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puesto, a las obras en que la desgracia de la protagonista<br />
impulsa el motor de los acontecimientos, es el origen y<br />
desarrollo primordial de la trama.<br />
Amina de La sonnambula y Elvira de / Puriíani participan<br />
sólo en parte de este grupo, ya que consiguen un<br />
final feliz, pero tienen bastante en común con aquéllas:<br />
la primera soporta una situación injusta y traumatizante<br />
que la atormenta durante una buena parte de la composición;<br />
y la segunda debe sobrellevar una extensa escena<br />
de locura.<br />
Con Elvira se inició para Callas la leyenda de soprano<br />
absoluta, al interpretar en una misma temporada y un mismo<br />
teatro dos roles tan incompatibles como la citada y<br />
la Brünuhilde de Walkiria. Elvira formó parte del repertorio<br />
de Callas en la primera parte de su carrera, grabándola<br />
en 1953. Con ella inaugura la soprano esa particular<br />
manera de utilizar la voz, dándole un tinte irreal para acentuar<br />
la falta de lucidez (O rendetemi ¡a speme) al mismo<br />
tiempo que, en los momentos de brillantez técnica, superaba<br />
las dificultades sin agobios.<br />
Al abandonar Elvira, se ocupa de Amina, que durante<br />
1957 fue su caballo de batalla. Para pintar e! candor y<br />
la ingenuidad un tanto simple de esta sencilla aldeana, Callas<br />
aligeraba la voz hasta límites insospechados, aniñándola,<br />
procedimiento que posiblemente aprendió de<br />
Claudia Muzio (Care compagne). En el instante fundamental<br />
de Ah non credea mirarti neutralizaba, por definirlo<br />
de algún modo, la emisión de la voz para sugerir el<br />
estado catártico de la inocente Amina.<br />
Con otra heroína belliniana exhumada, Imogene de //<br />
pirata, consiguió Callas en dos ocasiones (Scala y Nueva<br />
York) méritos suficientes para que pueda relacionarse en<br />
este apartado. Se conserva el registro efectuado en la segunda<br />
actuación (Carnegie Hall, 1959). La cantante, que<br />
ya había iniciado el imparable declive, parece resurgir en<br />
una escena final (Ah s'io potessi), donde cada frase, cada<br />
inflexión le sirven para edificar un personaje que por<br />
lo escuchado hasta entonces no podríamos adivinar de tal<br />
estatura melodramática.<br />
La Gioconda de Ponchielli representó para Callas prácticamente<br />
su debut profesional, realizando dos grabaciones<br />
de la obra, en 1952 y 1959. Despierta superior interés<br />
la primera de ellas, donde los medios, entonces excepcionales,<br />
superan con creces las dificultades permanentes de<br />
la ópera. Aquí, además de renuncia y muerte, hay competencia<br />
directa con la mezzosoprano por el amor del tenor.<br />
Estímulos convenientes para la artista que en este<br />
registro mítico expone generosamente todas sus virtudes<br />
(y defectos). Quisiera llamar la atención sobre un pequeño<br />
momento a un presunto oyente del registro: la frase<br />
Enzo adóralo, oh come ('amo. Esa regulación sonora<br />
piano-forte-piano es irrepetible. Incluso para la misma<br />
cantante en 1959.<br />
Dos heroínas donizettianas ahora en el catálogo Callas;<br />
Lucía y Anna Bolena. Lucía de Lammermoor es por derecho<br />
uno de los logros de Callas más celebrados, rol al<br />
que se aproximó con criterios opuestos. Primeramente<br />
(grabación de 1953 en estudio, por ejemplo) de manera<br />
prepotente; a partir del encuentro con Karajan, intimista.<br />
En el registro realizado en vivo en Berlín en 1955 es<br />
admirable la fusión de cantante y director en la construcción<br />
de una criatura frágil, marcada ya desde la primera<br />
fase por un destino adverso que la conduce fatalmente a<br />
un final luctuoso.<br />
En Anna Bolena, Callas encontró también material<br />
acorde a su talento de actriz y cantante: Una reina solita-<br />
62 <strong>Scherzo</strong><br />
DOSIER<br />
ria e infeliz, que se ve postergada ante una joven rival,<br />
acusada de adulterio y condenada al cadalso. Sólo en una<br />
temporada, sin embargo, la interpretó en escena: para la<br />
Scala de Milán en 1958. La cantante aprovechó incluso<br />
la disminución apreciable de su voz para acentuar la indefensión<br />
e infortunio de la esposa repudiada. Momentos<br />
culminantes de aquella histórica representación son<br />
el dúo con la mezzosoprano (magnífica réplica de Giulietta<br />
Simionato), en el que Callas consigue una gama de<br />
matices impresionantes, y sobre todo la intervención final.<br />
Se piensa, se afirma, que Callas necesitó encontrarse<br />
con Visconti para perfeccionar Violetta de La iraviala.<br />
Es cierto que su más profunda encarnación se escucha en<br />
la toma en vivo de una de las sesiones de la Scala en 1955,<br />
muy bien respaldada, además, por la elegante batuta de<br />
Giulini. Pero ya en la interpretación de la cantante en 1953<br />
se encuentran en embrión las cualidades que luego pulidas,<br />
teatralizadas, aparecen descontadas en la velada sealigera.<br />
La cuestión, de todos modos, no trasciende<br />
demasiado, salvo para los partidarios obstinados de cualquiera<br />
de los dos artistas. De hecho, esas representaciones<br />
de 1955, prorrogadas al año siguiente, constituyeron<br />
un hito dentro de la historia del teatro lírico. Intentar señalar<br />
los continuos aciertos nos llevaría a comentar frase<br />
por frase, del inicio al fin de la ópera. Baste llamar la atención<br />
sobre el último acto: ¿cómo es posible revelar cantando<br />
de ese modo el deterioro físico de Violetta?<br />
Tosca<br />
Callas, en varias ocasiones, manifestó su poca simpatía<br />
hacia esta temperamental e histérica creación de Puccini.<br />
Sin embargo, ello no impide que el nombre de la<br />
cantante se asocie, quizá más que ningún otro, con la celosa<br />
amante de Cavaradossi. Su grabación integral de 1953<br />
con Víctor de Sabata figura entre las más vendidas desde<br />
que se inventó el disco. Incluso, el único documento en<br />
imágenes (que se sepa) de una actuación teatral de Calías<br />
es precisamente el acto II de esta ópera, realizado el 9 de<br />
febrero en Covent Garden. También es de los pocos papeles<br />
de los que la cantante repitió grabación.<br />
A Callas le faltaba en Tosca el timbre sensual y cálido<br />
necesario para retratar los arrebatos de una mujer tan apasionada<br />
y visceral. Pero dominaba como pocas el justo<br />
tono del abundante recitativo pucciniano. Sobre la base<br />
de éste, el personaje conseguía un relieve teatral, por encima<br />
de lo musical, dominante. Lo que permitió a la cantante,<br />
en sus últimas apariciones escénicas, con la voz<br />
convertida en una caricatura de sí misma, alcanzar triunfales<br />
recompensas.<br />
Quedan quizá sin referencia otros cometidos de María<br />
Callas que en este recuento no se mencionan. Podrían omitirse<br />
algunos, incluirse otros, tal vez... Lo importante, más<br />
allá de la siempre personal elección, aparece tras cualquiera<br />
de ellos, una pro fes ion al'íntegra, seria y laboriosa. Ahí<br />
está su legado: cada cual que juzgue y disfrute (o rechace)<br />
a su modo.<br />
Fernando Fraga