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130<br />
Dios hace suyos los intereses de los hombres y nos urge a que sepamos<br />
respetar la propiedad y la persona de to<strong>do</strong>s. Quiere que le honremos a él y<br />
que respetemos el día consagra<strong>do</strong> a él, pero quiere también que respetemos<br />
al prójimo y que sepamos vivir en justicia y verdad.<br />
Los mandamientos no nos quitan la libertad: al contrario, son el camino de<br />
una vida digna, libre, en armonía con Dios y con el prójimo, que es el mejor<br />
mo<strong>do</strong> de estar también en armonía con nosotros mismos. Los mandamientos<br />
son el camino de la verdadera liberación. Algunos están en formulación<br />
negativa ("no tendrás otro dios... no matarás... no robarás... no codiciarás<br />
los bienes del prójimo..."), pero son profundamente positivos, porque nos<br />
invitan a decir "sí" tanto a Dios como al prójimo.<br />
La ley tiene su importancia, en la medida en que traduzcamos en la vida<br />
práctica la actitud interior. Lo principal no es la norma en sí o la lista detallada<br />
de los preceptos. Detrás de esas normas está el compromiso personal,<br />
la fidelidad a la Alianza que Dios nos ofrece.<br />
Podemos decir con humildad y alegría, como el salmista: "tú tienes palabras<br />
de vida eterna... la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma... los<br />
mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón...". Nos iría mucho mejor,<br />
como personas y como humanidad, si hiciéramos caso de esas palabras de<br />
vida que Dios nos dio a to<strong>do</strong>s a través de Moisés y de su pueblo.<br />
Sería útil que nos asomásemos hoy a las páginas que el Catecismo de la<br />
Iglesia Católica dedica a los mandamientos, entendi<strong>do</strong>s ahora desde Cristo: es<br />
la 3 a parte, "La vida en Cristo", segunda sección, "Los diez mandamientos",<br />
nn. 2052-2557. Es una buena actualización de las palabras normativas de<br />
Dios, que siguen válidas para toda la humanidad y también para nosotros,<br />
los cristianos.<br />
Por un culto más purifica<strong>do</strong><br />
El episodio del Templo, cuan<strong>do</strong> Jesús echa fuera a los cambistas y a los<br />
mercaderes de animales, expresa cómo quiere él que sea el verdadero culto,<br />
"en espíritu y verdad". Jesús quiere que el Templo sea "casa de Dios", y que<br />
no se corrompa con intereses personales, sobre to<strong>do</strong> económicos.<br />
Cuaresma 131<br />
El provocativo gesto de Jesús no les debió saber nada bien a los encarga<strong>do</strong>s<br />
del Templo, que tenían monta<strong>do</strong> un buen negocio, porque to<strong>do</strong>s los que<br />
venían a rendir culto a Dios tenían que adquirir allí los animales (bueyes,<br />
corderos, palomas) y también cambiar la moneda que trajeran, porque sólo<br />
se admitía la oficial de Jerusalén.<br />
No sabemos si después de este episodio cambiaron las costumbres del<br />
Templo, o fue sólo de un gesto simbólico de Jesús. Es una lección que<br />
sigue sien<strong>do</strong> válida para la Iglesia de to<strong>do</strong>s los tiempos, porque siempre<br />
tenemos la tentación de orientar el culto para nuestro propio beneficio. El<br />
verdadero culto no es la ofrenda de cosas materiales, sino la de nosotros<br />
mismos. Como la ofrenda de Cristo en la Cruz, cuan<strong>do</strong> llevó a su plenitud<br />
el culto de la humanidad a Dios.<br />
Nuestro culto ha de ser vital, interno, además de ritual y externo. Él mismo<br />
se entregó en la cruz hasta las últimas consecuencias, sellan<strong>do</strong> así, no con<br />
ritos en el Templo sino con la <strong>do</strong>nación de su propia persona, la Nueva<br />
Alianza con Dios.<br />
La cruz: escándalo, necedad o sabiduría verdadera<br />
Pablo, en su lectura, nos ha prepara<strong>do</strong> para entender lo que significa que<br />
Jesús anuncie su muerte y su resurrección. Lo que representa para nuestra<br />
vida la Nueva Alianza de la cruz de Cristo.<br />
Cristo crucifica<strong>do</strong> no parece responder al ideal de sabiduría de los griegos ni<br />
a los signos de poder que los judíos esperan del Mesías. Pero Dios se muestra<br />
sorprendente y no sigue los criterios ni de los judíos ni de los griegos. Más bien<br />
parece como si quisiera desprestigiar lo que los hombres llamamos sabiduría,<br />
demostran<strong>do</strong> que es necedad, mientras que lo que nosotros despreciamos<br />
como necio o débil puede ser a sus ojos lo verdaderamente sabio.<br />
Jesús hace una afirmación que deja perplejos a sus adversarios: "destruid<br />
este Templo y yo lo levantaré en tres días" (para "levantaré" se emplea aquí<br />
la misma palabra griega que para "resucitar": "egeiro"). El evangelista ya<br />
se encarga de decirnos que "él hablaba del templo de su cuerpo". Por tanto,<br />
nuestra atención es orientada por el mismo Jesús hacia su Pascua, hacia su<br />
entrega en la cruz y a su resurrección al tercer día.