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aldazabal, jose - do..

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70<br />

El "maravilloso intercambio" que nos salva<br />

Algunos textos de esta fiesta hablan de un admirable intercambio que sucede<br />

en la Navidad: "hoy resplandece ante el mun<strong>do</strong> el maravilloso intercambio<br />

que nos salva, pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición, no sólo<br />

confiere dignidad eterna a la naturaleza humana, sino que por esta unión<br />

admirable nos hace a nosotros eternos" (prefacio III).<br />

Lo dicen otras oraciones: "haznos participar de la divinidad de tu Hijo que,<br />

al asumir la naturaleza humana, nos ha uni<strong>do</strong> a la tuya de mo<strong>do</strong> admirable",<br />

"compartir la vida divina de aquel que hoy se ha digna<strong>do</strong> compartir con el<br />

hombre la condición humana".<br />

Es la noticia de la "humanización" de Dios y de la "divinización" del hombre:<br />

el hombre ha si<strong>do</strong> eleva<strong>do</strong> a la categoría de hijo en la casa de Dios.<br />

Miran<strong>do</strong> también al futuro<br />

En la Navidad, que parecería sólo una celebración histórica, o en to<strong>do</strong> caso<br />

una actualización de la gracia que Dios nos comunica hoy y aquí, miramos<br />

también al futuro.<br />

Pablo, por ejemplo, además de proponernos como motivo de alegría que<br />

"ha apareci<strong>do</strong> la gracia de Dios", también nos invita a mirar hacia el final<br />

de los tiempos, "aguardan<strong>do</strong> la dicha que esperamos: la aparición gloriosa<br />

del gran Dios y Salva<strong>do</strong>r Jesucristo".<br />

En las oraciones pedimos a Dios: "concédenos gozar en el cielo del esplen<strong>do</strong>r<br />

de su gloria a los que hemos experimenta<strong>do</strong> la claridad de su presencia en la<br />

tierra", "concédenos que, así como ahora acogemos, gozosos, a tu Hijo como<br />

redentor, lo recibamos también confia<strong>do</strong>s cuan<strong>do</strong> venga como Juez".<br />

De nuevo estamos en la dinámica de la historia de la salvación, que ha<br />

esta<strong>do</strong> presente durante el Adviento: la venida humilde de Jesús en Belén<br />

es el comienzo de nuestra salvación. Su venida última y gloriosa, que no<br />

sabemos cuán<strong>do</strong> ni cómo será, nos llenará de alegría si hemos sabi<strong>do</strong> vivir<br />

conforme a su programa de vida. En la oración que sigue en la misa al<br />

Padrenuestro decimos cada día: "mientras esperamos la gloriosa venida de<br />

nuestro Salva<strong>do</strong>r Jesucristo".<br />

Navidad 71<br />

Los pastores, maestros de la acogida<br />

Fueron unas personas sencillas las que supieron ver la llegada de los tiempos<br />

mesiánicos y acogieron al Envia<strong>do</strong> de Dios. Ante to<strong>do</strong> esa joven pareja de<br />

creyentes que se llamaban José y María. Luego, los pastores, que hicieron<br />

caso a la invitación de los ángeles, corrieron a Belén y reconocieron al<br />

Mesías a pesar de la extrema pobreza de su venida.<br />

Otros, los importantes de Jerusalén, las autoridades tanto políticas como<br />

religiosas, no se enteraron, o no se quisieron enterar. Los pastores, sí. A<br />

veces son las personas humildes las que están más abiertas a la salvación<br />

y a la fe. Jesús, ya desde su nacimiento, pertenece a los pobres, que serán<br />

también sus predilectos en su actuación y en sus enseñanzas: basta recordar<br />

las bienaventuranzas.<br />

To<strong>do</strong>s somos invita<strong>do</strong>s a esta actitud de acogida. Dios se nos ha acerca<strong>do</strong>,<br />

Dios es Dios-con-nosotros, y ha queri<strong>do</strong> compartir nuestra vida para que<br />

nosotros, acogién<strong>do</strong>le, compartamos la suya. Sea cual sea nuestro esta<strong>do</strong><br />

social, o nuestra edad, o nuestra cultura, to<strong>do</strong>s somos importantes para<br />

Dios. Esta Navidad podemos decir, con mayor senti<strong>do</strong> que nunca, y desde<br />

el fon<strong>do</strong> de nuestro ser, la oración del Padrenuestro que nos enseñó Jesús.<br />

Porque el Hijo de Dios se ha hecho Hermano nuestro, to<strong>do</strong>s somos hijos<br />

en la familia de Dios.<br />

Podemos espejarnos en esos pastores de Belén y acoger con fe y hasta con<br />

emoción a Dios en nuestras vidas. Y, además, ser apóstoles y evangeliza<strong>do</strong>res<br />

para con los demás: "el que encomendó al ángel anunciar a los pastores la<br />

gran alegría del nacimiento del Salva<strong>do</strong>r os llene de gozo y os haga también<br />

a vosotros mensajeros del Evangelio" (bendición solemne).<br />

Consecuencia para la vida<br />

Esto no sólo provoca nuestras alabanzas y cantos en la celebración litúrgica.<br />

Debe también producir un cambio en nuestras vidas. Sería una pena que<br />

también de nosotros se tuviera que decir: "vino a su casa y los suyos no le<br />

recibieron". O lo que pasó a la pareja José y María, que andaban buscan<strong>do</strong><br />

una casa para dar a luz y no hubo sitio en ninguna para ellos.

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