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"Y to<strong>do</strong>s bebieron", dice Marcos en su relato. Por eso, la comunidad<br />
cristiana vuelve ahora, después de varios siglos de olvi<strong>do</strong>, a participar<br />
preferentemente de este sacramento bajo las <strong>do</strong>s especies, la del pan y la<br />
del vino. La introducción al Misal dice que comulgar también con el vino<br />
expresa mejor la relación de la Eucaristía con el sacrificio de Cristo en<br />
la cruz: "la comunión tiene una expresión más plena por razón del signo<br />
cuan<strong>do</strong> se hace bajo las <strong>do</strong>s especies. En esta forma... se expresa más<br />
claramente la voluntad divina con la que se ratifica en la Sangre del Señor<br />
la Alianza nueva y eterna" (IGMR 281). El cambio de nombre de esta fiesta<br />
de hoy -en vez de sólo "Corpus", ahora "fiesta del Cuerpo y Sangre de<br />
Cristo"- es significativo de esta recuperación de la comunión bajo las <strong>do</strong>s<br />
especies.<br />
Cristo, nuestro alimento de vida eterna<br />
En este admirable sacramento, Jesús ha queri<strong>do</strong> ser para su comunidad,<br />
hasta el final de los siglos, el Maestro que transmite la Palabra viva de<br />
Dios. Pero además ha queri<strong>do</strong> ser el alimento que nos da fuerzas y nos<br />
transmite vida: "quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí<br />
y yo en él... vivirá de mí como yo vivo del Padre".<br />
El simbolismo de la comida y la bebida es muy expresivo. Como al pueblo<br />
de Israel, en el camino del desierto, Dios lo alimentó con el maná y sació<br />
su sed con agua viva de la roca, también a nosotros, en el camino siempre<br />
difícil de la vida, Cristo nos da a comer su Cuerpo y su Sangre: él mismo es<br />
el verdadero "viático", alimento para el camino, alimento que es fortaleza<br />
y alegría.<br />
La Eucaristía la ha pensa<strong>do</strong> Cristo como sacramento de unión con él. Es la<br />
dimensión "vertical" del sacramento, que nunca acabaremos de apreciar y<br />
agradecer. En el "discurso del pan de vida", que Jesús hizo en la sinagoga,<br />
al día siguiente de la multiplicación de los panes, dice explícitamente que<br />
"el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna". Pero sigue<br />
describien<strong>do</strong> los "efectos" que va a producir en sus creyentes este "comer<br />
y beber" eucarísticos. Dice, ante to<strong>do</strong>, que "el que come mi carne y bebe<br />
mi sangre habita en mí y yo en él": hay una "interpermanencia" entre<br />
El tiempo ordinario 479<br />
Cristo y el que le come con fe, como la unión íntima que más adelante,<br />
en el capítulo 15, describirá entre la cepa de la vid y los sarmientos. Pero,<br />
además, con una comparación que nosotros no nos hubiéramos atrevi<strong>do</strong> a<br />
pensar, dice que "el que me come vivirá por mí, al igual que yo vivo por<br />
el Padre".<br />
En el prefacio I de la Eucaristía afirmamos con seguridad: "su carne,<br />
inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada<br />
por nosotros, es bebida que nos purifica".<br />
La celebración y la prolongación de la Eucaristía<br />
La Eucaristía tiene <strong>do</strong>s dimensiones: su celebración, la misa, en torno al<br />
altar, y su prolongación, con la reserva del Pan eucarístico en el sagrario y<br />
la consiguiente veneración que le dedica la comunidad cristiana.<br />
La finalidad principal de la Eucaristía es su celebración y que los fieles<br />
comulguen con el Cuerpo y Sangre de Cristo. Pero desde que, ya en<br />
los primeros siglos, la comunidad cristiana empezó a guardar el Pan<br />
eucarístico para los enfermos y para los moribun<strong>do</strong>s, fue hacién<strong>do</strong>se cada<br />
vez más "connatural" que se rodeara el lugar de la reserva (el sagrario) de<br />
signos de fe y a<strong>do</strong>ración hacia el Señor.<br />
El Concilio Vaticano II impulsó una reforma de la "celebración" de la<br />
Eucaristía. En los años siguientes, con la introducción de las lenguas<br />
vivas, la mayor riqueza de lecturas bíblicas en los varios Leccionarios,<br />
la distribución más expresiva de los varios ministerios, la recuperación<br />
de la concelebración, de la Oración Universal, de la comunión bajo las<br />
<strong>do</strong>s especies, etc., ciertamente se ha consegui<strong>do</strong> esta finalidad: ahora se<br />
"celebra" mejor que antes la Eucaristía.<br />
Pero tal vez, y esto no lo había queri<strong>do</strong> el Concilio, se perdió o disminuyó<br />
en algunos lugares la sensibilidad que teníamos por el culto a la presencia<br />
eucarística de Cristo también fuera de la celebración.<br />
Documentos posteriores como la instrucción Eucharisticum Mysterium,<br />
de 1967, y, sobre to<strong>do</strong>, el Ritual del Culto a la Eucaristía, de 1973, nos han<br />
da<strong>do</strong> motivaciones y orientaciones prácticas muy buenas para recuperar.