17.05.2013 Views

Arturo y Carlota Pérez-Reverte El Capitán Alatriste - allsalvador2009

Arturo y Carlota Pérez-Reverte El Capitán Alatriste - allsalvador2009

Arturo y Carlota Pérez-Reverte El Capitán Alatriste - allsalvador2009

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

–¿Ni siquiera en la calle, en un acto público?<br />

–Bueno –el capitán se pasó dos dedos por el bigote, como obligándose a recordar–. Tal<br />

vez en la calle... Me refiero a la Plaza Mayor, los Jerónimos y sitios así –movió la<br />

cabeza afirmativo, con supuesta y deliberada honradez–... Ahí es posible que si.<br />

Olivares le sostenía la mirada, impasible.<br />

–¿Nada más?<br />

–Nada más.<br />

Por un brevísimo instante el capitán creyó advertir una sonrisa entre la feroz barba del<br />

valido. Pero nunca estuvo seguro de eso. Olivares había tomado uno de los legajos que<br />

tenía sobre la mesa y pasaba sus hojas con aire distraído.<br />

–Servisteis en Flandes y Nápoles, por lo que veo. Y contra los turcos en Levante y<br />

Berbería... Una larga vida de soldado.<br />

–Desde los trece años, Excelencia.<br />

–Lo de capitán es un apodo, supongo.<br />

–Algo así. Nunca pasé de sargento, e incluso se me privó de ese grado tras una reyerta.<br />

–Sí, aquí lo dice –el ministro seguía hojeando el legajo–. Reñisteis con un alférez,<br />

dándole de estocadas... Me sorprende que no os ahorcaran por ello.<br />

–Iban a hacerlo, Excelencia. Pero ese mismo día se amotinaron nuestras tropas en<br />

Maastricht: llevaban cinco meses sin paga. Yo no me amotiné, y tuve la fortuna de<br />

poder defender de los soldados al señor maestre de campo Don Miguel de Orduña.<br />

–¿No os gustan los motines?<br />

–No me gusta que se asesine a los oficiales.<br />

<strong>El</strong> valido enarcó una ceja, displicente.<br />

–¿Ni a los que os pretenden ahorcar?<br />

–Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.<br />

–Para defender a vuestro maestre de campo tumbasteis espada en mano a dos o tres,<br />

dice por aquí.<br />

–Eran tudescos, Excelencia. Y además, el señor maestre de campo decía: «Demonio,<br />

<strong>Alatriste</strong>, si me han de matar amotinados, al menos que sean españoles». Le di la razón,<br />

metí mano, y aquello me valió el indulto.<br />

Escuchaba Olivares, el aire atento. De vez en cuando echaba un nuevo vistazo a los<br />

papeles y miraba a Diego <strong>Alatriste</strong> con reflexivo interés.<br />

–Ya veo –dijo–. También hay aquí una carta de recomendación del viejo conde de<br />

Guadalmedina, y un beneficio de Don Ambrosio de Spinola en persona, firmado de su<br />

puño y letra, pidiendo para vos ocho escudos de ventaja por vuestro buen servicio ante<br />

el enemigo... ¿Se os llegó a conceder?<br />

–No, Excelencia. Que unas son las intenciones de los generales y otras las de<br />

secretarios, administradores y escribanos... Al reclamarlos me los redujeron a cuatro<br />

escudos, e incluso ésos nunca los vi hasta hoy.<br />

<strong>El</strong> ministro hizo un lento gesto con la cabeza, como si también a él le retuvieran de vez<br />

en cuando sus beneficios o salarios. O quizá sólo se limitaba a aprobar la renuencia de<br />

secretarios, administradores y escribanos a soltar dinero público. <strong>Alatriste</strong> vio que<br />

seguía pasando papeles con minuciosidad de funcionario.<br />

–Licenciado después de Fleurus por herida grave y honrosa... –prosiguió Olivares.<br />

Ahora miraba el apósito en la frente del capitán–. Tenéis cierta propensión a ser herido,<br />

por lo que veo.<br />

–Y a herir, Excelencia.<br />

Diego <strong>Alatriste</strong> se había erguido un poco, retorciéndose el bigote. Era obvio que no le<br />

gustaba que nadie, ni siquiera quien podía hacerlo ejecutar en el acto, tomase sus

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!