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ahora<br />

—Lena.<br />

Mi nombre me saca del sueño. Me incorporo, con el corazón acelerado en el pecho.<br />

Julián ha movido su catre hacía la puerta, junto a la pared, lo más lejos posible de mi. El sudor se<br />

acumula en mi labio superior. Hace días que no me ducho y el cuarto desprende un olor animal, a<br />

cerrado.<br />

—¿Al menos es tu nombre auténtico? — pregunta Julián tras una pausa. Su voz sigue siendo fría,<br />

aunque ha perdido parte de su agresividad.<br />

—Es mi nombre —replico. Cierro los ojos, los aprieto bien hasta que aparecen pequeños estallidos<br />

de color tras los párpados. He tenido una pesadilla. Estaba en la Tierra Salvaje, Raven y Álex estaban<br />

allí, y había también un animal, algo enorme que habíamos matado.<br />

—Llamabas a Álex —siento un pequeño espasmo de dolor en el estómago. Más silencio—. Fue él<br />

¿no? Fue él quien te pasó la enfermedad.<br />

—¿Qué más te da? —digo. Me tumbo de nuevo.<br />

—¿Y qué le pasó? —pregunta Julián.<br />

—Murió —replico cortante; eso es lo que quiere oír. Visualizo una alta torre con paredes lisas, que<br />

se alza hasta el mismo cielo. Hay escaleras incrustadas a un lado, que van dando vueltas hacia arriba.<br />

Doy el primer paso hacia la frescura y la sombra.<br />

—¿De qué? —pregunta Julián—. ¿Por los deliria?<br />

Sé que si digo que sí, se sentirá bien. « ¿Lo ves? », pensará. «Tenemos razón. Estábamos en lo cierto<br />

desde el principio. Si la gente muere, es porque tenemos razón».<br />

—Vosotros —respondo—. Tu gente.<br />

Julián toma aire rápido. Cuando vuelve a hablar, su voz es más suave.<br />

—Dijiste que no tenías pesadillas.<br />

Me encierro entre los muros. Desde la torre, las personas de abajo no son más que hormigas,<br />

manchitas, signos de puntuación: se borran fácilmente.<br />

—Soy una inválida —digo—. Mentimos.<br />

Por la mañana tengo un plan más claro, más firme, Julián sigue sentado en el rincón, observándome<br />

igual que me miraba cuando nos atraparon. Continúa llevando el trapo en torno a la cabeza, pero ahora<br />

parece más alerta y se le ha bajado la hinchazón de la cara.<br />

Deshago el paraguas, separando la parte de nailon del armazón de metal. Luego extiendo la tela y la<br />

corto en cuatro tiras largas. Las ato juntas y pruebo su resistencia. No está mal. No aguantará mucho rato,<br />

pero solo necesito algunos minutos.<br />

—¿Qué haces?— me pregunta Julián. Noto que está esforzándose por no parecer demasiado curioso.<br />

No le contesto. YA no me importa lo que haga, si viene conmigo o si se queda aquí pudriéndose para<br />

siempre, con tal de que no me moleste.<br />

No me lleva mucho tiempo sacar las bisagras de la gatera. Lo consigo tirando en varias direcciones y<br />

jugando con la punta del cuchillo; estaban flojas y oxidadas. Consigo empujar la puerta hacia fuera y cae<br />

contra el corredor haciendo ruido. Eso hará que venga alguien, y pronto. Se me acelera el corazón. «Es la<br />

hora de la función», como decía Tack justo antes de salir de caza. Saco el Manual de FSS y le arranco

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