08.06.2013 Views

1364745468642

1364745468642

1364745468642

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Me ha visto sin sujetador, expuesta.<br />

Me ha mirado como si fuera guapa.<br />

—¿Te sientes mejor? —pregunta.<br />

—Sí — murmuro bajando la mirada. Me paso el dedo con cuidado por el corte del cuello. Mide unos<br />

dos centímetros y ya le ha salido una costra de sangre seca.<br />

—Déjame ver —alarga la mano y luego titubea, con los dedos casi rozándome la cara. Levanto la<br />

vista; parece que me esté pidiendo permiso. Asiento con la cabeza y me pasa la mano con dulzura por la<br />

barbilla, alzándola para poder verme el cuello—. Deberíamos vendarlo.<br />

Deberíamos, en plural. Ahora estamos del mismo lado. Ha enterrado el hecho de que yo le mentí y de<br />

que soy una incurada. Me pregunto cuánto le durará.<br />

Se acerca a la mochila. Revuelve buscando artículos que robamos del botiquín y se aproxima a mí<br />

con una venda ancha, un frasco de agua oxigenada, un ungüento antibacteriano y varias bolas de algodón.<br />

—Puedo hacerlo yo —dice. Primero moja las bolas de algodón con el agua oxigenada y me limpia el<br />

corte con cuidado. Escuece, y me echo hacía atrás con un gemido. Enarca las cejas —. Venga —me<br />

anima, curvando los labios para formar una sonrisa—. No duele tanto.<br />

—Si duele —insisto.<br />

—¿Ayer te enfrentaste a dos maniacos homicidas y ahora no aguantas un poco de escozor?<br />

—Eso es distinto —replico con hostilidad. Sé que se está burlando de mí y no me gusta—. Aquello<br />

era una cuestión de supervivencia.<br />

Él levanta las cejas, pero no dice nada. Me vuelve a frotar una vez más con el algodón y ahora<br />

aprieto los dientes y aguanto. Luego deposita una fina línea de pomada en la venda y me la coloca<br />

cuidadosamente en el cuello. Álex me curó una vez, justo así. Fue una noche de redada, estábamos<br />

escondidos en una caseta de herramientas diminuta y un perro acababa de llevarse un buen pedazo de mi<br />

pierna. Hacía mucho que no pensaba en esa noche y, cuando las manos de Julián se deslizan por mi piel,<br />

de repente me quedo sin aliento.<br />

Me pregunto si así íntima a la gente: se curan unos a otros las heridas, se arreglan la piel rasgada.<br />

—Ya está. Como nuevo —sus ojos han tomado el color gris del cielo que se divisa por encima de las<br />

rejillas—. ¿Te encuentras con fuerzas para que nos marchemos?<br />

Asiento con la cabeza, aunque aún me siento débil y muy mareada.<br />

Julián alarga la mano y me da un apretón en el hombro. Me pregunto qué pensará cuando me toca, si<br />

notará el pulso eléctrico que recorre mi cuerpo. No está acostumbrado a tener contacto con chicas, pero<br />

no parece preocuparle. Ha cruzado una frontera. Me pregunto qué hará cuando finalmente salgamos de<br />

aquí. Sin duda volverá a su antigua vida, a su padre y a la ASD.<br />

Quizá haga que me arresten.<br />

Siento un ataque de náuseas y cierro los ojos, tambaleándome un poco.<br />

—¿Estás segura de que te encuentras lo bastante bien como para que sigamos?<br />

Su voz es tan dulce que el pecho me estalla en miles de piececitas aleteantes. Esto no formaba parte<br />

del plan. Esto no tenía que suceder.<br />

Pienso en lo que le dije la noche pasada: «Se supone que no tienes que saberlo». La verdad, dura,<br />

insoportable, hermosa.<br />

—Julián —abro los ojos, luchando porque mi voz suene menos temblorosa —, no somos iguales.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!