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aldazabal, jose - do..

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334<br />

para siempre: "lo hizo a imagen de su propio ser", que es to<strong>do</strong> vida y<br />

vida eterna. Ahora bien, el autor de este libro, fiel a la mentalidad de los<br />

israelitas, atribuye la existencia de la muerte al peca<strong>do</strong>, que trastornó los<br />

planes de Dios e introdujo el mal en el mun<strong>do</strong>. Más aún, lo atribuye al<br />

Maligno: "la muerte entró en el mun<strong>do</strong> por la envidia del diablo", y será<br />

muerte definitiva para "los de su parti<strong>do</strong>".<br />

Pero es el evangelio el que nos da la perspectiva más esperanza<strong>do</strong>ra. Cristo<br />

ha veni<strong>do</strong> a dar vida: "para que tengan vida, y la tengan en abundancia".<br />

Muestra su poder sobre la enfermedad humana, curan<strong>do</strong> a la mujer, y su<br />

poder sobre la muerte resucitan<strong>do</strong> a la hija de Jairo. Desde la perspectiva<br />

de Cristo, la muerte no es definitiva: "la niña está <strong>do</strong>rmida". Es una muerte<br />

transitoria. En el plan de Dios la muerte no es la última palabra, sino el<br />

paso a la existencia definitiva. El mismo, Jesús, resucitará del sepulcro a<br />

una nueva vida.<br />

El Cristo que curó a la mujer con sólo su contacto, el Cristo que tendió la<br />

mano a la niña y la devolvió a la vida, es el mismo Cristo que en su Pascua<br />

triunfó de la muerte, experimentán<strong>do</strong>la en su propia carne. Es el mismo que<br />

ahora sigue, desde su existencia gloriosa, estan<strong>do</strong> a nuestro la<strong>do</strong> para que<br />

tanto en los momentos de debilidad y <strong>do</strong>lor como en el trance de la muerte<br />

sepamos dar a ambas experiencias un senti<strong>do</strong> pascual, incorporán<strong>do</strong>nos a<br />

él en su <strong>do</strong>lor y en su destino de victoria y vida.<br />

También la Iglesia debe ser "da<strong>do</strong>ra de vida" y transmisora de esperanza,<br />

cuidan<strong>do</strong> a los enfermos, como ha hecho a lo largo de <strong>do</strong>s mil años,<br />

ponien<strong>do</strong> remedio a la incultura y defendien<strong>do</strong> la vida contra to<strong>do</strong>s los<br />

posibles ataques del hambre, de las guerras, de las escandalosas injusticias<br />

de este mun<strong>do</strong>, del terrorismo, así como de las perspectivas radicales del<br />

aborto o de la eutanasia o de la pena de muerte.<br />

Comunicación de bienes<br />

La colecta que organiza Pablo, entre las comunidades más pudientes, es un<br />

buen ejemplo de solidaridad también para nuestro tiempo.<br />

Se ve que la comunidad de Jerusalén pasaba momentos de penuria y<br />

escasez. No duró mucho, pues, aquella situación de "comunismo cristiano"<br />

El tiempo ordinario 335<br />

que describe Lucas en el libro de los Hechos, en que ninguno pasaba<br />

necesidad porque to<strong>do</strong>s ponían en común lo suyo.<br />

No se trata, según Pablo, de que ahora se invierta la situación y yo tenga<br />

que ser pobre. Se trata más bien de igualar, de nivelar, de mo<strong>do</strong> que no<br />

haya diferencias tan notables entre una comunidad y otra.<br />

Esto puede aplicarse tanto a una solidaridad intraeclesial, entre<br />

comunidades cristianas -por ejemplo con una caja de compensación o de<br />

solidaridad entre diócesis o entre parroquias o con los misioneros- sino<br />

también en el terreno social y mundial, ayudan<strong>do</strong> a los países pobres, en<br />

que millones de personas mueren de hambre cada año.<br />

No podemos contentarnos con rezar en la Oración Universal por la paz y<br />

la justicia del mun<strong>do</strong>, sino que nuestra solidaridad se tiene que traducir<br />

en una ayuda más concreta, también económica. No podemos quedar<br />

tranquilos ante el escándalo de la desigualdad entre países ricos y pobres,<br />

entre comunidades que abundan y comunidades que pasan necesidad.<br />

La motivación que aduce Pablo sigue sien<strong>do</strong> válida para nosotros. Cristo fue<br />

generoso con to<strong>do</strong>s: no podemos nosotros no serlo unos con otros. Además,<br />

hoy nos toca ayudar desde nuestros medios a otros, y mañana tal vez serán<br />

ellos los que nos ayudarán a nosotros: hoy por mí y mañana por ti.<br />

Es más cómo<strong>do</strong> encerrarnos en nuestro mun<strong>do</strong>, aducir que también a<br />

nosotros nos cuesta sobrevivir, o que no sabemos si la ayuda que damos<br />

llegará o no a destino, o que son los países más ricos los que tienen que<br />

poner remedio con<strong>do</strong>nan<strong>do</strong> deudas y cambian<strong>do</strong> políticas. Pero hay<br />

muchos niveles en que también cada comunidad cristiana, e incluso cada<br />

cristiano, puede ejercitar en su ambiente esta solidaridad, como Cristo, que<br />

no dio limosna, sino que se dio a sí mismo totalmente.

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