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de Álex, y de espinas que se convierten en cadenas y me arrastran hasta el interior de la tierra.<br />

—A menudo tenía pesadillas sobre mi madre —casi me ahogo al pronunciar «madre», y espero que<br />

él no se dé cuenta—. Murió cuando tenía seis años.<br />

Esto también podría resultar cierto. Nunca la volveré a ver.<br />

Se oye un ruido en el catre de Julián y, cuando habla, me doy cuenta de que se ha vuelto hacia mí.<br />

—Háblame de ella —me pide suavemente.<br />

Me quedo mirando a la oscuridad, que parece estar llena de diseños cambiantes.<br />

—Le gustaba experimentar en la cocina —explico lentamente. No puedo contarle demasiado; no debo<br />

decir nada que le haga concebir sospechas. Pero hablar en la oscuridad proporciona alivio, así que me<br />

dejo llevar—. Solía sentarme en la encimera de la cocina y mirar cómo enredaba. Casi todo lo que<br />

preparaba acababa en la basura, pero siempre era divertido, y me hacía reír —hago una pausa—. Me<br />

acuerdo de una vez que hizo crepes de pimienta picante. No estaban mal —Julián permanece en silencio.<br />

El ritmo de su respiración se ha vuelto regular—. También solía jugar conmigo —añado.<br />

—¿De veras?<br />

La voz de Julián tiene un tono asombrado.<br />

—Sí. Juegos de verdad no solo esos rollos educativos que promueven en el Manual de FSS. Ella<br />

fingía.<br />

Me detengo y me muerdo el labio, preocupada por haber ido demasiado lejos.<br />

—¿Qué fingía?<br />

Noto un peso descontrolado en el pecho y de pronto regresa todo: mi vida de verdad, mi antigua vida,<br />

la casa destartalada en Portland, el sonido del agua y el olor de la bahía, las paredes ennegrecidas de las<br />

Criptas y las formas de diamante color verde esmeralda que creaba el sol al colocarse entre los árboles<br />

de la Tierra Salvaje; todas las capas, apiladas unas sobre otras, que he enterrado para que nadie las<br />

encuentre nunca. Y de repente siento que tengo que seguir hablando; si no, voy a explotar.<br />

—Mi madre tenía una llave con la que supuestamente abría las puertas a otros mundos. Era solo una<br />

llave normal, no sé de dónde la sacaría, a lo mejor de algún mercadillo, pero la guardaba en una caja<br />

roja y solo la sacaba en las ocasiones especiales. Y cuando la sacaba, fingíamos que viajábamos por<br />

todas esas dimensiones distintas. En un mundo, los animales tenían humanos como mascotas; en otro,<br />

cabalgábamos sobre la cola de estrellas fugaces. Había también un mundo submarino, y otro en el que la<br />

gente dormía por el día y bailaba durante la noche. Mi hermana también jugaba.<br />

—¿Cómo se llamaba?<br />

—Grace —contesto, me aprieta la garganta, y ahora combino capas y lugares, mezclando vidas. Mi<br />

madre desapareció incluso antes de que Grace naciera; además, Grace era mi prima. Pero, curiosamente,<br />

lo puedo imaginar: mi madre levantando a Grace y haciéndola girar en un círculo enorme, mientras la<br />

música sale de los viejos altavoces; las tres corriendo por largos pasillos de madera, fingiendo que<br />

cazamos una estrella. Abro la boca, pero me doy cuenta de que no puedo hablar más. Estoy a punto de<br />

llorar, y me trago las lágrimas mientras se me contrae la garganta.<br />

Julián se queda callado durante un minuto. Luego dice:<br />

—Yo también fingía cosas.<br />

—¿Ah, sí? —vuelvo la cara hacia la almohada para que se amortigüe el temblor de mi voz.<br />

—Sí… En los hospitales, sobre todo, y en los laboratorios —otro instante—. Imaginaba que estaba

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