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Scherzo. Núm. 17

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Así pensaban ellos de ella...<br />

TITO GOBBI<br />

Ha habido Prima Donnas que me han emocionado mucho,<br />

proporcionándome la alegría de interpretar, de inventar<br />

algo, pero con Callas esto ocurría de principio<br />

a fin. En los ensayos se establecía que caminásemos hacia<br />

la izquierda o hacia la derecha... se ensayaba el movimiento escénico,<br />

pero en el escenario la noche de la representación interpretábamos<br />

con total fantasía, con imaginación. Se sentía<br />

totalmente libre si improvisaba algo, pues estaba segura de que<br />

yo la seguiría, y en esta tesitura, si yo cambiaba cualquier cosa<br />

ella estaba siempre dispuesta a seguirme. Nos divertíamos con<br />

esas pequeñas situaciones que iban surgiendo. Debo decir que<br />

María me proporcionó la emoción más grande de mi vida; era<br />

en Río de Janeiro y Sao Paulo donde por primera vez canté con<br />

ella La Trúviata, con el maestro Serafín. Nadie en el mundo ha<br />

interpretado el primer acto de esa ópera como lo hizo ella. Después<br />

fui invitado a realizar la grabación de Lucia con María y<br />

Pipo di Stefano y fue entonces cuando, poco antes de comer,<br />

el maestro Serafín le dijo: «María, no debes comer mucho, debes<br />

controlarte, tu peso aumenta cada día y es preciso tener cuidado».<br />

Ella respondió: «Bueno, maestro, que traigan una<br />

báscula y Tito controlará». En efecto, me dio los zapatos y el<br />

sombrero, se pesó y el resultado era verdaderamente alto para<br />

una mujer. Ahí acabó la cosa, pero después de algunos meses,<br />

no sé exactamente cuántos, iba yo en mi coche a la Opera de<br />

Roma y alguien me llamó: ¡Tito!, reconocí su voz, estaba en<br />

el otro extremo de la plaza, vino hacia mí, estaba vestida de negro,<br />

abrió su abrigo y me dijo: «Mírame ahora», era una belleza;<br />

había perdido justamente la mitad de su peso, estaba<br />

elegante, sonriente. Era formidable. En escena éramos dos compañeros<br />

con una enorme confianza, consideración y respeto mutuo;<br />

me acuerdo que al final de cada representación nos hacíamos<br />

una reverencia, como los luchadores. En la vida privada éramos<br />

también grandes amigos. Un día que celebraba mi cumpleaños<br />

en Londres, en el momento de sentarnos a la mesa apareció<br />

y dijo: «Tito, me he enterado de que es tu aniversario, vengo<br />

de París, ¿me invitas? A la mañana siguiente quise mandarle<br />

flores, pero me dijeron que había dejado el hotel a las 8 de la<br />

mañana. Sólo había venido para felicitarme. La última vez que<br />

nos encontramos en Nueva York, en unas lecciones en la Juilliard<br />

School, yo estaba muy cansado y la invité a cenar con nosotros.<br />

Fuimos a un buen restaurante,<br />

jugó toda la noche con mi hija Cecilia<br />

y al final, cuando volvimos al hotel, al<br />

acercarnos al ascensor me dijo: «Me MICHEL GLOTZ<br />

siento tan sola aquí, no tengo ganas de<br />

irme a mi habitación, ¿me invitas a otra<br />

copa?». Por supuesto volvimos a salir<br />

y después de media hora dijo: «Ahora<br />

ya me siento mejor». De vez en cuando<br />

se sentía sola y triste y se abría un poco<br />

con nosotros. Ya había terminado su<br />

momento de gloria en la ópera. Siempre<br />

habrá algo de extraordinario en el nombre<br />

de María Callas.<br />

S; ella. Hasta el final de su vida<br />

e sentía tan atraída por Francia<br />

que acabó por instalarse en<br />

tuvo deseo de grabar fVenher, porque<br />

el personaje de Charlotte le era<br />

muy querido. María tenía un inmenso<br />

repertorio del que son desconocidos<br />

algunos de sus aspectos porque<br />

ella no ha querido —por una especie<br />

Traducción: M.' Angeles de Juan<br />

de timidez que nunca pude comprender—<br />

interpretar obras que le eran,<br />

A. L. (Roma, 2-V-1978) sin embargo, muy familiares. Daré<br />

66 <strong>Scherzo</strong><br />

María Callas y Tilo Gabbi en Tosca, en la Royal Opera<br />

House. en 1964.<br />

como ejemplo las Melodías de Fauré<br />

y sobre todo las 13 Melodías de<br />

Duparc que conocía de memoria.<br />

Dentro de lo popular me hubiera gustado<br />

mucho —porque lo cantaba<br />

sublimemente— que hubiera grabado<br />

un disco de Sirtakí. Se me dirá que<br />

esto no habría añadido nada a la gloría<br />

de María Callas, pero habría sido<br />

un testimonio insólito y una<br />

lección de música.<br />

A. L. (26, abrí!, 1978}

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