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No sabemos responder a la pregunta de cómo se compagina el mal que<br />
hay en el mun<strong>do</strong> y la bondad de Dios. Es una pregunta que ya planteaba<br />
vigorosamente el libro de Job y que sigue en pie también hoy. Como<br />
también surgió en el "mal" por antonomasia, que fue la muerte injusta de<br />
Jesús, su Hijo, en la cruz. También allí hubo la gran pregunta: "¿por qué<br />
me has aban<strong>do</strong>na<strong>do</strong>?". No hubo respuesta razonada. Hubo la resurrección.<br />
Nosotros no sabemos responder al problema. Pero Dios, sí.<br />
La Iglesia sigue curan<strong>do</strong><br />
El Resucita<strong>do</strong> sigue curan<strong>do</strong> hoy a la humanidad a través de su Iglesia.<br />
Durante <strong>do</strong>s mil años, la comunidad de Jesús se ha dedica<strong>do</strong>, no sólo a<br />
predicar la Palabra y per<strong>do</strong>nar los peca<strong>do</strong>s, sino también a curar enfermos,<br />
atender a los pobres y margina<strong>do</strong>s, luchar contra la toda opresión e<br />
injusticia, trabajar por la liberación integral de la persona.<br />
Es una tarea en la que to<strong>do</strong>s deberían sentirse comprometi<strong>do</strong>s, no sólo<br />
los ministros ordena<strong>do</strong>s sino to<strong>do</strong>s los fieles, cada uno en su campo de<br />
acción.<br />
De una manera especial actúa la Iglesia esta liberación y poder curativo<br />
a través de los sacramentos. Los gestos sacramentales, muy pareci<strong>do</strong>s a<br />
los que utilizó Jesús -imposición de manos, contacto con la mano, unción<br />
con óleo y crisma, baño en agua- junto con las palabras decisivas que<br />
pronuncia el ministro, en nombre de Cristo y en virtud del Espíritu, son el<br />
signo eficaz de cómo sigue actuan<strong>do</strong> Dios en el mun<strong>do</strong> de hoy.<br />
El milagro de hoy nos recuerda el Bautismo, porque uno de los signos<br />
complementarios con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento<br />
es precisamente el rito del "effetá", en el que el ministro toca con el de<strong>do</strong><br />
los oí<strong>do</strong>s y la boca del bautiza<strong>do</strong> y dice: "el Señor Jesús, que hizo oír a los<br />
sor<strong>do</strong>s y hablar a los mu<strong>do</strong>s, te conceda, a su tiempo, escuchar la Palabra y<br />
proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre".<br />
Un cristiano ha de tener abiertos los oí<strong>do</strong>s para escuchar y los labios para<br />
hablar. Para escuchar tanto a Dios como a los demás, sin hacerse el sor<strong>do</strong><br />
ni a la Palabra salva<strong>do</strong>ra ni a la comunicación con el prójimo. Para hablar<br />
El tiempo ordinario 399<br />
tanto a Dios como a los demás, sin callar en la oración ni en el diálogo con<br />
los hermanos ni en el testimonio de su fe.<br />
Podemos aplicarnos esta tarea curativa a nosotros mismos. Ante to<strong>do</strong>, para<br />
pensar si Jesús, o la Iglesia, nos tendrían que curar a nosotros mismos de<br />
alguna clase de sordera o de mudez voluntarias. A veces tendríamos que<br />
prestar oí<strong>do</strong> a la Palabra de Dios, y no lo hacemos con suficiente atención.<br />
A veces tendríamos que alabar con nuestras palabras y cantos a Dios<br />
y también hablar a nuestros hermanos con palabras oportunas, y no lo<br />
hacemos.<br />
Además, deberíamos pensar si ejercemos la misión de curar a otros. Sin<br />
necesidad de hacer milagros, ¿somos capaces de ayudar a los ciegos,<br />
las personas que no ven o no quieren ver, para que sepan cuáles son los<br />
caminos de Dios? ¿y a los sor<strong>do</strong>s, las personas que no oyen o no quieren<br />
oír, para que se enteren del mensaje de salvación de Dios? ¿o a los mu<strong>do</strong>s,<br />
las personas que no pueden o no quieren hablar, para que se suelte su<br />
lengua y recobren el habla en los momentos oportunos?<br />
Sin acepción de personas<br />
Santiago describe muy vivamente lo que ya en su tiempo se ve que era más<br />
espontáneo en la vida eclesial y concretamente en la celebración litúrgica:<br />
la acepción de personas. Ya el <strong>do</strong>mingo pasa<strong>do</strong> nos decía que la religión<br />
verdadera era ayudar en sus tribulaciones a los huérfanos y a las viudas.<br />
En la "Didascalia de los Doce Apóstoles", un <strong>do</strong>cumento del siglo III, se<br />
le dice al obispo que preside la celebración que, si entra un pobre, sobre<br />
to<strong>do</strong> si es mayor, y no encuentra asiento, que le deje él, el obispo, el suyo,<br />
aunque él tenga que sentarse en el suelo.<br />
En nuestra vida tenemos muchas ocasiones de caer en la trampa de<br />
mostrar preferencias por unos en razón de su simpatía, sus cualidades o<br />
sus riquezas, y, consecuentemente, menospreciar a los demás. Nos va bien<br />
la lección de Santiago.<br />
En la liturgia hemos caí<strong>do</strong> con frecuencia exactamente en lo que él<br />
desautorizaba, Existían "clases" o diferencias en ciertos sacramentos