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Tu fe te ha cura<strong>do</strong><br />
To<strong>do</strong> dependerá de si tenemos fe. La acción curativa de Cristo está siempre<br />
en acto. Pero no actúa mágica o automáticamente.<br />
En el caso de Jairo, existe esa fe: le pide la curación de su hija postrán<strong>do</strong>se<br />
humildemente ante Jesús, convenci<strong>do</strong> de que puede curarla. Tal vez no<br />
tiene la misma seguridad cuan<strong>do</strong> se entera que su hija ha muerto. Pero<br />
Jesús le ayuda: "no temas, basta que tengas fe".<br />
La mujer enferma ni se atreve a dirigirle la palabra: tal vez porque su<br />
enfermedad la hacía legalmente "impura" y no podía entrar en contacto<br />
con la gente. Por eso, al ser descubierta, cuenta lo que ha hecho con<br />
humildad y mie<strong>do</strong>. También a ella Jesús le dice: "hija, tu fe te ha cura<strong>do</strong>,<br />
vete en paz y con salud".<br />
Cuan<strong>do</strong> Marcos escribe su evangelio, es su intención que sus lectores<br />
crezcan en la fe en Cristo y se acerquen a él con la confianza de que tiene<br />
la fuerza de curar y resucitar.<br />
Deberíamos tener más fe en esa fuerza salva<strong>do</strong>ra de Jesús, también en<br />
relación con esas <strong>do</strong>s realidades que tanto nos preocupan, la enfermedad y<br />
la muerte. Sobre el gran interrogante de la muerte, no tenemos los cristianos<br />
una "solución" al enigma, pero sí tenemos luz para afrontarla con senti<strong>do</strong><br />
y confianza: "el que cree en mí, aunque muera, vivirá".<br />
Cristo nos quiere seguir curan<strong>do</strong> a nosotros, que llegamos no sólo a tocar<br />
el borde su manto, sino que nos alimentamos de su misma Persona en<br />
la comunión. Deberíamos tomar como dichas a nosotros las palabras de<br />
Jesús: "a ti te lo digo, levántate". Seguro que tenemos de qué levantarnos:<br />
de la pereza, del peca<strong>do</strong>, del desánimo... Debemos creer en Jesús, no<br />
sólo cuan<strong>do</strong> todavía hay esperanza, sino también cuan<strong>do</strong> ya to<strong>do</strong> parece<br />
irremediable, creyen<strong>do</strong> "contra toda esperanza".<br />
Además, la actuación de Jesús nos da una buena clave para nuestra pastoral<br />
sacramental. Es una actitud de "buenos pastores", llena de amable acogida<br />
y pedagogía evangeliza<strong>do</strong>ra, ayudan<strong>do</strong> a to<strong>do</strong>s a encontrarse desde la fe<br />
con la salvación de Dios, estén o no al principio bien dispuestos.<br />
El tiempo ordinario 333<br />
Tanto los ministros ordena<strong>do</strong>s como los fieles que atienden a los que<br />
vienen a pedir los sacramentos para sí mismos (unos novios que preparan<br />
su boda) o para sus hijos o allega<strong>do</strong>s (el bautismo, la primera comunión,<br />
las exequias cristianas), deberíamos respetar el gra<strong>do</strong> de fe, o de no fe, de<br />
esas personas. Y conducirlas, como hacía Jesús, a una fe más profunda.<br />
Jairo tenía fe hasta cierto punto (cuan<strong>do</strong> se trataba de curar a una enferma,<br />
pero no para resucitar a una difunta), y Jesús le ayudó a profundizar en esa<br />
fe. A la buena mujer también le ayuda a comprender que no la ha cura<strong>do</strong><br />
el haber toca<strong>do</strong> su manto, sino la fe. Hay que saber descubrir y reavivar<br />
el rescol<strong>do</strong> de fe que puede haber en algunos novios o en algunas familias<br />
que vienen a pedir los sacramentos de la Iglesia. Eso es lo típico de un<br />
buen pastor que imita a Jesús: aceptar la situación en que se encuentran las<br />
personas y acompañarles hacia delante.<br />
Dios quiere la vida, no la muerte<br />
Las <strong>do</strong>s escenas del evangelio de hoy son muy expresivas del poder<br />
salva<strong>do</strong>r de Jesús sobre la enfermedad y la muerte, <strong>do</strong>s realidades muy<br />
presentes en nuestra historia y que nos preocupan notablemente.<br />
La enfermedad es la experiencia de nuestros límites, y muchas veces,<br />
además del <strong>do</strong>lor, nos hace experimentar la soledad, la impotencia, el tener<br />
que depender de los demás, perder, junto con la salud física, también las<br />
fuerzas espirituales y la ilusión.<br />
Pero sobre to<strong>do</strong> nos preocupa el enigma de la muerte, ante el que caben<br />
reacciones de desesperación o fatalismo, de rebelión o de aceptación<br />
progresiva. Ante el gran interrogante de to<strong>do</strong>s los tiempos, ¿por qué la<br />
muerte?, las lecturas de hoy no nos proporcionan la "solución", por mucha<br />
fe que tengamos en Cristo Jesús, pero sí nos iluminan para que sepamos<br />
aceptarla desde la fe en Dios.<br />
El libro de la Sabiduría nos contesta, con la perspectiva del libro del<br />
Génesis, afirman<strong>do</strong> que Dios no ha queri<strong>do</strong> la muerte, sino la vida. No<br />
dijo "hágase la enfermedad" o "hágase la muerte", sino "hágase la vida".<br />
Dios es el Dios de la vida. Según su plan, el destino del hombre es vivir