar por sus fotografías, había<br />

entendido que ella era una actriz de estos tiempos cinematográficos,<br />

pues el público tenía, ya en aquellas décadas,<br />

educado el ojo por la visión de rostros fotografiados,<br />

no ya tan sólo de rostros desnudos o pintados, como en<br />

el teatro tradicional. Vestuario, poses, actitudes y gestos<br />

van asumiendo, en Muzio, el vocabulario dramático de las<br />

divas filmadas.<br />

La actriz<br />

Callas actualizará treinta años después esta actitud,<br />

uniéndola a la experiencia de la renovación teatral italiana<br />

de la posguerra y a cómo lleva esta experiencia al teatro<br />

de ópera uno de los grandes artistas del siglo, Luchino<br />

Visconti. Convengamos en que el encuentro Callas-<br />

Visconti excede, en mucho, lo casual. Y pensemos que Visconti<br />

ha usado, a menudo, a grandes actores y, en otros<br />

casos, se ha valido de imágenes importantes, a las cuales<br />

ha manejado con su incomparable artesanía dramática.<br />

En Callas confluían ambas cualidades. Es tópico hablar<br />

de su genio de actriz, pero me permito sugerir al lector<br />

que, si tiene oportunidad de ver alguna filmación de ópera<br />

con Callas, repare en cómo sostiene el personaje cuando<br />

no canta, que es, normalmente, cuando las cantantes<br />

de ópera caen en la inercia, si no lo han hecho ya durante<br />

el aria.<br />

También es cierto que obró en favor de Callas una generación<br />

de grandes actores-cantantes, que completaron<br />

el cuadro de revisión de un género apolillado y rutinario,<br />

en lo histriónico y en cuanto a repertorio. No olvidemos<br />

que Callas comparte el tiempo de Tito Gobbi, Ramón Vinay,<br />

Giuseppe Taddei, Jon Vickers, Boris Christoff, etc.<br />

El mito Callas está hecho con la materia misma del arte:<br />

la imaginación del espectador. Ella, que no contaba con<br />

los dones positivos, se apuntó, en cambio, la más importante<br />

de las cualidades negativas: el arte de la actriz. En<br />

efecto, una actriz es grande no porque sea vistosa o bella<br />

de oír, porque sea guapa o de bonita voz, sino porque sabe<br />

sugerir en el espectador aquello que ella no es en realidad.<br />

En e] vacío donde funciona lo imaginario, aparecen,<br />

por el encantamiento del arte, los poderosos fantasmas que<br />

persuaden al receptor de que son reales y tienen carne y<br />

hueso.<br />

Estas consideraciones tal vez expliquen por qué el mito<br />

Callas es más fuerte hoy que en vida de la diva, cuando<br />

era factible encontrársela por la calle, asistir a sus estrenos<br />

y escándalos y padecer sus campañas de imagen en<br />

la prensa, Hoy nada de eso existe. Callas no está en ningún<br />

sitio, sus cenizas se han hundido en el Mar Egeo y<br />

su fantasma omnipotente aparece en todas partes. Es así<br />

el destino del arte: convertirse en una convocatoria de fantasmas.<br />

Para gozar de la mítica María es mejor que ya no<br />

exista como cosa cotidiana, como trivial dienta de tiendas<br />

y perfumerías, compañías de cruceros y restauraras<br />

de lujo.<br />

María pertenece al mundo fantasmal e inmarcesible que<br />

la Callas intuyó en vida a través de un apasionado y largo<br />

acto de amor con el público. Como todos los histriones,<br />

amaba desde lejos y rehuía toda proximidad. Su relación<br />

central con la vida pasó por el polvoriento y penumbroso<br />

espacio de los escenarios. Cuando no pudo frecuentarlos<br />

más, cuando supo que nadie se reunía en las plateas para<br />

asistir a sus memorables imposturas, se dejó morir con<br />

cierta elegante indiferencia.<br />

Era esa multitud a la que vio siempre borrosamente con<br />

sus ojos de miope, esa acumulación de rostros sin nombre<br />

y con apenas unos sumarios rasgos, ese Gran Otro con<br />

miles de cabezas que inundaba pasillos y localidades de<br />

los teatros, el objeto mítico de su arte, el verdadero partenaire<br />

de sus pasiones, el tenor de todos sus dúos de amor.<br />

Si todo artista es un inventor de fantasmas, ese mensaje<br />

fantástico que, de algún modo, somos todos a lo largo del<br />

tiempo, es la obra maestra de María Callas.<br />

Blas Matamoro<br />

Schcrzo 59

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