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aldazabal, jose - do..

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338<br />

Ellos le conocen sencillamente como "el carpintero" y "el hijo de María",<br />

y conocen también a sus "hermanos" (que ya sabemos que en las lenguas<br />

semitas puede significar también primos y demás parientes). Por eso "les<br />

resultaba escandaloso".<br />

Jesús se extraña de la falta de fe de sus paisanos y "no pu<strong>do</strong> hacer allí<br />

ningún milagro". No porque los milagros o las curaciones dependan de<br />

reacciones psicológicas, sino porque Jesús quería que sus milagros no<br />

quedaran sólo en la mera admiración, sino que condujeran a la fe en él.<br />

Y se marchó a otros pueblos, a seguir predican<strong>do</strong>.<br />

"...y los suyos no le recibieron"<br />

-II-<br />

Se cumple lo que dice Juan en el prólogo de su evangelio: "vino a su casa<br />

y los suyos no le recibieron".<br />

Lo experimentó el profeta Ezequiel, que estaba compartien<strong>do</strong> con sus<br />

paisanos la desgracia del destierro, pero no le escucharon lo que les decía<br />

de parte de Dios.<br />

Lo experimentó Pablo, que, además de muchos éxitos pastorales, tuvo<br />

también momentos de fracaso en que tenía la tentación de aban<strong>do</strong>nar su<br />

misión apostólica, porque sólo encontraba dificultades y persecuciones.<br />

Lo experimentó, sobre to<strong>do</strong>, Jesús, que había si<strong>do</strong> aplaudi<strong>do</strong> en otros<br />

pueblos y se había alegra<strong>do</strong> de la fe de Jairo y de la buena mujer que se<br />

curó de su hemorragia, pero cuan<strong>do</strong> llegó a Nazaret se encontró con la<br />

incredulidad. Según Lucas (Le 4) no sólo le hicieron el vacío, sino que,<br />

después de una admiración inicial, provocó la ira de sus paisanos y estuvo<br />

a punto de ser despeña<strong>do</strong> por un barranco.<br />

Las preguntas que suscitó su predicación en los nazaretanos estaban bien<br />

formuladas: ¿quién es este? ¿de dónde le viene la sabiduría y el poder<br />

El tiempo ordinario 339<br />

milagroso que muestra? La extrañeza de sus paisanos puede considerarse<br />

lógica: ¿cómo puede venir de Dios un carpintero de nuestro pueblo, al que<br />

hemos visto crecer desde niño? Pero no supieron pasar de esas preguntas<br />

a la conclusión que hubiera si<strong>do</strong> más lógica: Dios debe estar de su parte,<br />

porque si no, no podría hacer lo que hace. Se quedaron bloquea<strong>do</strong>s en la<br />

pregunta. "Desconfiaban de él". Tal vez también porque sintieron celos<br />

de que en otros pueblos, como en Cafarnaún, hacía milagros y en el suyo,<br />

no. Lo que hacía "les escandalizó" y no creyeron en él. Entre otras cosas,<br />

porque venía como un Mesías demasia<strong>do</strong> sencillo -un obrero humilde, sin<br />

cultura, a quien conocen desde niño- y no como un libera<strong>do</strong>r enérgico y<br />

poderoso como esperaban.<br />

La conclusión de Jesús es bastante amarga: "no desprecian a un profeta<br />

más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa". A Jesús debió <strong>do</strong>lerle<br />

esta falta de fe. El anciano Simeón ya había predicho que aquel niño iba a<br />

ser piedra de escándalo y señal de contradicción.<br />

La increencia ha existi<strong>do</strong> siempre, y también en nuestro tiempo. La fe<br />

es muchas veces incómoda y exigente. Cuan<strong>do</strong> no interesa el mensaje<br />

-y el de los profetas, y sobre to<strong>do</strong> el de Cristo, es siempre incómo<strong>do</strong>- se<br />

desacredita (o se persigue y elimina) al mensajero. Lo que predicaba<br />

Jesús no coincidía con las convicciones de sus contemporáneos. Más bien<br />

sacudía los cimientos de to<strong>do</strong> su sistema religioso. No sólo de los escribas<br />

y fariseos, sino también, según parece, de sus paisanos. Un profeta siempre<br />

resulta molesto. Si le aceptan, tienen que aceptar lo que predica.<br />

Lo mismo pasa ahora. Lo que predican el Papa o los Obispos o en<br />

general los cristianos, siguien<strong>do</strong> el evangelio, puede no coincidir con lo<br />

que gusta a la mayoría, y sobre to<strong>do</strong> a los dirigentes de la sociedad, que<br />

fácilmente encontrarán excusas para rechazarlo. Es más cómo<strong>do</strong> refugiarse<br />

en el agnosticismo, o en la indiferencia, o en lo que se puede llamar<br />

"prescindencia".<br />

Encontrarnos en un ambiente de increencia nos puede saber mal, pero no<br />

debería extrañarnos, y mucho menos desanimarnos.<br />

Peor sería que nosotros mismos, "los de su casa", los que nos llamamos<br />

cristianos practicantes y escuchamos su Palabra y celebramos su Eucaristía,

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