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Así pensaban ellos de ella...<br />
TITO GOBBI<br />
Ha habido Prima Donnas que me han emocionado mucho,<br />
proporcionándome la alegría de interpretar, de inventar<br />
algo, pero con Callas esto ocurría de principio<br />
a fin. En los ensayos se establecía que caminásemos hacia<br />
la izquierda o hacia la derecha... se ensayaba el movimiento escénico,<br />
pero en el escenario la noche de la representación interpretábamos<br />
con total fantasía, con imaginación. Se sentía<br />
totalmente libre si improvisaba algo, pues estaba segura de que<br />
yo la seguiría, y en esta tesitura, si yo cambiaba cualquier cosa<br />
ella estaba siempre dispuesta a seguirme. Nos divertíamos con<br />
esas pequeñas situaciones que iban surgiendo. Debo decir que<br />
María me proporcionó la emoción más grande de mi vida; era<br />
en Río de Janeiro y Sao Paulo donde por primera vez canté con<br />
ella La Trúviata, con el maestro Serafín. Nadie en el mundo ha<br />
interpretado el primer acto de esa ópera como lo hizo ella. Después<br />
fui invitado a realizar la grabación de Lucia con María y<br />
Pipo di Stefano y fue entonces cuando, poco antes de comer,<br />
el maestro Serafín le dijo: «María, no debes comer mucho, debes<br />
controlarte, tu peso aumenta cada día y es preciso tener cuidado».<br />
Ella respondió: «Bueno, maestro, que traigan una<br />
báscula y Tito controlará». En efecto, me dio los zapatos y el<br />
sombrero, se pesó y el resultado era verdaderamente alto para<br />
una mujer. Ahí acabó la cosa, pero después de algunos meses,<br />
no sé exactamente cuántos, iba yo en mi coche a la Opera de<br />
Roma y alguien me llamó: ¡Tito!, reconocí su voz, estaba en<br />
el otro extremo de la plaza, vino hacia mí, estaba vestida de negro,<br />
abrió su abrigo y me dijo: «Mírame ahora», era una belleza;<br />
había perdido justamente la mitad de su peso, estaba<br />
elegante, sonriente. Era formidable. En escena éramos dos compañeros<br />
con una enorme confianza, consideración y respeto mutuo;<br />
me acuerdo que al final de cada representación nos hacíamos<br />
una reverencia, como los luchadores. En la vida privada éramos<br />
también grandes amigos. Un día que celebraba mi cumpleaños<br />
en Londres, en el momento de sentarnos a la mesa apareció<br />
y dijo: «Tito, me he enterado de que es tu aniversario, vengo<br />
de París, ¿me invitas? A la mañana siguiente quise mandarle<br />
flores, pero me dijeron que había dejado el hotel a las 8 de la<br />
mañana. Sólo había venido para felicitarme. La última vez que<br />
nos encontramos en Nueva York, en unas lecciones en la Juilliard<br />
School, yo estaba muy cansado y la invité a cenar con nosotros.<br />
Fuimos a un buen restaurante,<br />
jugó toda la noche con mi hija Cecilia<br />
y al final, cuando volvimos al hotel, al<br />
acercarnos al ascensor me dijo: «Me MICHEL GLOTZ<br />
siento tan sola aquí, no tengo ganas de<br />
irme a mi habitación, ¿me invitas a otra<br />
copa?». Por supuesto volvimos a salir<br />
y después de media hora dijo: «Ahora<br />
ya me siento mejor». De vez en cuando<br />
se sentía sola y triste y se abría un poco<br />
con nosotros. Ya había terminado su<br />
momento de gloria en la ópera. Siempre<br />
habrá algo de extraordinario en el nombre<br />
de María Callas.<br />
S; ella. Hasta el final de su vida<br />
e sentía tan atraída por Francia<br />
que acabó por instalarse en<br />
tuvo deseo de grabar fVenher, porque<br />
el personaje de Charlotte le era<br />
muy querido. María tenía un inmenso<br />
repertorio del que son desconocidos<br />
algunos de sus aspectos porque<br />
ella no ha querido —por una especie<br />
Traducción: M.' Angeles de Juan<br />
de timidez que nunca pude comprender—<br />
interpretar obras que le eran,<br />
A. L. (Roma, 2-V-1978) sin embargo, muy familiares. Daré<br />
66 <strong>Scherzo</strong><br />
María Callas y Tilo Gabbi en Tosca, en la Royal Opera<br />
House. en 1964.<br />
como ejemplo las Melodías de Fauré<br />
y sobre todo las 13 Melodías de<br />
Duparc que conocía de memoria.<br />
Dentro de lo popular me hubiera gustado<br />
mucho —porque lo cantaba<br />
sublimemente— que hubiera grabado<br />
un disco de Sirtakí. Se me dirá que<br />
esto no habría añadido nada a la gloría<br />
de María Callas, pero habría sido<br />
un testimonio insólito y una<br />
lección de música.<br />
A. L. (26, abrí!, 1978}